Capítulo 2: Encuentro en Solferino

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Aitana se recriminaba por la respuesta negativa que le había dado ante su invitación. ¿Por qué haber dejado pasar esa oportunidad? Cierto que ella no le conocía y que tenía precaución ante los extraños, más en una ciudad desconocida, pero él era tan amable… Además, estaba con su abuela, ¿qué tenía de malo tenía haberse desviado, al menos media hora, de su itinerario? Por otra parte, detestaba ser entrometida, así que se convenció de que había actuado bien.

Terminó de ver la sala impresionista: el Almuerzo sobre la hierba de Monet, dividido en tres pedazos, también le pareció muy bonito, pero prefería el de Manet. Quedó enamorada de las bailarinas de Degas y se detuvo ante la escultura de la pequeña bailarina de catorce años, hecha de bronce. ¡Se veía tan real con su ropa de ballet!

Luego de salir de la sala impresionista, se convenció a sí misma de tomar un refrigerio en la cafetería. Bajó hasta la planta baja y entró en ella. En la distancia y para su sorpresa, vio salir por una puerta no destinada al público a Henri con una señora encorvada y muy elegante que dedujo se trataría de su abuela. Por instinto, Aitana se dirigió a la misma mesa que habían ocupado, ubicada en una esquina y dejó su cartera en una silla. Quizás de haber llegado antes se los hubiese encontrado, ¡qué pena no haber coincidido una vez más con aquel francés de ojos de mar!

Ya en la mesa pidió un bocadillo y un jugo. Mientras esperaba, se le ocurrió buscar en su teléfono a Henri Mounier. ¡Quedó atónita cuando constató los resultados de su búsqueda! Hubiese esperado encontrar un perfil de Facebook o Instagram, pero halló muchos sitios donde le mencionaban. Su abuela era una Marquesa, de mucho dinero, pero él destacaba como escritor de novelas policiacas, era muy renombrado. ¿Cómo no se había dado cuenta antes?

El nombre le había resultado familiar, pero no había leído nada de él. ¡Qué estúpida se sentía cuando Henri se presentó y ella no supo percatarse de quién era! Dejó el teléfono y no continuó leyendo… Era un escritor conocido, laureado, ella no había sabido en su momento de quién se trataba. Le llevaron su bocadillo y su jugo, así que se concentró en alimentarse. Tenía mucha hambre, puesto que apenas había desayunado. Cuando terminó de comer, pagó al cash y se levantó de su asiento. Cuando echó hacia adelante la silla para tomar su cartera, se percató de que allí estaba también un monedero de piel. ¿De quién sería?

Lo tomó en sus manos y abrió la cartera. Tenía bastante dinero, ¡lo suficiente como para hacer más llevadera su estancia, pero ella no era una chica aprovechada! Revisó a ver si había algún documento y donde se hallaban las tarjetas de crédito, encontró una tarjeta de identidad. Era una señora mayor, ¿sería posible que fuera la Marquesa, la abuela de Henri? ¡Se había sentado en la misma mesa de ellos! Buscó nuevamente en su teléfono y constató que era ella. En la dirección de la tarjeta de identidad figuraba como residencia una casa en la rue Solferino. Buscó en Google Maps y comprobó que estaba muy cerca de allí.
Aitana marchó del museo con la idea de devolverle la cartera a la Marquesa. Era lo que hubiese hecho con cualquier persona. No sabía si su nieto se encontraría en la casa y aunque hubiese deseado verlo, no se sentía con valor para hacerlo luego de haber corroborado lo ignorante que había sido frente a él.

Era un calurosísimo mediodía de un día de junio. Había una ola de calor en Europa, así que no había sido un momento muy adecuado para viajar, dadas las altas temperaturas. Sus mejillas estaban enrojecidas, luego de haber caminado tanto el día anterior.
Aitana llegó hasta una hermosa casa en los márgenes del Sena. Tocó el timbre y le preguntaron por el interphone quién era y lo que deseaba.

—Mi nombre es Aitana Villaverde —explicó en francés—. He encontrado la cartera de la señora olvidada en le Museo de Orsay.

De inmediato apareció una empleada en la puerta y le hizo pasar. Aitana atravesó el jardín tras el muro de piedra e ingresó en el hogar de la Marquesa. La hicieron pasar hasta un salón, hermosamente decorado y allí, sentada en el diván y rodeada de pinturas valiosas, se hallaba la anciana. Al ver a Aitana se levantó y se acercó a ella de inmediato y le dio un sonoro beso, algo que Aitana no se esperaba en una persona de su rango.

París para dos... ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora