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Como si fuese un destello, ahora había sobre el caballete de aquella habitación un lienzo en blanco y frente a él, viendo el horizonte, esta aquel joven de cabellos rojizos como los rayos del sol que recién salen de entre las montañas por allá lejos de casa, lejos de esa vida tan lujosa que conoce, sus finos dedos han tomado un lápiz, con la puta fina y el color tenue y ahí, en aquella blanca tela se va delineando un par de ojos, grandes y seductores pero a la vez denotan amor y un alma profunda llena de cosas interesantes. 

El grafito se desliza hasta el cuello y luego hacia abajo y se detiene en el torso porque el artista que yace frente a su creación se ha sonrojado, un par de garabatos más y ahora aquel torso se cubre con las prendas de un vestido casual para una ocasión casual y luego, delinea esos brazos que ha visto solo un par de veces y finalmente sube de nuevo a dibujar esos dorados cabellos que juraría parecen un nido de pájaros pero a la vez son tan suaves como la seda misma.

Las notas de "Les maudits mots d'amour" hacen juego con el corazón que late a mil por hora pero que se mantiene ahí, serio y sin ninguna alteración, los pinceles suben y bajan por aquel lienzo pintando aquella figura, un bello retrato de aquel muchacho que ha visto solo un par de veces pero que no sale de su mente, se ha ensanchado en sus deseos y eso está mal, porque se volverá loco si sigue persiguiendo a su adorado señor Bovary; el pincel más delgado delinea el parpado, las cejas y aquellas largas y bonitas pestañas que cubren esos ojos azules como los cielos de las madrugadas y luego, aquella bronceada piel y esos labios que se han grabado con fuego en su subconsciente.

Y su conciencia le dice que algo anda mal y de hecho eso parece porque detrás de él hay una persona viendo cómo es que el pincel pone en la esquina inferior derecha el nombre: Milo Antares, y como de la boca de aquel fino pintor, sale un suspiro, uno callado que viaja con el viento, quizá, hasta donde yace la musa que ha servido de inspiración para aquel que ahora se ha volteado y ha visto con horror como los ojos azules de su madre le miran con reproche y con algo parecido a la decepción, es el primer retrato que hace y lo ha hecho de un extraño. 

— Madre — su voz sale apenas como un quejido — ¿desde cuándo estas ahí?

— Lo suficiente para verte pintar ese retrato — responde con los brazos cruzados — ¿Quién es?

La sangre se le hela cuando pregunta y no sabe que responder, pasa una cantidad considerable de saliva y se pone justo frente a su creación, ¿Qué dirá ahora?, ahora no puede bajar la cabeza y esperar el regaño, ahora tiene que hablar, pero él no miente, pero tampoco quiere ser prisionero en aquella casa que le pone mal, no quiere condenarse perpetuamente a un encierro en aquella habitación porque siente que se asfixia a cada hora, porque sus manos no pueden hacer otra cosa más que pintar, tocar el piano o leer, también necesita el aire fresco de las calles de Montpellier y su libertad. 

 —No importa, solo es un retrato y ya — responde desviando la mirada.

—Camus Lacroix — los músculos se tensan cuando oye la voz de su madre llamarlo por su nombre completo — no me hables así

¿Pero así como?, quizá solo puede apretar los puños, porque su madre tiene que ser así... sabe que es por su bien pero parece que fuese... más bien que estuviese en un reformatorio militar o algo así, ya no responde, le da la espalda y cambia aquel lienzo por uno en blanco y vuelve a tomar el lápiz, lo desliza desde la parte inferior hacia arriba, ha dibujado la portada de Madame Bovary y siente como su habitación es desalojada, mira de reojo como la puerta se cierra y suspira, de nuevo y vuelve a dibujar, esos ojos: azules, libres, seductores, rebeldes; es una escena que también habita en su mente y que no puede olvidar.

Afuera ha comenzado a llover, es lluvia de otoño; fría, precipitada, ruidosa, penetrante, con olor a canela y sabor a calabaza, pero Camus aun no puede sentirlo ni olerlo ni saborearlo porque yace dentro de cuatro paredes que parecen una prisión, y como si su mente y esa pintura llamasen al protagonista de sus pensamientos, su teléfono comienza a sonar a la par que en aquella ventana, las gotas de lluvia comienzan a golpear, como llamando al habitante a que escape de su realidad.

— ¿diga? — pregunta aunque ha visto el nombre en la pantalla.

"¿Camus?" preguntan al otro lado de la línea, como temiendo que se hubiese equivocado, recibe como respuesta una corta afirmación. "¿Estas libre mañana?"

—Sí, ¿para qué? — pregunta porque la curiosidad se ha ensanchado en su persona, aquel día en la cafetería pudo conocerle más allá de una simple compensación, supo su nombre, su edad y por si fuera poco algunos de sus gustos.

"Ya lo verás, te veo en la cafetería a las 3"

—Está bien, te veo ahí — colgó y entró en pánico,no porque fuese a ver de nuevo a Milo, sino porque había altas probabilidadesde que esta vez no fuese un sermón si no un regaño y un castigo, pero a estasalturas se decía así mismo que no importaba. 

Vio su obra sin terminar y soltó una pequeña risa, de esas que casi nunca salía de sus labios, y despues se tiró de cara a su cama, como queriendo ahogar un grito con la almohada pero no lo hizo, solo se puso a revisar su teléfono, una cosa por aquí y otra por allá, su arte era la sensación en las redes sociales y eso le hacía feliz, despues recordó que no había terminado de leer a Albert y pensó, por un momento, que aquella extraña invitación era para pasar de nuevo un rato agradable, sin saber el hecho de que, aquel rubio solo había buscado una excusa para verle de nuevo o quizá estaba en sus planes hacer algo más porque había visto de Lacroix una parte que estaba seguro, no le mostraba a cualquiera.


🦂❄
llegué y adivinen quien volvió a la universidad... sip, yo y solo quiero decirles que aré lo posible por actualizar temprano, solo que no prometo nada, espero comprendan a esta pobre alma.

Dan R

Sweet TragedyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora