Al día siguiente, la situación no era mucho mejor. A Aitana le quedaban apenas horas en París. Después de compartir un desayuno en silencio con Henri —salvo por el “buenos días”—, se dispuso a alistar sus cosas.
Luego Henri la llevó hasta Solferino porque Aitana insistía en despedirse de su abuela. Teniendo en cuenta la hora, Henri optó por colocar el equipaje de Aitana en su coche y cerraron el apartamento como quien cierra una parte de su historia definitivamente.
La Marquesa recibió a Aitana en su salón, con el mismo afecto que unos días atrás, cuando ella fue a devolverle la cartera. Parecía increíble que hubiesen transcurrido tan poco tiempo de ese momento, se sentía como toda una vida.
—¡Querida! —exclamó la anciana—. ¡Tenía la esperanza de que desearas permanecer por más tiempo con nosotros!
Nadie lo había dicho, pero era evidente que la dama sabía que su nieto y Aitana estaban juntos.
—Lo siento —explicó ella—, mañana es el cumpleaños de papá y el lunes comienzo en mi nuevo trabajo.
—Por supuesto. —Asintió comprensiva la Marquesa—. Entiendo que tienes responsabilidades que aguardan por ti.
Echó una mirada a su nieto, como si se hubiese percatado de que entre ellos existía un disgusto a causa de su partida.
—¿No quieren comer conmigo antes de ir al aeropuerto?
Aunque Henri tenía otros planes, no pudo rehusarse, así que Aitana y él comieron con la dama hasta que, a causa de la hora, tuvieron que marcharse e interrumpir la conversación.
Aitana debía viajar por el aeropuerto de Orly, el más antiguo de París. Henri manejaba en silencio y Aitana iba pensando que al final se marcharía sin que hubiesen acordado nada. Sin embargo, cuando Henri estacionó en el aeropuerto, le pidió a Aitana que no bajara todavía. Tenían cierto margen aún y él necesitaba hablar con ella.
—Lamento que te marches en estas circunstancias —le dijo con sinceridad—. Tenía la esperanza de que pudieras cambiar tus planes, pero entiendo que no es posible y me disculpo por haber pensado que podían serlo.
—Gracias. —Ella le miró por primera vez, de manera directa.
—Por otra parte, sigo pensando que esto que tenemos está demasiado en ciernes aún y que no es lógico que yo llegue contigo en el mismo vuelo o poco tiempo después a interrumpir tu vida.
Ella quiso decirle que eso era lo que ella deseaba y que él jamás interrumpiría, pero se mordió la lengua.
—Mi trabajo, aunque estaba en un punto muerto —confesó—, ha dejado de estarlo. Al menos me siento con más ánimos de asumir la escritura otra vez y necesito probarme a mí mismo por un tiempo, saber que soy capaz de retornar a mi vida.
Ella asintió, aunque no podía comprenderlo del todo.
—Sin embargo —le tomó la mano—, yo no deseo que esta historia termine aquí. Has sido lo más hermoso que me ha sucedido en mucho tiempo y yo te quiero… —Aitana no respondió, tenía un nudo en la garganta—. Es por eso que te prometo que, dentro de poco tiempo, quizás un mes o menos tiempo, tomaré un avión hasta Valencia para vernos. Pasaré unos días contigo y con tu familia y daremos un nuevo paso.
Aitana estaba sorprendida con lo que le escuchaba decir. Se acercó a él y le dio un beso en los labios. Henri suspiró mientras se apoderaba de sus labios, pensando cómo podría retenerla más tiempo, como detener su partida…
Fue inevitable. Aitana se marchó en su vuelo hacia Valencia. Tenía cierta tristeza, pese a que las palabras de Henri habían sido alentadoras… Le pesaba mucho la separación y la manera en la que se habían despedido. Creyó que la magia duraría hasta el último momento, pero la dicha se esfumó demasiado pronto en una historia de amor que, a su vez, había durado muy poco tiempo.
Cuando Aitana llegó al aeropuerto de casa, la estaba esperando su padre. De inmediato se percató de que su hija no tenía una expresión muy feliz, al menos no la que se esperaría de alguien que cumplió su sueño de ir a París.
—¿Qué sucede, cariño? —le preguntó.
—No es nada —dijo ella, enjugándose una lágrima—, es que, a pesar de haber sido tan poco tiempo, los he echado mucho de menos.
¿Cómo confesarle que había vivido intensamente aquellos días? ¿Cómo decir que se enamoró en París y se entregó a un hombre que tal vez no volviera a ver? Quería confiar en su palabra, necesitaba creer que aquel idilio no había concluido en Orly y que ambos tendrían una nueva oportunidad... A pesar de su fe, lo cierto es que le echaba de menos y que su corazón se había quedado en París...
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París para dos... ✔️
RomanceAitana Villaverde es una joven valenciana, recién graduada de Derecho. Visita París en el verano, su gran sueño, pero viaja sola... En esos días conoce a Henri Maunier, un guapo, rico y talentoso parisino que le hará conocer la ciudad de una manera...