Capítulo 12

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"No sé si desperté o volví a mi peor pesadilla..."

Hola a todos!!! Perdonar la inactividad, estoy de exámenes y no he podido escribir mucho. Espero que les guste el capítulo!!! No sean lectores fantasmas, si les gusta la historia dar vuestro voto, que no cuesta nada y ayuda muchísimo a las escritoras. Estaré leyéndo todos los comentarios, me encanta saber vuestra opinión.

Pasó, y eso es lo único que puedo asegurar.
Una melodía envolvía mi alrededor, brindándome una cálida bienvenida a un lugar del que me creía capaz de escapar.
No siempre las creencias son ciertas.

Miré entonces a mi alrededor, perezosa, aún envuelta en mi dulce sueño, cuando me dí cuenta de dónde estaba.

El monovolumen de los telequinéticos.

Me intenté levantar rápido, pero un fuerte dolor en el pecho me lo impidió. Estaba echada en los asientos traseros del monovolumen, tapada con una manta blanca salpicada de pintura. Fue al realizar ese movimiento cuando me di cuenta de mi desnudez. La parte superior de mi cuerpo sólo estaba tapada por la manta. Entonces recordé el disparo que me había llevado allí y miré rápidamente mi pecho, buscando la herida. Sólo encontré un vendaje.

"¿Quién habrá sido?" pensé "¿Me habrán dejado sola?"

Sonreí ante ésta idea. 

Me senté con cuidado y, con muchos apoyos, logré llegar a las puertas abiertas del vehículo. 
Ante mí estaban los dos chicos, Alejandro y Hugo, uno frente a otro, gritándose.
- ¡Ella no se irá!
- Go, tiene que irse, ¡va a acabar matándonos a todos! Ya viste lo sucedido en la carretera.
- Salvó tu maldita vida.
- Y yo salvé la suya. Pero ahora tendrá que irse Go, esa cosa... Va a acabar con nosotros.
Vi a Alejandro volar varios metros hacia atrás cuando Hugo levantó los brazos y le apuntó. Ante su orden, Alejandro salió despedido con un grito de miedo. Cuando cayó al suelo fue el turno de Alejandro. Hizo el mismo movimiento que Hugo, desde el suelo ésta vez, y Hugo salió volando hasta chocar con un árbol.
Fue entonces cuando miré al rededor y vi que estábamos en mitad de un bosque, dónde acababa un camino poco transitado.
Vi la sangre correr por el rostro de Hugo tras el golpe, y sentí mi corazón contraerse.
- ¡Paraos ya!- grité con todas las fuerzas que tenía y ambos se giraron a verme, sorprendidos. - M-me iré, me iré y no causaré problemas.
Ambos estallaron en carcajadas y yo me encontré más perdida que nunca.
Hugo se acercó a mí y se sentó a mi lado.
- No te irás a ningún lado- me aseguró, con una sonrisa- lo que escuchaste no era sobre tí.
- Hablábamos del monovolumen- me dijo Alejandro, acercándose también- Go se lo robó al Árbol Dorado. Tiene un localizador, en cualquier momento pueden venir a por nosotros.
- No está operativo
- Sí lo está.
- Lo estuvo.
Mi atención se aisló de la conversación y se centró en la herida sangrante de la cabeza de Hugo. Acerqué mi mano y limpié el jugo caliente sobre su ojo. Vi mi mano brillar azulada y recordé el cristal de Bea. Sonreí ante el recuerdo y vi la herida desaparecer poco a poco, mientras notaba algo salir de mí, liberarse.
Una sensación de paz y calma me invadió, pero desapareció rápido al recordar a los dos chicos.
Miré a ambos lados, intentando adivinar si me habían visto, pero ambos seguían discutiendo.
- Y... ¿Qué hacemos aquí? ¿Dónde está mi ropa? ¿Qué pasó con la herida? ¿Y mi medalla? ¿Dónde estamos?
- Tranquila, de una en una- río Hugo, cortándome. - Estamos en Nubela porque nuestra chica maravilla sufrió un accidente.
- Y tu ropa estorbaba- intervino Alejandro y el rubor subió a mis mejillas.
Aparté la mirada, tratando de que no vieran mi sonrojo, cuando noté a Alejandro tartamudear.
- Q-quiero decir, sí pero no. E-es d-decir, quería quitartela para curarte.
- Axel quiere decir que para llegar a la bala hubo que quitartela- dijo Hugo, ayudando a Alejandro, y él se lo agradeció con un suspiro de alivio.
Volví a mirarle y sonreí al ver que estaba más rojo que yo.
- Bueno... ¿Y dónde está?- quise saber
- Se la llevó Laia, no sé a dónde- admitió Hugo- creo que fue a por comida.
- ¿Con Lucía?
- No, ella... Ella se fue con el Árbol Dorado- dijo Alejandro y ambos se vieron triste, mientras que mi confusión aumentaba.
" ¿Qué es el Árbol Dorado?" Pensé "¿Porqué se iría ella?"
Las preguntas no hacían más que aumentar, pero me negué a pronunciarlas en voz alta.
Me agarré más aún a la manta en cuanto una fría brisa acarició mi figura.
Poco después, vi a Laia por entre los árboles, con una mochila floral al hombro y otra negra mayor en la mano. Venía con una gran sonrisa contagiosa en el rostro.
Se acercó a mí y, sin decir palabra, me tendió la mochila negra.
- ¿No me vas a saludar?- le pregunté, abriendo la mochila.
Ella no respondió.
Dentro de la mochila estaba mi ropa, mi medalla, mi arma... Pero había cosas nuevas, como ropa más... ¿Actual? No sabría explicarlo. También había cosas de higiene en un pequeño neceser, y algo que me llamó muchísimo la atención. Al fondo estaban mi libreta y mi pluma, junto a la tinta. Unas botas se encontraban en una bolsa, a su lado, y también encontré un vestido blanco.
La idea de ponerme un vestido me asqueó, pero vi el brillo en los ojos de Laia cuando lo miré, y, jope, no podía resistirme a su mirada.
Lo volví a guardar todo en la mochila.
- ¿Nos vamos a algún sitio a pasar la noche?- pregunté
- No sabes cómo están las cosas ... No podemos ir así como así y pedir una habitación.- me informó Alejandro
- ¿Y quién habló de pedir nada?
Todos se volvieron a mirarme.
- ¿En serio? Estamos en plena apocalipsis, ¿No podemos colarnos en una habitación, una noche? Mientras que no sepan que hemos estado, no pasará nada.
- ¿Quién eres y qué ha pasado con la chica buena que se sentía mal por tirar una piedra a un río?- dice Hugo, extrañado.
"Murió en Pitruendo"
- Hasta a los ángeles a veces les gusta pecar- sonrío dulce- ¿vamos? Llevo mucho sin dormir.
Eso hizo reír a los tres, aunque la risa de Laia era sorda.
- En vez de chica maravilla deberías ser la bella durmiente- murmuró Alejandro
- Oye, he pasado 9 años encerrada casi sin dormir, dejarme tener al menos ese privilegio.
Las risas se extinguieron de golpe y me sentí mal de pronto.
Hubo un silencio absoluto hasta que Hugo se atrevió a hablar.
- ¿9 años?
- Sí. Me metieron en Pitruendo con 6, y cumplí 15 el día que escapé, el día en el que nos encontramos.
El silencio volvió y no pude aguantarlo.
Cogí mi mochila, me senté en el asiento del copiloto, envuelta lo mejor posible en la manta, y me puse el cinturón. Encendí la radio y subí el volumen al tope. Una melodía horrible comenzó a inundarlo todo. No sé a quién le gustaba esa música, pero estaba segura que a nosotros no y por eso no cambié de emisora.
Sonreí y me senté, apoyando la espalda en el asiento.
Sentí el golpe de las puertas cerrarse y vi la mano de Hugo apagar la radio.
- ¿Estás loca?- me gritó
- No, soy lista y sabía que ibas a quitarla. Ahora os tengo a todos dentro del coche, y ya no existe silencio entre nosotros.
- Eres una zorra- murmuró Alejandro
- Exacto, soy igual de astuta que ellas- sonreí.
Hugo arrancó el coche y en poco estuvimos en la carretera.
- Así que sois dos telequinéticos y una eléctrica.- apunté
- Exactamente- admitió Hugo. - ¿Y tú qué eres?
- Una niña normal, sin síntomas ni poderes.
Eso sacó una risa de Alejandro y de Laia, pero Hugo captó mi mentira, y, aunque no dijo nada, sentí sus preguntas en el ambiente.
"¿Cómo quieres que te expliqué que soy una maldita asesina que ahoga y destruye todo lo que toca?"
Esa era la única verdad, la verdad que se encerraba en mi corazón, una de las muchas que encerraba entre mentiras.
Apoyé la cabeza en la ventana y miré a través de ella. Ya estaba anocheciendo. Sonreí ante la vista estrellada, y he de admitir que mi vista se nubló.
" Ya tengo 15 años... Y hace 9 que no veo las malditas estrellas fuera de las jaulas de los campamentos" pensé " 9 años encerrada"
Pasaron las horas hasta que escuché a Alejandro hablar.
- Sí corderito... No te vayas muy lejos precioso, y dame esa galleta...
No pude evitar reírme.
Me giré y le vi dormido en uno de los asientos intermedios.
- ¿Habla dormido?- pensé en voz alta
- Así es.
La voz de Hugo me sobresaltó. Laia también estaba dormida y, aunque el coche seguía moviéndose, llegué a pensar que él también.
Me senté y le miré.
Él esperó a tener mi atención para preguntar.
- ¿Qué eres? Y no me vengas con mierdas de que no tienes facultades porque sé que es mentira.
- No las tengo.
- Ajá
- De verdad Hugo, no las tengo.
- Pensé que no me ibas a mentir.
- No te miento, te estoy siendo sincera.
Hubo silencio entre nosotros hasta llegar a un motel. Mucha gente a su alrededor hablaban, había gritos... Se apelotonaban muchos frente a una máquina expendedora.
- ¿Qué pasará?
- Habrá algún Z ahí, le llevarán a un campamento.
- ¿Y no podemos hacer nada?
- No, a menos que queramos volver a los nuestros.
Me enfadó su respuesta, y miré atentamente al montón de personas. Hugo se puso la capucha de su sudadera negra y salió del coche hacia el motel, evitando a las personas.
Cuando le vi entrar me aseguré de que Alejandro y Laia estaban dormidos, antes de vestirme.
Me puse el sujetador negro que Laia había metido en la mochila, junto a la camiseta del mismo color. Me puse los vaqueros de cintura alta y las botas de tacón marrones que me llegaban por la rodilla. Aquellas me recordaban al uniforme que me dió Muñoz, pero eso no impidió que las usara. Por último, me puse la chaqueta negra de vestir y mi medalla de FAZ.
Abrí la puerta del copiloto.
- Empieza el juego- sonreí.

Un Secreto PeligrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora