Capítulo 10

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Corrí a darle un abrazo a Laia.
- ¡Cuánto tiempo!¿Qué tal estás?-le dije
Ella me abrazaba lo más fuerte que podía y lloraba en silencio, sin pronunciar palabra o sonido alguno. Me agaché y le puse la cabeza entre mis manos.
- Laia, tranquila. Ahora estamos juntas y no vamos a separarnos jamás.- le dije con voz temblorosa. Yo también estaba empezando a llorar. En ese momento, empezaron a dispararnos.
Los FAZ habían llegado... Me habían encontrado.
Agarré a Laia y salté dentro del monovolumen, llevándola conmigo.
- ¡Arranca!- oí gritar. Esa voz me era conocida.
- Estoy en ello Áxel- contestó otra voz. También conocía ésta.
- ¡Ya, Go!- dijo otra. Esta no la conocía.
"¿Dónde me he metido?" pensé.
Laia se sentó y una bala atravesó el coche desde la luna de atrás hasta la delantera. Me arrodillé en los asientos y saqué la pistola por el hueco que se acababa de crear.
Disparé.
La bala atravesó la frente del hombre que nos disparaba.
Era Muñoz.
Me sentí aliviada y tensa a la vez. Acababa de matar al hombre más poderoso de Pitruendo.
Sentí algo agarrarme.
Me giré y vi a Laia abrazada a mí brazo y a la chica morena a la que había bajado del autobús en Pitruendo, ahora sentada en uno de los asientos intermedios.
Laia me vió mirándole y me enseñó una libreta, en la que había escrito:
"Es Lucía, se escapó de Pitruendo gracias al Árbol Dorado."
Supongo que me lo enseñó por la incomprensión reflejada en mi rostro, por lo que añadió:
"¿Conoces a Go y a Áxel?"
-Si, no es eso lo que me extraña, es sólo que yo fui la FAZ que internó a Lucía- le dije entre susurros, procurando que no me oyera.
"Tranquila" escribió.
En ese momento, Hugo paró el coche.
- Vale... ¿Quién eres, chica maravilla? ¿Y porqué llevas una pistola?- preguntó. Entonces se dió la vuelta.
- ¡¿Roxy?!- dijo el mismo, emocionado.
- ¡Si!- respondí, feliz de que me reconociera.
- ¿Qué haces con esa ropa? ¿Dónde has estado?
En ese momento, Laia giró su libreta, a la vez que Áxel o Alejandro, como se llame, dijo:
-¿Os conocéis?- hablaba con desprecio, asco, y aún no se había ni girado.
Se dió la vuelta y aparté la mirada hacia la libreta de Laia. Había escrita la misma pregunta.
- Sí, Hugo fue mi mejor amigo antes de entrar en esos malditos campamentos- dije, enfadandome más a cada palabra, pero ocultándolo a cada letra.
- Y... ¿Ahora no lo soy?- dijo Hugo. Su sonrisa demostraba que ya sabía la respuesta.
- Pues claro que sí- contesté ofendida.
Hugo era un chico alto, moreno, de ojos castaños, delgado y muy expresivo... Era un libro abierto. Mientras tanto, Alejandro era alto, delgado, con pelo rubio rizoso, ojos azules, gafas de montura negra y muy desconfiado, por lo que parecía.
- ¿Qué eres?- me preguntó Hugo
Dos coches nos rodearon. 1 paró delante nuestra, por lo cual nos impedía el paso, y, el otro, paró detrás nuestra. No me hizo falta verlos para saber que eran FAZ. El de delante sacó una escopeta y apuntó a Alejandro. Corrí entre los asientos, y al verle apretar el gatillo salté frente a la cabeza de Alejandro. La bala me atravesó el pecho, justo donde el corazón.
Chocó contra mi medalla, lo que hizo que la bala no saliera de mi cuerpo.
Lo último que ví fue a Alejandro gritando con los brazos levantados por encima de la cabeza. Oí un gran estruendo, como de madera contra metal. Ese fue mi único recuerdo antes de sumirme en las tinieblas.

Un Secreto PeligrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora