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Ahora estaban en el recibidor siendo regañados por un muy enojado Mystoria, despues del incidente, Surt tomó cartas en el asunto y le reclamó a Camus el actuar de su hermano por lo que el francés reaccionó de una manera, digamos, un poco violenta, el escandalo llegó a oídos de la madre del ruso y de Shijima, ambas mujeres iban a intervenir cuando el señor Lacroix salió con cara de pocos amigos de su estudio, ahora tenía a los dos mayores con la cabeza baja, al pequeño Krest a punto de llorar y a la desdichada Simone queriendo que la tierra se la tragara y la escupiese en su hermosa y helada patria... una lástima que eso no era posible.

—Ustedes dos — señalo al pelirrojo y a su, no tan querido, acompañante — se supone que son los adultos en este asunto — ambos no sabían cómo responderle, uno porque no quería un castigo y el otro no quería que lo echaran de aquella bella casa.

—Solo defendí a mi hermano — dijo Camus sin despegar la vista del suelo. Surt no respondió.

—Y tú — alzó un poco más la voz cuando se dirigió a Simone — esas no son maneras en las cuales se comporta una dama — le miró, pero Simone ni siquiera se dignó en abrir los ojos.

—Lo siento, fue culpa de Krest. — la jovencita respiro hondo. — yo no hice nada malo, solo quería darle una lección. — Mystoria soltó un suspiro.

—Krest — el pequeño se apegó más a las piernas de Shijima, la voz y mirada de su padre, siempre lo intimidaban — cada día te pareces más a tu madre — trato de sonreírle — pero eso no es motivo para que te comportes de esa manera con nuestra invitada.

—Padre — su pequeña vocecilla salió apenas en un susurro — yo no quise hacerle daño a Simone, quería que jugara conmigo pero no me hacía caso, por eso alce la voz — sus ojitos llorosos y su puchero le dieron al señor Lacroix lo que necesitaba para dar su veredicto. 

Se giró por un momento, esos ojitos azules le recordaban tanto a la madre de Krest que juró viajar en el tiempo a esa vez en la que se vieron por primera vez, pero eso ya era pasado, un desliz en su vida que no volvería a repetir, un desliz que tuvo un bello y tierno producto que ahora está a nada de soltarse en un llanto desgarrador por aquel regaño que, aunque merecido, demasiado injusto. Las manitas del menor se aferraron con más fuerza a las hermosas telas de ceda de la mujer pelirroja, esperando paciente pero a la vez nerviosamente, las palabras de aquel hombre al que ama y teme en la misma medida.

—Evitaremos que esto vuelva a pasar — la voz de Mystoria se volvió a oír, tan imponente como siempre — No es descortesía — miró a la otra mujer — sin embargo es preciso que se retiren de mi casa esta noche, no quisiera otro escándalo como este.

Ni siquiera le dejó responder, volvió a entrar como salió de aquella habitación, Shijima lo siguió dejando al menor con Camus y este llevándolo a su habitación, la que ocupaban como fortaleza y refugio, los invitados se quedaron ahí, viéndose los unos a los otros sin saber por dónde comenzar, quizá, con la única certeza de volver algún día en un futuro no muy distante, aunque ello pareciera la más cruel de las amenazas.

Una vez en el fuerte de ambos hijos Lacroix, Krest se permitió llorar abrazado al torso del pelirrojo mientras este le acariciaba sutilmente la cabeza y le decía que todo estaba bien y que aquello solo fue el pequeño precio de una libertad que ambos gozarían desde ese día y hasta que la repúgnate amenaza volviera a importunar sus vidas.

~●~

Hilda entraba sigilosamente a la habitación de su paciente, su reloj marcaba las siete de la mañana, y sabía, por experiencia propia que el joven Lacroix dormía hasta casi las nueve, pero ese día en particular había dos cosas importantes que tenía que decirle: una de ellas era la llevaba en las manos junto a una deliciosa rebanada de pay de manzana y la otra, en la mente y ¿Por qué no? En el corazón, no cabía de felicidad, aunque, para ser sinceros, Hilda no sabía si contárselo o no, le carcomían los nervios y el miedo, tal vez, pospondría aquello un poco más.

Camus — susurro despues de sentarse a la orilla de la cama del francés — Camus — le movió un poco solo para recibir como respuesta un sonoro quejido — Camus, despierta — alzó un poco la voz

Cinco minutos más, Hilda — le dijo con voz somnolienta, la mencionada solo pudo reír bajito mientras veía como el pelirrojo se cubría hasta la cabeza con la sabana y le daba la espalda.

—Camus, es importante lo que te diré, si quieres despues puedes dormir todo el día — le habló de la manera más dulce que pudo.

—Está bien — se sentó en la cama tallando sus ojos

Hilda esperó a que estuviera en sus cinco sentidos, mientras esto pasaba, la muchacha no dejaba de sonreír de manera tenue, escuchó al joven soltar algo parecido a un bufido seguido de un muy escandaloso bostezo, los ojos rojos de Camus se posaron en ella, le sonrió de manera amable, Hilda le extendió el manjar horneado que desprendía un exquisito olor para despues pasar a sus manos un bello sobre color rojo. Lacroix puso sobre sus piernas el pay y giró el sobre por todos lados sin encontrar remitente ni nada que pudiese decirle de quien era aquella carta.

— ¿Quién me la envía, Hilda? — preguntó u siguió girando el sobre.

—Si la abres y la lees, seguro sabrás quien te la escribió. — la miró incrédulo, pero sabiendo que ella era una de las personas en las que confiaba lo hizo sin dudarlo.

Se encontró con una bella hoja muy bien doblada, perfumada con un delicado aroma a lirios, las manos comenzaron a temblarle, el primer doblez desapareció y casi seguido, el segundo se desvaneció, dentro de aquel papel estaba una caligrafía que reconocería en dónde fuera, ni siquiera había comenzado a leerla y ya estaba sonriendo como un loco, inhalo y exhalo un par de veces antes de aventurarse a la primera línea, a esa que decía "Mi dulce Camie", los ojos se le iluminaron como nunca antes, descendió al saludo un tierno "espero que en ese lugar estés bien", para luego adentrarse en el cuerpo de aquella carta.

Sus ojos se movían rápidamente, sonreía, suspiraba, desviaba la mirada y volvía a las líneas con un tenue sonrojo en sus blancas mejillas, estaba por terminar cuando se topó con "mis padres y yo te extrañamos como no tienes idea", aquella confesión le llenó el corazón de melancolía, pero sin demostrarlo siguió descendiendo, justo en la despedida, aquella que solo aumento sus esperanzas ese sutil y prometedor "nos veremos de nuevo", hizo a su corazón latir como la primera vez que tuvo el privilegio de probar aquellos adictivos labios. Dobló la carta cuando terminó de leerla.

— ¿Cómo...

— Lo vi ayer en el parque — dijo Hilda — fue casualidad, dijo que, despues de la carta que le enviaste, siempre cargaba con esta con la esperanza de verme y poder hacerla llegar a ti, Camus...

— Gracias — fue lo único que pudo decir — ¿Qué era lo que me ibas a decir? — pregunto.

— ¡Oh!, nada Camus, algo sin importancia — le sonrió — ahora puedes seguir durmiendo — salió de la habitación dejando a Camus degustando aquel manjar y pensando que tal vez, así estaba mejor.


❄🦂
Esos dos lograron su objetivo.

Pobre Krest, hay que abrazarlo, esta chiquito, ¿Quién será la madre del cubito pequeño?

Hilda como siempre tan linda y ese Milo es lo mejor del mundo. 

¿Qué creen que era lo que Hilda le quería decir a Cam?

Hoy llegue tarde... 

Dan R 

Sweet TragedyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora