Capítulo 7.

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Durante medio año, esta fue mi rutina. Además, cuando me aseguraba de que nadie estaba cerca y podíamos trabajar sin ser observados, los llameantes y yo apartábamos las literas y ellos practicaban y aprendían a controlar sus síntomas, o, como decían ellos, sus poderes. Eran maravillosos. Tenía entendido que sólo se podían usar para matar, para el mal, pero ellos me enseñaron que no. Hacían animalitos y figuras en el aire con llamas que luego se movían por acción de voluntad del llameante que las creara, podían quemar cosas, sí, pero también apagarlas. Un llameante podía anular lo que otro había hecho, sus poderes tenían vuelta atrás. No eran síntomas que hubiera que curar, sino privilegios que había que cuidar. Se ayudaban los unos a los otros, si uno cometía un error se le apoyaba y ayudaba, nunca se le echaba en cara... Eran una familia. Yo no había vuelto a ver a Barker desde que llegué a esa cabaña... Le echaba de menos... 

Al cabo de este tiempo, me encontré a Muñoz en el comedor.

- Roxy, vas a tener que cambiar de cabaña.

-¿Qué?¿Porqué?

- ¿No quieres?- preguntó sorprendido- Bueno, me da igual. Acostúmbrate, te vamos a cambiar mucho.

- ¿Y a dónde me voy?¿Quién cuidará de mis llameantes ahora?

- Tú igual que Barker... No son tuyos. Se van de Pitruendo, igual que el resto de llameantes, a campos más pequeños, donde estén más seguros y se puedan curar mejor. Te vas a la cabaña telepática número 10.

En ese momento, me vino algo a la mente. Esa era la cabaña en la que había visto a la prodigio. Aún no había descubierto qué hacía allí.

Cuando llegué, me sorprendí con una cabaña de madera, lo que me planteaba una pregunta... ¿Cuáles serían los síntomas de los telepáticos? Puesto que Adam había sido telepático, y yo creía que lo seguía siendo, este tema me interesaba. 

No había ni alcanzado la puerta cuando sentí millones de manos invisibles intentando entrar en mi cabeza. Me negué y dejé escapar las mías, tapándome los ojos antes. No sabía usarlas, pero sí sabía de medicina, sabía que cualquier golpe preciso daña más que muchos imprecisos. No pensaba que las manos invisibles fueran de nadie, pero al entrar, sólo vi un montón de niñas amordazadas y esposadas retorciéndose de dolor.

"¿Qué he hecho?" pensé, asustada. 

De pronto, las niñas se sentaron y me fijé en la única que no se retorcía: la niña prodigio.

- ¿Qué os ha pasado? Podéis contestarme si queréis- les dije con falsa modestia al comprender lo que había pasado.

Se quedaron mirándome durante un largo rato hasta que comprendí que no podían hablar. Me dispuse a quitarles los bozales cuando una de ellas consiguió entrar en mi cabeza. Tiré de sus manos invisibles hasta conseguir meterle yo un recuerdo en su cabeza. Lo hice tan rápido, que ella no pudo ver si quiera un recuerdo mío. Le introduje en un recuerdo en el cual aparecía yo, y le decía:

-¿Crees que puedes ganarme?

En ese momento, todo se envolvía en llamas. Al acabar, noté que salía de mi mente y yo hice lo mismo.

- ¿Qué eres?- me preguntó, sorprendida.

Ella había sido la primera a la que le había quitado el bozal. Era rubia y alta, de pelo corto y ojos marrones. Era mucho más mayor que yo, supongo que de unos 19 años.

- ¿Tú que crees?- le dije y acabé de quitar el resto de bozales. También había retirado las esposas.

- ¿Telepática?

- Yo no tengo síntomas- respondí, seria. 

- ¡Mentira! Si no, no hubieras podido hacer lo que hiciste... Ni hubieras podido bloquear mi ataque y meterme ahí.

Un Secreto PeligrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora