EL ABISMO NOS DEVUELVE LA MIRADA

115 19 20
                                    

Los habitantes de Winden nunca tuvieron la oportunidad de elegir su propio camino. Por más que actuaran siempre había un hilo tirando de ellos que les devolvía al lugar en el que debían estar. ¿Os imagináis estar enjaulados en vuestra propia vida? La soga que os asfixia porque siempre estáis atados a esa realidad que no elegisteis. Hasta ese momento, nadie había sido capaz de cortar la cuerda. Pero ahora Beatrice hacía que las hebras se tensaran y estuvieran a un tirón de romperse. El pueblo de Winden se condenó porque un hombre, profundamente enamorado, no soportó la idea de desprenderse de la mujer que amaba. Y exactamente igual, Beatrice hubiera sido capaz de condenar a todo Winden por no desprenderse del hombre al que amaba. Pero su amor con Jonas, fuerte como un torrente de agua, tenía que ser el motor de la liberación. Sabía que si pasaba demasiado tiempo mirando al abismo, este le devolvería la mirada y acabaría convirtiéndose en todo lo que detestaba. 

La muchacha abrió los ojos todavía sintiendo como si flotara sobre una nube. El sueño la había acogido por primera vez en largo tiempo. Se movió antes de abrir los ojos solo por el puro placer de acariciar la piel desnuda de Jonas. Todavía sentía la suya encendida fruto de la ardiente pasión que habían consumado la noche anterior. Aún notaba la yema de sus dedos delineándole el cuerpo, acariciándola en cada rincón; sus tiernos labios dejando un rastro de besos sobre su piel. Ella tenía la mejilla apoyada sobre el pecho de él y rodeaba su cintura con el brazo izquierdo. Escuchó los latidos de su corazón como si fueran música. Eran constantes, fuertes y llenos de melodías; supo que resonarían en un eco por todo el universo cuando todo volviera a la normalidad porque hay cosas que son imposibles de silenciar. El filósofo alemán Friedrich Nietzsche dijo una vez que la vida sin música sería un error; Jonas era la música de Beatrice.

Jonas notó que la muchacha se movía y dejó el móvil apresuradamente. Tragó saliva antes de respirar hondo y acariciar la larga melena de la muchacha con delicadeza.

-Buenos días. -susurró el joven Kahnwald concentrándose únicamente en la chica.

Ella ensanchó su sonrisa y levantó la mirada para encontrarse con los ojos de Jonas, que ya la estaban esperando.

-Buenos días. -respondió ella llevando la mano que antes tenía en su abdomen hasta su mejilla.

La acarició con delicadeza antes de mirarle los labios y atraer el rostro de Jonas para que sus bocas se encontraran. El beso fue a la vez dulce e intenso, cada gesto estaba desbordado de pasión. A Beatrice no le bastaban los gestos sencillos, no en aquella ocasión, porque quería memorizar cada centímetro de su piel, des de la peca más diminuta hasta la facción más definida. Le necesitaba cerca, necesitaba grabar a fuego aquella sensación tan maravillosa que sentía tanto en el pecho como en el estómago. 

Sin embargo, ninguno de los dos pudo evitar que la verdad les arrollara. Aquella era la última mañana de sus vidas. Tal vez por eso les supo perfecta; fue el mejor último despertar de su existencia. A veces, cuanto menos tiempo tenemos, más sabemos aprovecharlo. Hay algo en la fugacidad de los momentos que nunca vuelven.

-¿Puedes prometerme algo? -dijo ella separándose despacio.

Se apoyó sobre un codo para escrutarle con la mirada. En sus ojos encontró una expresión indescifrable; supo que a Jonas le ocurría algo.

-¿Estás bien? -añadió frunciendo el ceño antes de que él respondiese.

Tragó saliva, y eso lo autodelató. Jonas quería alargar la felicidad que sentía eternamente, odiaba tener que romper el momento, y por eso quería haber ocultado el mensaje de Ulrich un rato más. Pero fue incapaz. Sucumbió en cuanto vio en el rostro de Beatrice que le había calado, que podía leerle el alma antes de que él mismo lo hiciese.

EL ENTRAMADO [Dark Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora