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Capitulo largo, muy largo. 

Francia, 30 años antes.

Sus reuniones eran siempre una buena excusa para hablar de lo inconformes o hasta enojados que estaban con las decisiones de sus padres o abuelos, que si la herencia, que si el matrimonio que les esperaba, que si esto o el otro, siempre era lo mismo pero eso solo era una buena forma de entablar conversación con los demás, eran amigos desde sus tiernos 4 años y ahora, que la mayoría tenía 25, a excepción de Mystoria Lacroix, quien estaba a punto de cumplir los 28; su amistad iba a durar hasta su muerto, o al menos eso era lo que Sasha Labelle decía.

Paseaban por el parque mientras charlaban de la nueva representación de Hamlet, de la semana pasada en el teatro, dónde la idea principal y la punta de la calurosa conversación, no era más que el descontento de Cardinale Lambert por la pésima interpretación del villano, todos reían al escucharlo, y le hacían ver que había sido acorde a la obra, despues de todo, ninguno de ellos era actor y por lo tanto no podrían opinar; mientras seguían caminando por aquella vereda, los ojos violetas de Deggie Le-roux paseaban por las personas presentes, deteniéndose y perdiéndose en la extrañeza de un hombre que no había visto, se quedó viéndole con detenimiento.

Había viajado a Francia solo por diversión, para conocer otra manera de vivir, Kardia Antares era un aventurero que llegó a Montpelier por azares del destino y porque se equivocó de avión, pero teniendo la opción de regresar a Grecia, decidió quedarse un poco. Ahora paseaba por el parque y sintió sobre él una mirada, suave pero pesada, así que la buscó por todos lados, percatándose de un par de ojos violetas cubiertos por un par de anteojos, una piel blanca preciosa y unos labios encantadores, le sonrió y aquella chica se sonrojó, luego salió corriendo.

— ¿Deggie? — la llamó Sasha.

— ¿Le-roux, sucede algo? — cuestionó Lambert al percatarse de su mirada perdida en algo o más bien, en alguien.

— ¡DEGGIE! — Albafica Antoine la sacudió un poco sin tener resultados.

— ¡DEGGIE LE -ROUX! — Gritó Pandora Blanchard y la francesa reaccionó.

— ¿Me hablaste? — preguntó con una mueca que decía "no escuché nada".

— No, pero parece que estabas en medio de un viaje astral, y mírate, pareces tomate — le contestó aquella mujer de cabello negro como la noche.

— Hay que pena, Pandora — le respondió cubriendo su rostro.

— ¿No me digas que te flecharon? — Cardinale movió las cejas de arriba abajo.

— Eso es ridículo — intervino Lacroix.

Deggie desvió la mirada y no se habló más del tema, quizá Mystoria tenía razón y eso era ridículo, no sabía quién era, como se llamaba, de dónde venía, a dónde iba pero esa sonrisa, esa maldita sonrisa cambió algo en ella que quizá y solo era la punta del iceberg de todo lo que se avecinaba, esa misma tarde, todos volvieron a casa, todos, excepto la de ojos violetas, ella regresó sobre sus pasos al parque con la esperanza de verlo de nuevo y quizá, preguntarle al menos su nombre, pero no tuvo suerte, ni esa tarde ni las siguientes cinco, fue hasta la sexta que aquel hombre se dignó en aparecer, curiosamente en el mismo lugar donde por primera vez, sus miradas se cruzaron.

Quizá su encuentro no fue el mejor de todos, porque a Deggie se le fue la voz cuando lo tuvo cerca y él solo se dedicó a mirarla directo a los ojos, a esos ojitos preciosos que le decían todo, eran un par de extraños que no se conocían en absoluto pero que eso cambiaría al pasar de los días, de los meses y de los años, y de hecho, el cómo se llegaron a amar es un tanto irrelevante, puesto que el hecho de ser tan distintos los llevó a entenderse muy bien, él era griego y ella francesa, él era inoportuno y ella recatada, él era fuego y ella hielo, pero los opuestos se atraen ¿no?.

Sweet TragedyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora