Investigaciones

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Los personajes utilizados pertenecen a Masashi Kishimoto así cómo todo a Naruto se refiere, la historia me pertenece

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Los personajes utilizados pertenecen a Masashi Kishimoto así cómo todo a Naruto se refiere, la historia me pertenece.

Esta historia la escribo sin fines de lucro, única y exclusivamente por mi amor a la lectura y escritura, sobretodo para todos ustedes.

Capítulo 9

Investigaciones

—¡Kankuro! —me giré para verlo, él estaba en perfecto estado, no tenía ninguna señal de herida. Se veía cansado, las bolsas que adornaban sus ojos eran clara señal de varias noches de desvelo y el descuido de su barba sin afeitar me dio mucho qué pensar, sin embargo, me consuela verlo y saber que está bien.

—Temari, ya no eres una niña, joder—gruñó y yo hice mala cara. Miré a mi alrededor, eran aproximadamente cinco jinetes que acompañaban a mi hermano, todos con sus armaduras puestas y con espada a la cadera. Torcí la boca—Vámonos.

Mi felicidad se esfumó en segundos, si hay algo que detesto de Kankuro es cuando toma el papel de hermano protector, él y yo sabemos que soy perfectamente capaz de cuidarme sola, pero me queda la duda si lo hace para reprenderme o para tratar de impresionar a mis damas de compañía. Cualquiera que sea su intención puede irse al diablo.

Trato de relajar mi rostro y ocultar mis pensamientos, a estas alturas tener tanto tiempo levantada la ceja me va a pasar factura. Me reacomode en mi yegua y una vez segura que el cofre estaba bien resguardado en el saco donde llevábamos provisiones emprendimos el viaje de regreso.

Está de más decir que el recorrido fue muy incómodo, una vez en las caballerizas Sakura e Ino se despidieron de mí para ir a sus aposentos a cambiarse, mientras que Kankuro y yo nos dirigimos al ala oeste en sepulcral silencio. Una vez dentro Kankuro se fijó frente a mí y cuando estaba a punto de hablar le solté un puñetazo en el estómago.

—Qué... —escupió—¡¿Qué carajos, Temari?!

—¡Ni se te ocurra!—grité—¿Dónde demonios han estado tú y papá? Tienes idea de lo preocupada que estaba ¡No me mires así!

—Temari, tranquilízate—se dobló apoyándose en las rodillas—¡No tenías por qué golpearme, carajo!

—¡No me grites! ¡Y cuida tu lengua!

—No eres tú quien debería decirme eso, que lo aprendí de ti, no he escuchado a soldado alguno que sea capaz de superar tu sofisticado vocabulario.

Estaba por soltarle otro puñetazo, pero él fue más rápido esta vez interceptando mi mano y la tomándola con fuerza.

—Si no te calmas, te juro por lo más valioso que tengo, que te haré dormir como cuando eras niña y comenzabas a comportarte como hombre—me soltó—Sólo mírate, estas hiperventilando. Reconozco mi error al no haberte avisado nada, pero ahora estoy aquí.

En espera de las nubes blancasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora