Capítulo 45: ¿Y si fuera el fin?

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Aitana llegó a casa, un poco abrumada. Las palabras de Henri se sucedían en su cabeza como quien vuelve una y otra vez sobre lo mismo, intentando encontrar una respuesta o una frase que le hiciera sentir mejor. ¿De haber sabido antes la verdad sobre Henri y su operación hubiera continuado con Germán? ¿Su relación con él se había construido sobre la base del falso abandono y desinterés de Henri? No, no había sido así. Ella amaba a Germán y no podía cambiar el pasado. Henri se había equivocado en el manejo de las cosas. Sentía pena por él, por lo sucedido, pero no podía modificar su sentir solo por su confesión.

—¿Cómo te fue? —le preguntó Germán cuando llegó a la cocina.

Ella dejó de lado sus pensamientos e intentó serenarse un poco e incluso esbozar una sonrisa.

—Todo en orden —contestó.

—¿Viste a tu tutor? —insistió él, quien se hallaba a escasos metros de ella.

—Sí, me estaba esperando y...

—¡No mientas más! —gritó Germán dando un fuerte golpe sobre la mesa de comer.

Ella se estremeció y dio un paso hacia atrás. Él estaba muy molesto, pero no tenía cómo saber que ella mentía. ¿Por qué se comportaba así? ¿Qué había descubierto?

—Te ví con ese hombre en el puente de Alejandro III —le explicó con voz baja pero dura—. Te ví abrazarlo, ¿como fuiste capaz de hacerme eso, Aitana?

Ella intentó explicarse, pero estaba muy nerviosa.

—No... no es lo que piensas, Germán. Su abuela murió y...

—Sí, sé que había ido al cementerio y tú a consolarlo después.

¿Como lo sabía? Aitana no comprendía cómo lo había descubierto hasta que la hipótesis se formó en su cabeza.

—¿Revisaste mi teléfono? —indagó airada.

—No me siento satisfecho de haberlo hecho pero tampoco me arrepiento. Gracias a eso supe la verdad.

—¿Como pudiste quebrar mi intimidad de esa manera?

Germán rodeó la mesa y la encaró.

—¿Como pudiste mentirme? —le refutó—. Anoche comprendí que tu encuentro con el tutor era una simple excusa para salir. No podía creerlo cuando encendí tu teléfono mientras estabas en la ducha y ví que habían fijado un encuentro.

—Jamás creí que me celarías de esa manera absurda. No sucede nada entre Henri y yo, pero tú no confías en mí y quiebras mi intimidad...

Germán se rio con amargura.

—¿Quiebro tú intimidad? ¡Te reíste en mi cara todo el tiempo mientras te preguntaba sobre tu tutor!

Aitana se indignó aún más.

—¡No te confesé la verdad porque no lo hubieses comprendido! En cambio tú, luego de haberlo descubierto, no me pediste explicaciones sino que me instaste a continuar con la mentira.

—¡Que desfachatada eres, Aitana! —exclamó—. Ahora resulta que la culpa es mía... ¡Fui yo quien te obligó a mentir y además te arrojé a los brazos de ese hombre!

Ella intentó serenarse, pero estaba molesta.

—Germán, yo no tengo nada con Henri, salvo un pasado muy bonito pero que ya quedó atrás. Su abuela murió y quería verme... Accedí por ese motivo que me pareció ineludible, pero si te mentí fue para no hacerte daño. No lo hubieras entendido...

París para dos... ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora