LA ENCRUCIJADA. PARTE 2

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24 HORAS ANTES DE LA FIESTA

HANNO TAUBER

Acaricié la espalda desnuda de la muchacha recorriendo su columna vertebral mientras recuperaba el compás habitual de mi respiración. Ella me observaba con expresión indescifrable, pero yo no podía dejar de admirarla. Me encandilaban sus ojos heterocromáticos. Des de que la conocía, siempre tenía la sensación de que reflejaban su dualidad interna. El azul mostraba todas sus transparencias, como si fuera un espejo de su alma. En cambio el marrón abnegaba todo aquello que creías haber intuido en el otro.

-¿Por que me miras así? -dijo al cabo de unos segundos.

Sonreí mientras le colocaba un mechón de pelo detrás de la oreja. No se me daba bien expresar mis sentimientos, ya fueran positivos o negativos. Las palabras siempre se atropellaban en mi garganta y nunca conseguía transmitir lo que deseaba con acierto.

-Ya sabes por qué. -sentencié antes de darle un suave beso en la sien.

-Si no tuviera un anillo en el dedo y no nos conociéramos des de que somos unos renacuajos juraría que solo te interesa mi cuerpo.

Me crié en el orfanato de Winden. Por las explicaciones escuetas que me proporcionaron, logré saber que mis padres me dejaron allá cuando contrajeron el virus de la cólera; el cual se estaba cobrando las vidas de tantos seres humanos alrededor del globo terráqueo. Murieron a los pocos de mi llegada.

Crecí sin familiares bajo un techo cuyas normas debían cumplirse estrictamente, cosa que siempre me traía problemas debido a mis tendencias a hacer travesuras. Me sentía solo la mayor parte del tiempo. Nunca encajé con los demás niños y niñas; era demasiado diferente, demasiado avispado, demasiadas ansias, demasiadas cicatrices que sanar. Por eso sigo recordando mi infancia como un nubarrón gris. Sin progenitores. Sin raíces. Sin cariño. Sin relaciones verdaderas. Sin posibilidades de adopción. Sin alegrías. Sin futuro.

Hasta que llegó ella.

-Claudia... -la llamé enmarcando su rostro entre mis manos. -El destino te puso en mi vida y fuiste la luz que me condujo para salir del agujero. Eres exquisitamente bella, pero nunca serías solo un cuerpo para mí. ¿Te acuerdas de aquel niño maltrecho que siempre estaba castigado? Tu hiciste que creyera que podía aspirar a algo, que no era un caso perdido. Me diste esperanza y me llenaste de un montón de emociones que desconocía. Yo no tenía nada. Pero entonces llegaste y le diste significado a la palabra familia.

 Estaba satisfecho de mi discurso. Eso era lo que ella conseguía; siempre sacaba mi lado valiente. A su lado hallaba la fuerza que estando solo no poseía.

Bajé la mirada hasta sus labios con deseo de besarlos. Siempre sentía que no alcanzaba demostrarle lo suficiente todo lo que significaba para mi. A veces, incluso me atormentaba la idea de pensar nunca podría saciar ese vacío que nos distanciaba por más que me esforzase. Porque la realidad, por más escondida que la tuviera, era que no era lo suficientemente bueno para Claudia.

-El destino no existe. -respondió esquiva y vi como el brillo de sus ojos centelleaba en una brizna de rabia. 

Sentí una punzada de decepción al instante. Tragué saliva con notable incomodidad mientras me incorporaba en la cama. Ella imitó mi gesto cubriéndose con la sábana y puso distancia física entre nosotros. 

EL ENTRAMADO [Dark Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora