Aitana llegó a la Facultad de Derecho temprano. La Universitat —en valenciano se decía así—, tenía varios campus por la ciudad, la Facultad de Derecho en especial se hallaba en el de Tarongers. Aitana vivía muy cerca, en Blasco Ibáñez, así que pudo ir caminando. En su camino se cruzaba con muchas personas en bici y carriolas, pues Valencia era una ciudad principalmente llana, y las personas solían trasladarse así.
Una vez que llegó afuera del edificio de la Facultad, se encontró con Germán, estaba muy apuesto con su traje azul y se veía algo nervioso. Ella se rio de él en su cara:
—¡Pareces un estudiante al que van a examinar!
El rio también.
—Es que no acostumbro mucho a hablar en público, salvo en el Tribunal. Entonces me siento algo oxidado…
Una estudiante pasó delante de él y lo miró de arriba abajo, luego le guiñó un ojo y le sonrió. Germán se puso colorado y Aitana volvió a reírse de él.
—Tu mayor temor es no ser locuaz ante tu público y hacerlo mal —le dijo—. Pienso que ahora nos hemos percatado de que estas jóvenes están pensando más en tu atractivo que en el discurso que les vas a dar…
Aitana fue la que se sonrojó en cuanto hizo ese comentario. Germán la miraba con interés y una media sonrisa que la dejó sin aliento:
—¿Acabas de decir que soy atractivo? —le preguntó.
Ella deseaba que la tierra la tragara en ese mismo instante.
—He dicho que ellas te ven atractivo, por cómo te ha mirado esa chica. Yo… —balbució.
—Claro, tú no me ves atractivo —la interrumpió él con más seriedad.
Ella no supo si era un comentario o una pregunta, así que prefirió callarse. Se hizo un silencio bastante incómodo hasta que llegó el momento de la conferencia.
Aitana no se equivocó, más de una joven suspiraba por aquel seductor abogado, de cabello oscuro y ojos color miel. No solo quedaron encantados con su apariencia, sino también con los que les decía. Aitana estaba preparada para escuchar una buena conferencia, Germán le había advertido que hablar no era su fuerte, sin embargo, quedó maravillada cuando descubrió su desenvoltura, su buen humor —impensable en él—, y la manera en la que trasmitía conocimientos sin aburrir.
El profesor Fernando, Catedrático de Derecho Laboral quedó muy agradecido con su exposición y aseguró que lo invitaría en otras oportunidades para que le hablara a los muchachos. Aitana se acercó a él y le dijo con una sonrisa:
—¡Está de más que te diga que lo has hecho brillantemente! Pensé que era una buena conferencia, pero has superado mis expectativas y las de tu auditorio.
—Gracias —le contestó—, me basta con haber superado las tuyas.
Iban a tomar la escalera para marcharse, cuando Aitana le pidió:
—Quisiera pasar a saludar a mi padre, trabaja en el tercer piso.
—Por supuesto —respondió él—, si me lo permites, me gustaría acompañarte. Nunca me has hablado de tu padre, y yo tampoco te había dicho nada, pero fue mi profesor hace unos años atrás y me encantaban sus clases.
—Sé que fue tu profesor —le confesó ella—, una noche papá me lo dijo, cuando hablábamos de ti.
—¿Hablas de mí? —le preguntó con una sonrisita.
—Hablo un poco —se rio—, no siempre bien.
Germán puso rostro de ofendido al escucharle hablar así, pero también se rio con su comentario.
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París para dos... ✔️
RomanceAitana Villaverde es una joven valenciana, recién graduada de Derecho. Visita París en el verano, su gran sueño, pero viaja sola... En esos días conoce a Henri Maunier, un guapo, rico y talentoso parisino que le hará conocer la ciudad de una manera...