¿Akatsuki? 1/2

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Primero, les dejo esto para que sepan la orientación de los protagonistas:

Obito: Bisexual, come de todo por igual.

Madara: Bisexual, le gusta más comer pito.

Kakashi: Más gay que Haikyū!!

Las edades estarán modificadas a conveniencia de la trama. 

Listo, empecemos ^^

En Amegakure, estaban tres jóvenes alistándose para lo que sería uno de los tratados de paz más importantes de toda su vida

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En Amegakure, estaban tres jóvenes alistándose para lo que sería uno de los tratados de paz más importantes de toda su vida.

—¡Yahiko! ¿Y mis mangas? —cuestionó Konan, la única integrante femenina de akatsuki. 

—Tú siempre dejas tus cosas por ahí tiradas, no me extrañaría que estuviesen bajo tu enorme pila de ropa y envolturas de cosas —respondió Nagato, con una sonrisa tranquila, como siempre, pero al tiempo burlándose de su adorada amiga—. Deberías dejar de ser rara por un rato, no queremos que los ninjas que van a venir se queden con una primera mala impresión. Los tres, exceptuando al adulto que viene con ellos, tienen nuestra edad.

—¡Oye, yo no soy rara! Sólo leo cosas, eso no me hace ni rara ni normal, es un gusto. —se quedó pensativa un momento—. Aunque tienes razón ¡es mi oportunidad de hacer más amigos!

—A veces asustas a la gente y se alejan de ti, sin ofender. 

—Muere... Ahg, déjenme buscar mis cosas... ¿Y mi bata? —Sus dos amigos suspiraron, si no perdía todo, no era Konan. La joven quería tener más amigos, y esperaba lograrlo.

La pelimorada salió a buscar sus cosas en dónde sea que estuviesen, preparándose para lo que tenía por delante ese día.

Mientras tanto en Konoha, se encontraba un joven yendo hacia la casa de su compañero. Ya estaban casi sobre la hora y Obito aún no llegaba. Es cierto que el chico cumplía más con los horarios que antes, pero seguían habiendo excepciones. 

Se sorprendió cuando encontró a Obito aún durmiendo en su cama. Le gustaría decir que estaba enojado, pero no se podía enojar con él realmente; de cualquier manera lo iba a regañar por compromiso. Retiró un poco la cobija de Obito y se asustó al ver que el otro no traía una camiseta, así que rápidamente regresó la manta a su lugar. 

—Obito... Despierta, que vamos tarde —llamó, moviendo el hombro del joven con cuidado; no quería lastimarlo y menos tocarlo más de lo necesario. Se sobresaltó cuando Obito volteó a verlo con una cara que asustaría a cualquiera: estaba algo pálido y tenía ojeras—. ¡Obito! ¿¡Cuánto has dormido!?

—¿Cuál pan molido? —pregunté. La noche anterior había entrenado de más.

—Ahg, Obito no debes dormir tan poco —regañó. Ahora, en vez de estar ocupado en mantener su enojo falso como se suponía que debía, se había preocupado—. Me duele despertarte si te encuentras en ese estado, pero debemos ir a la misión. 

El aprendizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora