LUCES Y SOMBRAS

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La luz del archivo comenzó a parpadear. Jonas se secó los ojos con el dorso de la mano y lo recogió todo apresuradamente metiendo incluso los informes en la bolsa de tela. Fuera como fuese, debía llegar hasta el fondo del asunto; curiosamente no sentía miedo o inseguridad como otras veces, al contrario, se sentía más lleno de valor que nunca. Ya no sabía si todo lo que conocía era real, si estaba dentro de un sueño, o una pesadilla, pero si que sabía que el efecto mágico que Bertha había producido en él le había llenado el corazón de valentía. Aquella muchacha le resultaba un misterio inmenso, el mayor al que se habría enfrentado El club de los cinco, pero él estaba dispuesto a resolverlo.

De repente, toda la comisaría se quedó a oscuras. Escuchó algunos gritos ahogados por el susto procedentes de la sala de espera. Se puso en pie, como si fuera un tronco que nunca se doblega por más que las tormentas lo azoten.

Unas partículas luminosas, casi como si fuera polvo dorado, comenzaron a flotar por la sala. Y fue un pálpito, un cosquilleo por el cuerpo, una premonición; porque antes de que se materializara ante él, ya sabía que aparecería. 

Sus ojos fueron lo primero que conectaron como si fueran dos estrellas perdidas que habían cruzado la galaxia hasta encontrarse. Respiraban al unísono, procesaban la información al mismo tiempo. Eran como dos caras de una misma moneda; dos seres que formaban parte de uno solo, que se complementaban.

Su cuerpo respondió después, cuando de los labios de la chica se escapó, en un susurro, el nombre de él.

-Jonas... -sus ojos acuosos delataron lo frágil que se sentía.

Él, sin embargo, quería que se siguieran observando en silencio unos segundos más que aumentaron los nervios de ella. Habrían pasado horas desde la última vez que se vieron, pero a ambos les habían resultado eternos. Que curioso el modo en que varia la percepción del tiempo.

El corazón de la muchacha estaba desbordante. Se sentía desestabilizada ante la mirada sorprendida del chico. Necesitaba tenerle cerca, saber que todo estaba bien. Toda su vida le pareció una nimiedad con la agonía que sentía entonces. A lo largo de su vida había vivido una odisea, había sido usada, había engañado, había hecho cosas malas; pero si había decepcionado al joven Kahnwald, nunca sería capaz de perdonárselo y se rompería de dolor por dentro. Porque él, a ojos de ella, era diferente al resto de la gente que había conocido. Él le despertaba sentimientos que ni siquiera sabía que tenía. 

-Jonas, déjame que te lo explique... Yo... -comenzó a decir ella con la voz rota.

Pero entonces, sucedió el milagro. Las comisuras de los labios de Jonas se curvaron hacia arriba dibujando una sonrisa que le iluminó el rostro entero.

-Bertha. -la corto él, aliviado y lleno de felicidad.

Jonas contempló a su amiga, la que tantas sombras parecía haber tenido que guardar, la que ya no sabía como llamar, y se dió cuenta de que dentro de aquella habitación a oscuras, ella brillaba, ella era la luz. La única luz que necesitaba para alumbrarse. 

Caminaron a la vez el primer paso, el que lo decidía todo, y luego no hicieron falta palabras para que entonces, los dos corrieran la distancia que les separaba para fundirse en un abrazo que rompió todos sus miedos. 

Bertha dejó fluir las lágrimas, que formaron un riachuelo por sus mejillas sonrosadas, rodeó el cuello de Jonas con sus brazos, no quisiera haberle soltado nunca. Él le rodeó la cintura y escondió su rostro en el cuello de ella. Ambos cerraron los ojos porque se sentían a salvo, se habían puesto a refugio en medio de un chaparrón. No sé si por eso, o porque aquel instante fue como si solo ellos dos existieran en el universo, no se percataron de que la luz había vuelto ni de que los policías andaban como locos por la comisaría. 

EL ENTRAMADO [Dark Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora