LA ENCRUCIJADA. PARTE 4

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Un trueno ensordeció nuestras voces y dejó a oscuras la sala. Con la tenue iluminación procedente de la masa negra, el rostro de la muchacha adquirió unos rasgos más íntimos, más tiernos, creaba un entorno de seguridad a pesar de encontrarme en la guarida del lobo. El chapoteo de la lluvia contribuía a componer una suave melodía.

Ella miró a nuestro alrededor y exhaló un suspiro de derrota. Se sacó la capucha para dejar al descubierto su identidad. Temblé en cuanto reconocí la joven con la que me había chocado en la fiesta, la misma que había advertido discutiendo con un hombre en la calle des de la ventana de mi casa.

Nuestras miradas conectaron con una intensidad electrizante. Sentí el impulso de esconderme, como si a sus ojos estuviera completamente expuesto.

-Levántate. -me ordenó tendiéndome su mano.

Miré sus dedos y me fijé en sus uñas pintadas de rojo, tentado por el ofrecimiento de rozar su piel delicada. Pero recordé lo que sentí al tocarla en la fiesta; las imágenes sucediéndose a la vez. Tuve miedo de que se repitiera así que rehusé confiar en ella.

-¿Por que debería hacerte caso? -repuse con reticencia.

Me miró con la curiosidad de quien no está acostumbrado a que le desobedezcan. Levantó ligeramente el mentón; los gestos propios de una líder nata.

-Apaga la máquina.

Por un instante, creí que se dirigía a mi. Sin embargo, no tardé en descubrir que no estábamos solos. La masa negra desapareció al instante y solo veía a la mujer cuando la luz de los rayos se filtraba por la ventana.

-Si esperas que te haga una disertación o una lista sobre las razones por las que escuchar lo que tengo que decirte es la opción más acertada, puedes quedarte ahí donde estás, sentado. -sentenció con diversión.

Fruncí el ceño negándome a responderle. La semilla de la desconfianza seguía brotando en mi interior. La ansiedad empezó a hacerme presión en el pecho, asfixiándome lentamente. Me hice un ovillo y me abracé las piernas con nerviosismo. Acababa de desaparecer del despacho de mi mejor amigo para reaparecer en un lugar desconocido con una muchacha que aparentemente podría haber planificado mi secuestro. Estaba lejos de mi familia, apartado de toda ayuda. Además, las sombras de las penurias de la guerra hicieron eco en mi cabeza, alimentando mis miedos irracionales.

Traté de aliviarlo como hacía en las trincheras, contando números en voz baja. 

Ahora no. 

No podía permitirme tener un ataque de pánico en ese instante.

-Ey... -inquirió ella con voz calmada acercándose a mi. -Respira. Concéntrate en la inhalación y la exhalación. Siente el aire entrando y saliendo de tus pulmones.

Trató de posar una mano sobre mi hombro y me aparté instintivamente. Sentí una extraña punzada de arrepentimiento cuando vi la estela de la decepción cruzando su rostro. Fue sutilmente fugaz, como si se hubiera percatado de que estaba mostrando sus sentimientos y tuviera que volver a engullírselos.

-Silja, sal. -gritó la muchacha.

Una luz procedente de una pequeña lámpara titiló entrando en la sala. El color se escapó de mi rostro en cuanto descubrí a mi hermana allí de pie, vestida con el mismo traje que la desconocida. 

¿Cómo era aquello posible? ¿Estaría soñando?

-Adam, tranquilo, Claudia no va a hacerte daño. Solo quiere hablar contigo. Sé que estás desconcertado, pero estás a salvo, de verdad. -me aseguró mi hermana con su voz dulce.

La escruté con el ceño fruncido y no pude evitar acariciarle la mejilla para comprobar su textura; para asegurarme que no estaba teniendo una horrible alucinación.

EL ENTRAMADO [Dark Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora