Aitana y Henri se dieron miles de besos en la Torre, sin palabras ni frases trilladas, sus labios decían más que ellos mismos. Aitana le sonreía, nerviosa, y con el corazón acelerado. Henri se veía feliz y no dejaba de abrazarla.
-¿Sabes que deseaba hacer esto desde el primer día en el que te vi en el Museo de Orsay?
Ella se alejó un poco de él, riendo.
-Apenas me habías visto una vez y yo evidencié ser muy torpe, además, no puedo entender por qué te interesaste en mí.
Él meditó un momento su respuesta.
-Te veías tan encantadora, natural y a la vez inteligente, que me deslumbraste. Eso sin hablar de tus ojos, esos ojos oscuros que me fascinan.
Aitana volvió a acercarse y lo besó, con pasión, tanto que terminaron con la respiración entrecortada.
-Quiero invitarte a cenar, he hecho una llamada y nos esperan en un lugar muy exclusivo.
-Te advertí desde el comienzo que soy una mujer muy sencilla.
-Lo sé -contestó-, y eso me encanta de ti, pero este momento que vivimos requiere de la mayor formalidad. Sé que es muy pronto para decírtelo, pero te quiero, Aitana -le confesó-. Te quiero no para un par de días o para una noche, ya de eso he tenido bastante en los últimos meses y tú eres diferente. Te quiero conmigo, en mi vida...
Aitana estaba asombrada. Parecía que la altitud de la Torre le estaba haciendo mal a Henri.
-Regreso a Valencia dentro de dos días -le recordó-. Tenemos vidas completamente diferentes...
De repente ella se había vuelto muy seria.
-Es verdad -afirmó él-, pero no te adelantes a los acontecimientos. Te pido que vivas sin pensar en lo que pueda suceder, yo te quiero conmigo y eso es lo importante. Ya habrá tiempo de hablar acerca del futuro.
Aitana no le contestó, tan solo lo miraba en silencio.
-Además -prosiguió él con una sonrisa-, según tú, íbamos a ser tan solo amigos, y me parece que ese beso que me has dado dista mucho de una simple amistad.
Aitana sonrió y le dio un abrazo.
-Yo también te quiero -le contestó.
Bajaron abrazados de la Torre y se encaminaron hacia el auto de Henri. Luego él la condujo hasta la rue Royale, donde se hallaba el restaurante más famoso del mundo: Maxim's. Aitana quedó asombrada cuando se encontró allí.
-¡Dios mío! -exclamó todavía incrédula, frente al exterior del restaurante.
-¿Podrías relajarte? -le pidió riendo-. Dejarás desconcertado al portero.
Aitana le dio la mano y los condujeron hasta una mesa. Los salones eran preciosos, las paredes estaban revestidas de madera, pero daban espacio también a grandes tapices con figuras femeninas. La luz era tenue, en la mesa había una pequeña lámpara. El piso alfombrado con flores y colores, daba un ambiente único a aquel lugar.
-El restaurante se fundó a finales del siglo XIX -le contestó él-, y fue la cuna de muchas personalidades durante la Belle Epoque. Ha alcanzado una gran fama, como bien sabes, y la verdad es que es un lugar romántico y muy tradicional, espero que te guste.
-Me encanta -dijo sonriendo-, pero me temo que la cuenta será alta.
-No importa, nos lo merecemos.
De entrante pidieron un risotto, que estaba exquisito, acompañado de una botella de champagne. Volvieron a brindar, esta vez por ellos y por el futuro. Para el primer plato Aitana escogió un foie gras y Henri caviar.
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París para dos... ✔️
RomanceAitana Villaverde es una joven valenciana, recién graduada de Derecho. Visita París en el verano, su gran sueño, pero viaja sola... En esos días conoce a Henri Maunier, un guapo, rico y talentoso parisino que le hará conocer la ciudad de una manera...