LA LIBRETA DORADA

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-¡NO! -chilló Jonas a punto de desgarrarse la voz antes de que desapareciera.

Intentó atraparla al vuelo, pero se le escurrió de entre las manos sin poder llegar siquiera a rozarla. Ahora, daba vueltas sobre si mismo tratando de procesar lo que sus ojos acababan de presenciar. El hombre con el sombrero había disparado a su amiga justo en el momento exacto en que ella le había soltado para abalanzarse sobre el otro y desaparecer. Simplemente se desvanecieron como por arte de magia. Recordaba haber oído a Teufel decir algo sobre evaporarse; sobre que todo lo que conocía se esfumaría. Pero no esperaba que lo hubiera dicho en sentido literal.

Kahnwald se llevó las manos a la cabeza entrando en pánico. Respiraba de forma entrecortada, jadeante, con las lágrimas en los ojos, las cuales se mezclaban con las gotas de lluvia ardiéndole sobre la piel. A esas alturas estaba totalmente empapado, pero ni siquiera le importaba. Estaba paralizado. El único movimiento que lo acompañaba era el tiriteo de frío, de confusión, de miedo, que dominaba su cuerpo. Las extremidades no le correspondían y su cerebro mandaba órdenes en vano. Comenzaba a sentirse asfixiado, ahogado, al borde de sobrepasarse; la mera idea de tener que procesar otra pérdida le abrumaba. Sentía como si estuviera tumbado en la orilla de la playa y la fuerza del mar le arrastrara con cada ola que rompía al llegar a la arena. El agua lo atraía con su canto invisible hacia las profundidades.

-¡BERTHA! -gritó lo más fuerte que pudo.

-¡BERTHA! -repitió varias veces sin éxito. -Por favor. -suplicó unos segundos después en un susurro casi inaudible.

Al lado de aquella muchacha se había sentido más lleno de vida en un día de lo que lo había estado en meses. Era como la estrella más brillante del cielo nocturno; iluminaba su camino, le guiaba, e incluso le hacía reír con algún destello inusual que podía captar únicamente en un fugaz instante. Él, un humano cualquiera, se sentía conectado por las hebras de un hilo incorpóreo a una estrella del cielo que le hacía sentir acompañado, a salvo, seguro. 

Tenía que ayudarla.

No bastaba tener la promesa de que ella iba a buscarle, no bastaba con quedarse de brazos cruzados esperando. Estuviera dónde estuviera, se encontraba gravemente malherida. Probablemente rozando la fina línea que la separaba del más allá. Aunque no comprendía qué había ocurrido, estaba dispuesto a averiguarlo. Sabía que si la dejaba escapar, nunca podría perdonárselo. Su padre se había quitado la vida voluntariamente y Jonas llevaba todos aquellos meses culpándose por ello. Se recriminaba no haber podido pararle, convencerlo de que siguiera luchando. Hacía ya tiempo que había asumido que si pudiera viajar en el tiempo justo a antes del incidente para evitarlo, lo haría sin dudarlo. 

Cerró los ojos respirando profundamente para centrarse; al mismo tiempo rememoró las últimas palabras de la forastera. "Volveré a por ti, te buscaré, te lo prometo" "...tienes que ir a mi casa y buscar una libreta dorada. Léela, es el único modo de que lo entiendas todo. Luego ve a comisaría, busca en los informes de 1953 el nombre de Be..."

Abrió los ojos de golpe, totalmente determinado en la tarea que debía realizar. Caminó con decisión, a pesar de que aún en shock, hacia la casa de Teufel. Me debatí durante un mero segundo si llamarle, si interrumpir en su senda para guiarle; pero finalmente preferí esperar. Debía descubrir aquello por él mismo, y luego, ya aparecería para que comprobara que todo lo que había leído era cierto. Además, tenía otra tarea entre manos mucho más urgente.

Su trayecto hasta la casa fue agridulce. Por un lado se sentía terriblemente desesperado por encontrarla, aunque había otra parte de él que sentía un punto de emoción al verse al borde del acantilado del misterio, listo para desenmascarar al fin aquella red de sucesos sin aparente conexión.

EL ENTRAMADO [Dark Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora