Capítulo 34: Aras de los Olmos

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Aitana pasó el fin de semana muy triste, le había confesado a Germán sus sentimientos y él no había respondido nada, no había corrido tras ella ni le había reciprocado su confesión.

El domingo en la tarde, para su sorpresa, le entró un mensaje: era de él. Lo abrió con el corazón acelerado, creyendo que se trataría de algo personal, pero en su lugar era un asunto de trabajo.

“Hola, lamento interrumpir tu domingo para hablar de trabajo. Tengo un expediente de un caso de Aras de los Olmos, el cliente ha contactado nuestros servicios por un despedido indebido. Es necesario ir hasta Aras a hacer varias entrevistas y hablar con el cliente, infortunadamente no puede trasladarse hasta acá. Necesito que te ocupes de esto, por favor, mañana mismo. Te llevaré hasta Aras y luego me regreso, lleva ropa porque deberás pasar seguramente una noche en un hotel. El Bufete correrá con los gastos. Buena tarde.”

Aitana se sintió peor después de leer su mensaje, no por la tarea que le indicaba, sino por la frialdad que se traslucía. Quizás había malinterpretado las cosas entre ellos, tal vez Germán no la quería lo suficiente y ella tenía que olvidarse de él.

Anunció en su casa que estaría fuera dos días, pero su familia no se preocupó. Luego pasó el resto de la noche del domingo preparando su pequeño equipaje. Al día siguiente, a las dos de la tarde, llegó Germán a su edificio, ella ya le estaba esperando fuera.

—Buenas tardes —le comentó él.

—Buenas tardes —respondió ella.

Germán se notaba particularmente contento, algo que ella no entendía en lo más mínimo. Aitana estaba de pésimo humor y él lo sabía, tal parecía que se estaba burlando en sus narices de ella.

—¿Cómo está Nana?

—Muy bien, gracias —el auto comenzó a andar—, te manda un beso.

—Germán, no tengo la menor idea del caso que dices de Aras de los Olmos, deberías al menos ponerme al corriente porque cuando vea al cliente no sabré qué decirle.

—No te preocupes —repuso él relajado—, no es un caso difícil y llevo el expediente en mi maleta, cuando lleguemos a Aras te lo daré y podrás echarle una ojeada antes de que te entrevistes con el cliente.

—Está bien. Por cierto, no tenías que haberte tomado tanto trabajo en traerme, yo pude haber viajado por mi cuenta.

—Es lo menos que puedo hacer por ti —contestó—, sé que te avisé con poca anticipación y deberás hacer varias entrevistas e incluso quedarte una noche en la ciudad… ¡Eso puede suponer un problema para ti!

—En realidad no, adoro Aras, es un pueblo tan pequeño y pintoresco que es un encanto. Cada vez viven más personas allí y no sé por qué, pues es un lugar especial.

—Yo también lo creo —Germán ya tomaba la carretera—, ¿sabes que mi padre nació en Aras?

—No lo sabía…

El resto del tiempo permanecieron callados mientras Germán manejaba con cuidado. Aras de los Olmos era una pequeña ciudad rodeada de montañas que pertenecía a la Comunidad Valenciana.

Media hora después llegaron allí, Aitana se quedó observando las antiguas edificaciones de piedra, las montañas que se divisaban a lo lejos, lo pueblerino de aquel lugar que parecía sacado de un libro antiguo.

Estaban en el centro de la ciudad, Aitana vio a lo lejos la parroquia, pero pronto Germán se encaminó por una carretera, hacia una casa de piedra blanca, con un hermoso jardín lleno de rosas rojas que se encontraba en lo alto de una colina, sin nada que la rodease.

Germán aparcó frente a la casa, se bajó y tomó el equipaje de Aitana, así como el maletín que había llevado consigo.

—¿Por qué nos detenemos aquí? —Aitana estaba extrañada.

—Por favor pasa y no hagas preguntas —le contestó él.

Aitana estaba aturdida y entró al jardín. Una fuente antigua todavía echaba agua y la casa tenía una vista envidiable de la sierra. Podía acostumbrarse muy bien a despertar todos los días si el premio era abrir la ventana y hallar una imagen como esa.

Germán abrió la puerta con una llave que llevaba, así que Aitana no dudó de que aquella casa fuera de la familia.

—Muy bien —le dijo a él—, intuyo que esta casa debe ser de tu padre. Es preciosa. Seguro que él ha tenido la delicadeza de permitir que me quede aquí esta noche y no en el hotel.

—Exactamente, eres muy inteligente —le respondió él con una sonrisa.

Germán cerró la puerta de la calle y la condujo al primer piso, donde le indicó cuál era su habitación. Aitana entró en ella: era sencilla, de paredes blancas, con una cama de cuatro postes de nogal, al fondo una ventana que ella abrió enseguida para ver la vista que no le decepcionó en lo más mínimo. Las montañas grises y verdes de aquel paisaje le encantaron. Cuando se giró hacia la puerta, vio que Germán continuaba allí.

—Me alegro que te guste —comentó él.

—Me encanta… —dijo, pero estaba un poco extrañada por lo que estaba sucediendo.

Germán dejó arriba de la cama el maletín de Aitana y se encaminó a la salida. Ella le siguió.

—¿Regresas ya a Valencia? —le preguntó.

—No.

Germán bajó la escalera y detrás de él Aitana, con varias preguntas por hacerle. Él había dicho que una vez que la dejara en la ciudad se marcharía… Germán llegó a la cocina y abrió la nevera para tomar agua.

—Germán —se volteó cuando ella le llamó—. ¿Podrías darme el expediente para irlo leyendo ya?

Germán dejó sobre la encimera el vaso vacío, después de beber aprisa.

—Por supuesto, solo me estaba refrescando.

Aitana respiró, aliviada. Lo que había sospechado era solo fruto de su gran imaginación…

Germán rodeó la encimera y se colocó frente a ella, la miraba de una manera muy detenida, como si quisiera decirle algo… Aquellos ojos ámbar la estaban envolviendo. Dio un paso más hacia ella y Aitana volvió a sentirse nerviosa… La tomó de las caderas y la acercó a él.

Aitana no había dejado de mirarlo a los ojos y no opuso resistencia.

—No hay ningún expediente… —le confesó.

Ella se quedó en silencio, no tan sorprendida.

—Te amo —prosiguió él—, te amo y quería decírtelo aquí, donde no tienes escapatoria…

Dicho esto, la tomó por la nuca y le dio un beso largo, apasionado, un beso que la llevó al cielo en un instante. Aitana se abandonó en sus brazos, vibraba al sentirlo en su boca, temblaba de placer con las manos de él sobre su cuerpo, acariciándole, pero sobre todo estaba muy feliz.

Hola! Espero que les haya gustado!!! Un beso 😘

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