CAPÍTULO 11

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-Okay, no te voy a juzgar pero tampoco te voy a perdonar que hasta apenas me hayas contado tú historia con Ernesto Ibarraran - dijo Yanira con tono serio.

-¿Dices que te mandó a investigar? - preguntó Mich.

Asentí.

-Hablar de Ernesto, es hablar de mucho poder amigas. Si me hubieran contado desde el principio te habría advertido como actuar con él.

-¡Perdóname Yanira! Lo de los rumores fue tan rápido...ni siquiera él sabe todo lo que escuché en el baño aquel día - dije preocupada.

-Adri, sinceramente no entiendo porque no le das una oportunidad a Ernesto, no pierdes nada en conocerlo - dijo Mich mientras bebía su café.

-¿Te volviste loca? Creo que olvidas que me acosa y me persigue invadiendo mi responsabilidad.

-¡Ay por favor! Todos hemos hecho alguna locura por amor... ¿Acaso ya olvidaste a la loca de las cartas? -aseveró Mich.

Esa loca de las cartas fui yo. Una noche de pijamada, jugando a las confesiones de madrugada, revelé esa anécdota que quedó para la posteridad. En último año de Preparatoria, me enamoré fugazmente de un chico un año menor que yo. Su nombre era Augusto, alto, piel clara, ojos color avellana y un temperamento determinante. A pesar de ser más pequeño que yo, era muy serio, demasiado discreto con su vida personal y sumamente estudioso. Promedio de 9.90, era orgullo familiar, la escuela significaba su vida entera. Incluso caía en la exageración su dedicación a estudiar. Fan de cuna de "Scorpions" la banda de origen alemán con éxitos musicales muy reconocidos, nunca lo vi tan feliz como en la ocasión cuando fue al concierto en el Auditorio Nacional con su padre.

Yo tenía miedo de acercarme a él de frente así que un día decidí dejar de admirarlo de lejos en los recesos mientras jugaba futbol americano y comencé a enviarle cartas "anónimas" escritas de mi puño y letra. Fue fácil, pues mi amiga María era su compañera de clase, en el receso mientras todos estaban en el patio, ella y yo nos infiltrábamos para colocar las cartas en su mochila, en uno de sus cuadernos o simplemente en su pupitre. Era una tarea muy arriesgada, el profesor encargado de vigilar el pasillo podía descubrirnos o una compañera chismosa podría cachar nuestra heroica hazaña. Afortunadamente nadie nos descubrió y las cartas llegaron a su destinatario en tres ocasiones. En ellas dejaba mi corazón entero, le compartí lo que sentía por él, lo mucho que me gustaba y las inmensas ganas de hablar con él. Un día me decidí, en la última carta le escribí que unos días después le revelaría mi identidad. Fije una fecha y una hora en la que le enviaría un correo electrónico de saludo. Conseguir ese correo fue tarea sencilla al llevarme tan bien con la maestra Elvia, le ayudaba a pasar calificaciones de todos los grupos y así pude conseguir su email. Si supiera cuantas veces me tocó ponerle 10. Esos dieces que tanto le encantaban. El trato fue que conocería a la chica " misteriosa" de las cartas y me respondería sí aceptaba conocernos o no, si definitivamente no quería nada conmigo...El día llegó, tal y como lo planeé, una hora después de haber revelado quién estaba detrás de las "cartas misteriosas" respondió el e-mail y casi me muero de la emoción. Como pude mantuve la calma y leí su largo mensaje que de manera resumida decía: "aprecio mucho el detalle, pues nadie en la vida se había atrevido a hacer algo así, pero estoy con alguien más y no quiero ningún tipo de relación contigo".

Obviamente su respuesta me rompió el corazón, pero a la vez me di cuenta que había sido muy valiente por arriesgarme a todo y declarar mis sentimientos. Fue incómodo verlo en la escuela después de tremenda declaración, pero él eligió a otra persona y estoy segura que alguien más me elegirá a mí. Mich tenía razón, uno por amor hacia muchas tonterías.

-Mich, eso fue diferente - afirmé haciendo memoria de ese bochornoso incidente de las "cartas anónimas".
W te diré algo. - dijo Yanira tocando mi mano. - Sólo una vez en la vida, alguien como Ernesto Ibarraran te pretende. ¡No puedes dejar pasar esta oportunidad mujer! - sentenció ansiosa.

Algo Contigo (en proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora