Mangekyo

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—¡Rin, por favor! Trata de resistir —grité, desesperado. Hacía mi mejor esfuerzo para contener al bijū con unos sellos recién aprendidos y un poder apenas adquirido gracias a Madara. A mi lado, se encontraba mi compañera, a quien considero una hermana, curándose gracias al chakra de la bestia de una herida mortal en el pecho. Mientras tanto, rogaba por que Rin viviera.

—O… Obito —susurró—, mátame. Ha… hazlo rápido. Es lo mejor, no sabemos s… si lo lograrás —suplicó, tartamudeando por el dolor. Las ganas de llorar me consumían por completo. Yo sé que ella no me permitiría morir, así que sé que yo tampoco lo permitiré.

—Rin, por favor. Por una vez en tu vida, ¡confía en mí!—rogué, demostrando estar al borde de enloquecer. Salvaría a Rin, incluso si me costaba la vida. Estuve dispuesto a morir por ellos una vez y eso no ha cambiado; nunca permitiré que Kakashi ni Rin mueran, esté a mi alcance o fuera de este—. Cuando Kakashi llegué, lo lograremos más rápido gracias al chakra de ambos.

Volteé la mirada a donde se suponía había ido Kakashi. Lo vi llegar como un relámpago. Al verlo, mi primer impulso fue el preguntar. Esa cortada en el vientre se veía fea, aunque no tanto como la que yo tenía en la espalda. Aún así, ninguna era profunda. La única con riesgo de muerte era la médico de nuestro equipo.

—¡Kakashi —exclamé—, dime que ya los acabaste! ¿Estás bien?

—Eso es lo de menos —cerró el tema—. P… pero, ¿qué hay de Rin? —Pude notar como una gota salía de los ojos de Kakashi. Es lógico que se sienta mal, incluso si no es su culpa. Sucede que atravesó el pecho de Rin por causa del chidori, jūtsu que él mismo desarrolló. Como actuamos rápido, se nos está dando la oportunidad de salvarla. Es el chakra del tres colas lo que nos está permitiendo el intento.

—No, Kakashi, pero tú mismo lo dijiste: no es momento de preocuparse por eso —Kakashi pareció recuperar su habitual firmeza, decidido a que todo marchara tan bien como existiera la posibilidad.

Una idea llegó a mi mente.

—¡Necesito que vayas por tu armamento! Minato-Sensei te regaló uno de sus kūnais, ¿lo recuerdas? ¡Trae uno, por favor! —Ni en una situación de vida o muerte pierdo los modales, claro. Asintió velozmente y fue corriendo a buscar el kūnai que sabría Jashin donde estaba. Su chaleco lo habrá dejado en algún lado mientras se lo quitaba para curarse.

Esta cosa no debía pasar, solo era una misión de rango B. Como sea, rebobinemos.

Estaba trabajando en mi sharingan junto a Madara-Sensei. Él acababa de explicarme acerca de los sellos de chakra y las bestias con cola, además de que me estaba enseñando a hacer dichos sellos. ¡Era malditamente difícil! Para qué mentir, pero me iba a esforzar; para ser un jōnin, para enorgullecer a mi equipo y a Kushina, a quien casi considero una madre, y para demostrarle al clan Uchiha lo que valgo.

—¡Maldita sea! —gritó Madara—. ¡Odio mi vida! Ven acá, Obito.

—¿¡Que pasó!? —Corrí como un loco al lugar, incluso sabiendo que no debía ser nada grave.

—Primeramente, ¡aleja a esa porquería de mí!

Era una arañita y muy bonita. La aparté del lugar, dejando que fuese al bosque.

—¿Y segundo? —pregunté

—Obito, ¿crees que Tanjiro vengue a su familia? —cuestionó, señalándome con el manga que le había prestado para que lea y no se aburra mientras yo entreno.

¿Cómo es posible que él sea un Uchiha adulto? Quién sabe.

Lo miré extrañado un momento, aunque luego enseñé una sonrisa.

El aprendizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora