(No lo puedo entender)

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La brisa de la tarde impactaba suavemente contra el rostro de la soldado de élite, ella suspiró pesado, habían pasado un par de días desde que Kale se les había unido para comenzar a entrenar y así volverse más fuertes. Decir que consideraba a la morena una gran compañera de entrenamiento era mentir de forma muy descarada; ella nunca le prestaba atención alguna y se la pasaba pegada a Kyabe todo el tiempo, pero la peor parte de todo era que él nunca le decía absolutamente nada ¡Nada! Simplemente la "regañaba" sin siquiera levantar la voz y ya, eso era todo.

- Tch, como detesto a ese imbécil. - Maldecía entre dientes la de cabellera alborotada, observando a los dos hermanos descansando luego de un arduo entrenamiento; el chico platicaba con la menor con una sonrisa tranquila dibujada en su rostro, eso duró hasta que este levantó la mirada y otra sonrisa esta vez un tanto más burlona se formaba entre sus labios.

- ¿¡Y bien soldadita, te quedarás a comer o no!? - La aludida descendió desde donde se encontraba suspendida y se cruzó de brazos.

- Supongo ¿por qué preguntas? - El menor hizo una mueca por la pregunta.

- Porque mañana ya empiezas con tu "labor" ¿por qué más iba a ser? - Señaló con obviedad el criminal de vendas en las manos, a lo que la soldado rodó los ojos un tanto molesta.

- Bien bien, ya me acordé, vamos. - Los tres jóvenes emprendieron vuelo de vuelta a la base del de flequillo, los hermanos iban delante mientras la soldado se encontraba a poco más de un metro de distancia, sobretodo para no mantener tanto contacto visual con ellos.

Al llegar a su destino los jóvenes saiyajin descendieron a toda velocidad, se dirigieron a la humilde morada del chico y entraron rápidamente.

- Me toca cocinar a mí, recuerda. - Detuvo la morena a su hermano mayor, que ya se encontraba dirigiéndose a la cocina, este suspiró totalmente resignado.

- Creí que no te acordarías. - Dijo derrotado, a lo que Kale soltó una carcajada.

- Me ofende que subestimes mi memoria hermano, me ofende mucho. - Caulifla sólo se encontraba mirando la escena con una mueca de confusión, le parecía algo bastante raro el ver a los hermanos conviviendo de esa forma, al menos por parte de la chica de coleta porque de Kyabe sí que se lo podía esperar, desde siempre había sido alguien cariñoso y muy servicial por más que ahora fuese un peligroso criminal con pinta de chico rudo.

- Bueno, te avisaré cuando ya vaya a terminar para que pongas la mesa. - El de flequillo asintió, chocó puños con la morena y se dirigió al pequeño comedor de la casa; la soldado le siguió y se sentó al lado suyo.

- No creí que te llevaras así con tu hermana. - Comentó Caulifla observando al chico que tenía cerca de ella, este se encogió de hombros sin mucho interés.

- No es como si te importara y aunque lo hiciera, Kale es como mi hermanita, es lógico que la trate así. - Un breve silencio inundó el ambiente luego de eso. La soldado observaba con lujo de detalle todo lo que el contrario hacía; su lenta respiración, sus dedos impactando contra la mesa...

- ¡Oye! ¿Qué tanto me ves? - Ella se sobresaltó al escuchar a Kyabe chasqueando sus dedos frente a sus narices, gruñó.

- Nada, sólo me di cuenta de que no cambiaste tanto como creía, es todo. - Dijo intentando mostrar desinterés, el otro chico sonrió con burla.

- Ya veo... ¿Y en qué sentido? Porque físicamente sí que he cambiado, soldadita. - La soldado dirigió su mirada instintivamente a sus manos cubiertas, aunque rápidamente la desvió, recordando lo que ocultaban aquellas vendas.

A cada bandido hay un soldadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora