//14//

5.9K 549 205
                                        

Debo admitir que podría ser peor. Mucho peor.

Agradezco tanto haber socializado este año, si no hubiese tenido a Bokuto y a Akaashi estoy segura de que estaría pasando el peor momento de mi vida hasta ahora. No quiero ni imaginar lo que habría pasado, aunque mi mente sigue divagando sobre todas las peores posibilidades sin mi permiso.

Y bueno, aquí estoy, tumbada en una cama que no es la mía, en una habitación que no es la mía y en una casa que –sí, habéis adivinado– no es la mía.

–¡___-chan, ya he hecho el desayuno!

Me giro con pereza hacia la puerta, aún tumbada tras hacer mi reflexión rutinaria de las mañanas. Bokuto me ha estado mimando desde que vine a su casa, al parecer tiene dos hermanas mayores que ya no viven con ellos y convenció a su madre de dejarme quedarme allí.

Estoy tan agradecida.

Me levanto con rapidez, algo sorprendente en mí, y salgo de la habitación. Lo menos que quiero es causar alguna molestia. Al principio me daba miedo comer cualquier cosa que cocinase Bokuto, conociéndolo cualquiera pensaría que nada más poner un pie delante del fuego, todo empezaría a arder. Sí, la magia del desastre, la ley de Murphy, como lo llames. Esa es la clase de situación que se cumpliría seguro con gente como Koutaro. Pero sorprendentemente hace de los mejores desayunos que he probado, aunque no se encarga de ninguna otra comida del día, seguramente que suba el nivel de dificultad sí que acabase causando un incendio.

Tan agradecida.

Y lo mejor de todo es que pude dejar el trabajo de noche, la familia Bokuto no me deja pagar absolutamente nada después de que Koutaro les explicase mi situación. Solo ellos saben la cantidad de reproches que di en su momento. Claro que sigo trabajando en la tienda del viejo, no puedo permitirme vivir mantenida mucho tiempo, no es bueno ni para mi orgullo ni para mi sentimiento de culpabilidad.

Ahora tengo más tiempo libre, puedo ir a visitar a mi madre varias horas al día, casi siempre acompañada de Akaashi después del entrenamiento o el trabajo en mi caso.

Dios mío, ¿podría tener más suerte en una situación así?

No tardamos en prepararnos y salir de casa, las animadas charlas con Bokuto de camino a clases me animan para todo el día; se comporta como un hermano mayor, hasta se empeña en acompañarme hasta mi aula aunque le insista en que no, y al final siempre llega tarde a la suya propia.

Me siento en mi mesa, la misma que al principio de curso cuando conocí al azabache, tal vez con la que empezó mi buena fortuna. Bueno, ya me estoy poniendo sentimental.

–Buenos días –noto un brazo rodeando mis hombros, solo la voz calmada de Akaashi hace que sonría.

Se sentó a mi lado, en mi misma mesa, el profesor aún no llega y todos hablan en pequeños grupos. Bueno, eso, o me miran con asco por la pequeña muestra de apego de parte del llamado «chico guapo de la clase».

–Siento que me matan con la mirada –digo divertida soltando una risa.

–Devuélveles la mirada, las tuyas dan más miedo.

–Yo no doy miedo –respondo con la mano en el pecho de forma dramática, haciéndome la ofendida.

–Recuérdame sacarte una foto cuando alguien diga una idiotez, gritarás cada vez que la veas.

–¡¿Tú has oído lo que dice la gente?! Nadie puede ser tan imbécil, creo que es comprensible que me enfade.

–Si tú lo dices –concluye con indiferencia.

Entra la profesora, mandando a todos a callar aunque la mitad siga sin hacer caso, y antes de que Akaashi pueda separarse del todo de mí le suelto un golpe en el brazo.

Difícil || Akaashi KeijiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora