B.T.

279 31 12
                                    

3 DE NOVIEMBRE DE 1953

El día empezó como cualquier otro, con la pequeña de la casa asomada a la ventana viendo cantar a los pajaritos que se posaban sobre los árboles del jardín. La niña poseía una imaginación desbordante; por lo que aquella pequeña rutina nutría su afán de crear mil historias diferentes. Tal vez era por qué había crecido alimentándose de novelas o qué nació con un par de alas en la espalda que cada vez alzaban más el vuelo. A pesar de tener 5 años, estaba ya cargada de metas por las que pensaba dejarse la piel. Quería ser escritora y triunfar en la labor, crecer junto a los suyos, encontrar su alma gemela, enamorarse de ella y formar su propia familia. Era extremadamente cabezota, de modo que cuando se proponía algo, absolutamente nunca se daba por vencida. Muchas veces pensé que el termino "rendición" ni siquiera formaba parte de su vocabulario. Podían haber baches, agujeros negros que trataban de succionarla, arenas movedizas, terrenos pantanosos o gigantescas rocas, que ella siempre sabía sobreponerse a los obstáculos. Daba igual cuan fondo tocara, su valentía siempre acababa llevándola a hacerse más y más fuerte; a renacer de sus propias cenizas porque sabía que la vida era precisamente eso. Un viaje de autosuperación, de lucha, de pelear por aquello que uno desea profundamente, de vivir con intensidad cada instante.

-¡Beatrice no te lo voy a repetir más! ¡Baja ya a desayunar o llegarás tarde! -gritó su madre desde la cocina exasperada por el retraso de su hija.

-¡Estoy bajando! -mintió con la esperanza de calmarla.

El frío que le transmitió el pomo de metal del portón le provocó un escalofrío. Acababan de adentrarse en el penúltimo mes del año, todavía no había empezado la época de las nevadas, pero las mañanas comenzaban a ser casi tan frías como las de principios de enero.

-Adiós pajaritos. ¡Os veo cuando vuelva del colegio!

Les sonrió mientras se despedía moviendo la mano que le quedaba libre. Ellos contestaron con silbidos alegres y cantares animosos. Les mandó un beso y cerró el portón de madera. Los dorados rayos de Sol no tardaron en aparecer y filtrarse por las ranuras de la habitación de la niña. Le gustaba la atmósfera que se creaba entonces; llena de armonía con la luz tostando los muebles y haciéndole cosquillas en la piel.

Terminó de vestirse a toda prisa para bajar las escaleras velozmente. Dio un salto cuando le quedaban solo un par de escalones para aligerar la carrera y a su vez llegar más fácilmente a su padre, que la esperaba al pie de la escalera para despedirse de ella.

-Buenos días papá. -saludó sonriendo con dulzura.

-Buenos días pequeña. Date prisa o tu madre se enfadará. Además, hay bollos para desayunar y te he guardado uno de propina. -comentó guiñándole un ojo de forma cómplice.

A Beatrice se le iluminaron los ojos llena de ansias por devorar uno de sus dulces favoritos.

-Gracias. -dijo emocionada antes de besarle la mejilla. -Que vaya bien el trabajo, ¡te quiero! -añadió antes de correr hacia la cocina.

-¡Al fin! -celebró su madre mientras se acercaba para peinarla.

De aquel modo, ahorraba gran parte del tiempo que la niña perdía cada mañana. Poco después, ya cuando la mujer había acabado, apareció la hermana mayor por la puerta.

-Buenos días enana, ya era hora. -dijo esta revolviendole el pelo de forma juguetona.

-Hola, hay bollos. ¿Quieres uno? -le ofreció tendiéndole uno con la mano.

-No, hoy he quedado con Jana y los chicos para desayunar en el bosque.

Se pasó las trenzas delante dejándolas a la vista con el fin de presumir de lo bien que le habían quedado aquella mañana. Sin embargo, no le bastó la mirada de asombro y admiración que su hermana pequeña siempre le regalaba. Esperaba un piropo de su madre, que trajinaba por la cocina enfrascada en sus propios pensamientos. Desde que habían alquilado el piso superior a una mujer desconocida y su hijo, la notaba diferente. Sonreía de forma forzada, apenas prestaba atención a su familia y parecía que encontraba cosas mejores que hacer a la hora de encontrarse cara a cara con ellos. Guardaba algún secreto, podía percibirlo aunque la otra creyera que lo ocultaba perfectamente.

EL ENTRAMADO [Dark Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora