TIC TAC

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Bertha me miró alterada al oír el timbre. Se acercó a la ventana solo para comprobar que efectivamente era Jonas quién la esperaba en la puerta. Por unos segundos me planteé retenerla, impedir que se marchara con el muchacho. Y ojalá haber sabido entonces lo que ocurriría para haber podido protegerla.

-Márchate. Lo arreglaré todo, te lo prometí antes de marcharme y te lo vuelvo a prometer ahora.

Se secó las lágrimas que se deslizaban por sus mejillas. Avancé un paso hacia ella al mismo tiempo que retrocedió, alejándose de mi.

-Ten cuidado. -le advertí una última vez antes de desaparecer entre las sombras sabiendo que rechazaría cualquier intento de consuelo que ofreciera.

Teufel corrió a lavarse la cara con la esperanza de frenar el llanto que amenazaba con descontrolarse. El agua fría ocultó lo suficiente las marcas que las gotas habían dibujado en su piel y detuvo las que iban a derramarse. No podía permitirse agobiarse en aquel momento, no podía dejar que las dudas y la frustración la consumieran. Alzó la vista observando su rostro en el espejo, obligándose de recordar cual era la misión que la había llevado a viajar en el tiempo por última vez.

-Por favor Bertha, no lo estropees. -se imploró a si misma mirándose fijamente los ojos.

Apretó los puños con frustración hasta que se alejó de la encimera. Bajó las escaleras un poco más calmada repitiéndose aquel pequeño mantra. Sin embargo, para mi fue como ver personificada la bajada a los infiernos que Dante describió en El Inferno. Aquello, era la simbolización del desgarrador dolor que Bertha estaba a punto de experimentar en las próximas veinticuatro horas.

-Buenas tardes. -dijo Jonas sonriendo cuando se abrió la puerta.

Si Teufel hubiera vivido en aquel Winden desde pequeña, se habría percatado de lo significante que era aquel gesto. Kahnwald apenas sonreía desde el terrible día en que todo se desmoronó; había agotado todas sus fuerzas y ánimos para hacerlo. En cambio, en su presencia siempre lo hacía.

-Hola. -respondió ella alzando la comisura de los labios también.

Cerró la puerta tras de sí tratando de hacer el menor ruido posible a pesar de que la casa estuviera vacía. A lo mejor así sentiría que tenía una familia, que pertenecía a algún lugar que no fuera un laboratorio secreto.

-¿Tus padres no están en casa? -preguntó Jonas como si le hubiera leído la mente.

Bertha tragó saliva buscando rápidamente alguna respuesta que no implicara contarle la verdad antes de tiempo. Avanzó un paso quedándose frente a él; asimismo, aprovechó para observar detenidamente su rostro. Primero observó aquellos ojos grisáceos que tanto le llamaban la atención; seguidamente, en sus pómulos marcados cubiertos por un montón de pecas diminutas que parecían estrellas en el cielo nocturno; siguió el recorrido guiándose por su mandíbula marcada hasta llegar a sus labios, finos y rosados, que cuando se curvaban hacia arriba, hacían latir instantáneamente el corazón de la muchacha con vigor.

-Están fuera, llegaran en unos días. Es... raro de entender, lo sé.

-No, está bien. -respondió con honesta amabilidad. -La vida es enrevesada. Creemos tener el control, pero siempre hay una curva, una bifurcación o un bache inesperado. No es necesario que justifiques nada, mientras estés bien, es lo único que importa.

Teufel, en un impulso tras las palabras de su amigo, se propuso por un segundo que pasaría si llegaba a desobedecer la advertencia recibida hacia apenas unos minutos. Por contra, se forzó a hacer desaparecer rápido aquel pensamiento recordándose lo que llevaba entre manos. Le dolía saber exactamente que ocurriría con la vida del joven; le consumía que precisamente cambiar el curso de las cosas provocara la pérdida de otras.

EL ENTRAMADO [Dark Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora