//3//

8.2K 736 838
                                        

–TENGO SUEÑOO– grito dándome una cachetada para despertarme.

–CÁLLATE, ESTÚPIDA, ES MUY PRONTO PARA GRITAR– me responde mi amigo.

–TÚ TAMBIÉN ESTÁS GRITANDO, IDIOTA.

–PERO PARA MANDARTE CALLAR.

–ME IMPORTA UNA MIERDA, TENGO SUEÑO.

–PUES DUERME, ¿O ACASO TUS NEURONAS NO DAN NI PARA ESO?

–¿Y TÚ QUE SABRÁS, CARAPEPINO?

–CALLAOS LOS DOS, GILIPOLLAS– oímos una tercera voz en nuestra discusión y miramos a una viejecita que ya estaba volviendo a cerrar con violencia su ventana.

Nos miramos uno al otro y empezamos a reír.

–Hey, Uenoyama– le digo tras unos segundos–, ¿tu preparatoria no está por ahí?

Señalo con un dedo una de las calles que acabamos de pasar y veo cómo abre mucho los ojos.

–Sí, nos vemos más tarde– se despide con una mano y echa a correr hacia donde le señalé.

–¡Suerte con el ensayo!– me despido yo también y miro de nuevo hacia delante.

Conozco a Uenoyama desde... a saber cuánto. Nuestras madres se conocían y de ahí salió la preciosa y llena de violencia amistad que ahora tenemos. Como vivimos más o menos cerca, muchas veces coincide que sale cuando paso por delante de su casa, así que andamos juntos hasta nuestras respectivas prepraratorias.

–Tengo sueño– vuelvo a repetir para mí misma, acompañada de un suspiro.

Paso por los pasillos como un zombie, chocándome de vez en cuando con gente a la que le soltaba un «perdón» sin muchas ganas. Vuelvo a chocar contra alguien y repito el ciclo de disculparme y seguir andando, solo que vuelvo a darme de narices contra ese algo.

–¿Puedes moverte?– levanto la cabeza con el ceño fruncido, solo para ver la pared blanca del pasillo delante mía–. Oh, perdón, culpa mía.

Sonrío levemente y me voy por un lado, ignorando el hecho de que acabo de disculparme con una pared que no sé cómo no había visto. A veces pienso que de verdad soy idiota. A quien sí vi fue a la estúpida de la hija del director. Para ella estuve lo suficientemente despierta como para sacarle el dedo del medio con una sonrisa burlona.

Cuando por fin llego a mi clase y puedo sentarme, apoyo directamente los brazos en el pupitre y dejo la cabeza sobre esta, cerrando los ojos y dispuesta a dormir.

–Se te ve cansada– la voz de Akaashi desde atrás hace que ponga una mueca, no tengo ganas de hablar aunque sea él.

–Me pasé la noche viendo anime– río nerviosa y vuelvo a lo mío.

Después de un rato en el que ya casi me había dormido, noto que alguien deja algo en mi mesa, y abro solo un ojo para ver.

–Tus libros– el azabache me mira desde mi misma altura, parece que está de cunclillas–. Si vas a dormir al menos disimula.

–Gracias– susurro con una sonrisa adormilada.

También él me sonríe y apoya su manos en mi cabeza, antes de levantarse y sentarse de nuevo en su sitio.

No me están sentando bien los turnos nocturnos, a partir de ahora creo que debería echarme siestas después de comer si es que quiero sobrevivir.

Y entonces, por fin, me duermo. Y duermo... y duermo... y duermo más. Hasta que la falta del ruido al que mis oídos ya se habían acostumbrado me despierta. Estoy sola en la clase, supongo que todos estarán por los pasillos ya.

Difícil || Akaashi KeijiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora