Capítulo 9

27 5 2
                                    

Desperté en una gran sala con dos muñecos de prueba. Me habían quitado mi uniforme y mis herramientas, y ahora sólo llevaba una especie de vestido amarillo muy claro con un cinturón negro, cuya hebilla era el símbolo ⚠️, igual al que se hallaba en mi cuello. Estaba descalza. Me dolía el pecho, justo donde el corazón, y, al fijarme, vi que me habían cosido mi medalla de FAZ, aún con el nombre de Barker, pero esta tenía algo nuevo, una especie de bulto... ¿Qué sería?
De pronto, apareció el presidente Villin, seguido de un montón de niños de uniforme de llameante, entre los cuales estaban Harry, Ron, y el resto de los que algún día fueron mis llameantes.
- ¿Chicos?- pregunté- Harry, Ron, ¿Qué os pasa? - estaban idos... Me enfadé y me volví hacia Villin- ¡¿Qué les has hecho?!
En ese momento, en el escudo de uno de los muñecos de prueba, me vi reflejada. Mis iris eran de color rojo...
Estaba muy enfadada.
- Hola Roxy. Te sientes... ¿Mayor?¿Superior? Sólo tienes 15 años... ¡¿Y te atreves a organizar una fuga?!- en ese momento, Villin paró su discurso para chasquear la lengua.- Nos empezaste a mentir con 6 años... Eres una niñata muy lista, ¿o debería decir un muñeco de pruebas muy listo?
- ¿Perdón?- miré a los ojos a Villin.
- ¡Ah! Es cierto, no te lo he explicado. Estás en Red Fire. Esto es un campo de rehabilitación de llameantes. Los entrenamos y acondicionamos para ayudar a la defensa del país.
- Pero yo no soy llameante.
- No, no, no... Tienes poderes inimaginables. No vienes a entrenarte, sino que ellos van a usar sus poderes contra tí. Y, por cierto, te hemos cosido tu medalla al pecho, ya que, en ella, hemos incrustado un cristal que impide que uses tus poderes. Bueno... Basta de charla- dijo con tono de superioridad. Miré la placa e intenté despertar mis síntomas, sin éxito. - ¡Atacar!- gritó
En ese momento, los llameantes comenzaron a lanzarme bolas de fuego, látigos... Es decir, a quemarme de muchas maneras distintas. Yo trataba de esquivar lo que podía, pero no era fácil. Mis ojos se llenaban de lágrimas al pensar en mis antiguos llameantes, mis amigos... En Barker. No le volvería a ver... Pero él siempre me había enseñado a no rendirme y a ayudar a los niños. Esos chicos no estaban bien, necesitaban ayuda, y yo se la iba a dar.
El día acabó conmigo quemada por muchos sitios. Estaba tan dolorida que no podía levantarme del frío suelo embarrado de la habitación. Los muñecos ya no eran más que ceniza. Algunas de mis heridas eran más profundas que otras, como, por ejemplo, los dos latigazos que cruzaban mi espalda.
Los llameantes se fueron a sus celdas y a mí me dejaron allí fuera, sola. El techo de la sala se fue, dejándome ver el cielo estrellado. Estaba sola y rodeada de llamas insaciables. No había comido en días y tampoco iba a dormir.
Al día siguiente, me preocupé de pensar en cómo salir de allí, ya que mientras estuviera tan atrapada como ellos no podría hacer nada. Los FAZ no dejaban de mirarme en todo el día y, cuando amanecía, cerraban el techo. No podía hacer nada. Dos FAZ entraron para cambiar los muñecos. Ni se tomaron el tiempo de pararse a mirarme. Entraron directamente en la puerta lateral de la habitación, la cual daba a una especie de despacho. La puerta era transparente, por lo que podía ver lo que pasaba ahí dentro. No había cámaras que me grabaran, así que en el momento en el cual se pusieron a hablar entre ellos y a realizar papeleo, dándome la espalda, empecé a romper uno de los muñecos por abajo.
"Puede que tengan hierros dentro" pensé "y pueda atrancar el techo con ellos."
Poco después tuve que parar y los llameantes volvieron a repetir sus juegos infernales.
Medio año más tarde, ya era capaz de esquivar la mayor parte del fuego que me lanzaban. Me sentía como un agente secreto, de esos que salían en la tele cuando me llevaron a Pitruendo. Me dijeron que no me iban a entrenar, pero eso era justo lo que hacían. No habían conseguido matarme, y no lo lograrían. Me movía con gran agilidad y desaparecía cuando menos se lo esperaban, aunque nunca jamás atacaba a los llameantes de ninguna forma. El viejo Villin era un hombre alto, canoso, con bigote y delgado, además de un cobarde. No volvió a aparecer. En mi cabeza había pasado medio año, pero todos los días la misma fiesta no me dejaba segura de nada. En mi cabeza, pensaba que ya tenía 13 años, pero Villin me había dicho que tenía 15. No había vuelto a dormir como es debido desde los 6. Me enfadé. No me daban comida decente, no me dejaban dormir, me torturaban... Era hora de desaparecer del mapa.
Acababa de finalizar mi colección de hierros, los cuales ocultaba en una esquina de la habitación. Los até con un trozo de la tela de uno de los muñecos y, mientras nadie miraba, lo tiré al techo, al punto en el cual supuse que atrancaría el techo. Esa noche iba a llover, e iban a intentar cerrarlo, pero yo no les dejaría.
Esa noche entré en la oficina de Red Fire sin ser vista. Encontré mis cosas y me vestí. También encontré mi libreta abierta, junto con la pluma y la tinta. Tres FAZ entraron entonces y me escondí bajo una mesa. Ellos reían, pero no se daban cuenta de la puerta abierta a la sala de pruebas. El olor a alcohol gobernaba en el aire. Puse los ojos cansados en blanco, y me escabullí entre las mesas hasta la sala de pruebas. Cerré la puerta tras de mí sin hacer mucho ruido. Miré a mis amigos los muñecos y esbocé una sonrisa. Trepé al más cercano a la pared y... Salté. Me quedé colgando del borde superior del muro cuando empezaron a dispararme. Subí al techo ya medio desplegado y empecé a correr. Tiré todos mis aparatos eléctricos de FAZ y sólo me quedé con la pistola y las balas. Corrí hasta la carretera, por dónde vi pasar un monovolumen negro con letras pintadas "Desguaces A&B". Estaba agotada. Me caí en la carretera sin querer. El monovolumen me podría haber atropellado sin problemas pero, en vez de eso paró.
Se abrió la puerta y salió...

Un Secreto PeligrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora