Baile de máscaras

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Baile de máscaras

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Baile de máscaras

Han transcurrido recién tres días desde que el Gran Duque de Konoha llegó a Suna anunciándonos el cambio de planes, invitándome a su vez al gran baile de máscaras organizado por su majestad la reina al cual mi familia aceptó, sin embargo, sólo asistiríamos mi hermano menor y yo pues mi padre y Kankuro habían de partir a la región sur para una revisión militar. Habíamos estado varados estos días pues las tormentas de arena han atrasado, las cosas no han cambiado mucho salvo que nuestros invitados hacen las tardes más amenas. Han enviado una carta al país de Konoha para avisar de nuestra asistencia y así también enviarán los carruajes que nos llevarían. Mi padre se había opuesto en un inicio diciendo que los nuestros nos llevarían, pero el gran Duque ha insistido demasiado que terminó cediendo. Yo he seguido con mis respectivos calendarios y citas en cuanto a corte y campo de entrenamiento refiere.

Un día antes de partir llegó un joven pintor quien había sido enviado por el príncipe de Konoha para hacer un retrato mío, aquello llevaría algunas horas, según él, ya que sería al lienzo y sería más fácil su elaboración. La orden había sido que al terminar la pintura fuera entregada inmediatamente al príncipe. Llevaba aproximadamente dos horas posando, me dolía un poco la espalda pues tontamente acepté hacer la pose de pie. Pasados unos minutos Naruto y Gaara entraron al salón donde me encontraba para "matar tiempo" pues nuestros padres habían salido de casería.

—¿Aun no terminan?

—El arte requiere tiempo, dedicación, detalles y paciencia—el joven pintor ni se inmutó y siguió en lo suyo.

—Sabía que estaba impaciente por tener un retrato tuyo, pero eso es un poco, no sé cómo decirlo ¿desesperado de su parte? —Naruto jugaba con una daga con su derecha mientras Gaara observaba con detenimiento sus movimientos, estudiándolo.

—¿Tu crees? —traté de no sonar tan sarcástica—Por lo general es algo común, según me han dicho, un retrato del tamaño regular y uno pequeño para un guardapelo.

—Bueno, ya tenía uno.

—Han pasado años de ese último, lo que me hace pensar ¿por qué los hombres pueden vernos antes del enlace y nosotras debemos quedarnos con la incertidumbre hasta esta?

—Lo llaman estrategia—el rubio rio—Así no huirán por nuestra fealdad, los hombres no somos tan buenos para posar, oh bueno, somos buenos para posar cuando ya somos viejos. Además, no nos suelen pintar como a las mujeres.

—¿De qué manera?

—Hermosas—sonrió—Dime, la pintura de tu padre de joven se parece al real.

—En lo absoluto, se ve deprimente.

—Ahí está tu respuesta.

—Veo que eres bueno con la daga.

—También con la espada. El combate a media y corta distancia es mi especialidad.

—Mi hermana también es buena usando la espada—Gaara habló por primera vez, levantándose de la banca y situándose a un lado mío—También la ballesta. Ha casado algunos jabalíes para las cenas de mi padre.

En espera de las nubes blancasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora