Capítulo 4

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-¿Qué?- dije
- Si, ahora serás una FAZ y ayudarás a cuidar a los niños- me dijo Barker- los niños necesitan que hagamos lo que hacemos, si no morirían.
- Si firmas ayudarás a los niños Z- dijo Muñoz
Me dió un papel con un montón de palabras en tinta y un hueco para firmar, pero en el momento en el que lo vi recordé algo.
No tenía firma.
-No... No puedo- dije bajando la cabeza.
- ¿Por qué?- me dijo Barker, preocupado.
- No tengo firma- contesté tímida y vergonzosa, aún con la cabeza baja.
- Pon tu nombre y listo- me dijo Muñoz, entre leves risas.
Lo hice, pero mi caligrafía era pésima, no había vuelto a escribir desde los 6 años. Me avergonzaba de mi propia letra... ¿Pero qué iba a hacer yo? Me internaron con 6 años, no tuve tiempo de aprender a escribir bien.
- Bueno Roxy... Toma- dijo Muñoz dándome un uniforme de FAZ
- Toma esto- me dijo Barker entregándome una caja pequeña que llevaba un rato sosteniendo.
La abrí y vi una medalla de FAZ, supuse que era suya, puesto que él no la llevaba puesta y esta estaba aún caliente, ahora en mi mano. Por detrás ponía su nombre:
"Hugo Barker Teso" rezaba la medalla. El símbolo psi era de un rojo intenso, cosido en la chapa.
- Si le das eso... Voy a encargar que te hagan otra- dijo Muñoz en un suspiro, al tiempo que se levantaba de su asiento. Al poco tiempo ya se había ido.
- Cámbiate, hoy tenemos mucho trabajo- me dijo Barker, aún con una sonrisa radiante en el rostro.
Se dió la vuelta y yo me cambié con la mayor intimidad que había tenido en años. Me puse las medias negras, las botas altas de suela baja negras y la camiseta sin mangas, aunque de cuello alto, también negra y la chaqueta polar del mismo color.
- ¿Estás?
- Sí, solo...- contesté, intentando ponerme el cinturón de herramientas.
Barker se dió la vuelta y se acercó.
- ¿Te ayudo?
- Por favor.
Me ayudó a ponerlo y luego me explicó dónde iba cada herramienta y me explicó qué y para qué eran... Espeluznante.
Tenía esposas, un aparato naranja para identificar a los Z, un aparato de Control Calmante... Cosas que nunca voy a utilizar. También tuve que llevar una escopeta colgada por una correa que coloqué de manera que la escopeta quedará cañón arriba y pegada a mi espalda.
-Barker, ya llegan- algo escupió esas palabras
Era la radio de Barker.
- Vamos- no sé si Barker me lo dijo a mí o a la radio, pero le seguí.
Pitruendo era solo un cenagal lleno de barro  con unas cuantas casetas y torres de control. ¡Era horrendo!
- En estos tres años hemos hecho esto- me dijo Barker.
Creo q vio mi extrañeza
- Y... ¿Ellos?- pregunté señalando el montón de chicos que trabajaban en una gran zona verde.
- Son los llameantes, prodigiosos, telepáticos, eléctricos y teléquineticos internos.- me dijo- Corre.
Corrimos hasta la gran valla que rodeaba Pitruendo; el nuevo Pitruendo.
Llegamos a un autobús escolar, y nos paramos delante de él.
- Tápate la cara- me dijo Barker mientras me entregaba una braga negra.
Me la puse de manera que solo se me vieran los ojos y me tapé las orejas con mi pelo largo y ondulado, suelto.
Era... Como revivir un recuerdo que no sabía que poseía.
Empezaron a bajar niños asustados, sucios, mareados... Les obligaban a bajar y arrodillarse en el barro. A mí me tocó ayudar a una niña de pelo moreno de unos 10 años de edad. Era un poco más alta que yo. Después de ella bajó una chica alta y rubia que empezó a correr hacia la valla... Entonces vi sus manos atadas. Justo detrás de ella bajó un chico alto, de pelo corto castaño con una herida aún sangrante en la boca. Comenzaron los disparos hacia la chica y le intentaron derribar, apresar... Yo solo podía mirar al chico que gritaba
- ¡Corred! ¡Corred! ¿Pero qué hacéis? ¡Corred!
Todo pasó muy rápido. Los disparos, los gritos... Y luego ese ruido atronador que me perforaba los tímpanos. No sabía qué era.
Estaba histérica.
Se oían disparos, gritos... Y el ruido cada vez más fuerte.
Estaba histérica.
Solo podía mirar al chico.
Estaba histérica.
Yo no me movía, ni gritaba, pero el ruido era cada vez más fuerte.
Estaba histérica.
Entonces el niño le susurró algo a la soldado que le acompañaba, la cual se metió el cañón de la escopeta en la boca y... Disparó.
Cayó a mis pies en un charco de su sangre.
Estaba histérica.
Empecé a sentir algo nuevo, casi "agradable", y tiré de eso buscando seguridad.
Estaba histérica.
De repente, el motor del autobús estalló.
Empecé a gritar y cerré los ojos. Entonces, agarré con más fuerza la escopeta, sentí algo acercarse y... Disparé.
Barker cayó a mis pies, desangrándose y yo empecé a llorar, dejando de gritar. Solo podía verle a él, ver lo que acababa de hacer.
La niña nos observaba.
Mis ojos se volvieron azules, mis pupilas y mis iris desaparecieron, y me inundaron un montón de sensaciones. Tapé la herida de bala de Barker con las manos, intentando que parara de sangrar, deseando que volviera a estar bien y dejé que esas sensaciones salieran de mí, como gotas de rocío por las hojas en el amanecer.
De repente todo se volvió negro.

Un Secreto PeligrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora