(Saiyajin traidor)

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Habían pasado exactamente dos días luego de que Caulifla fue al territorio de su rival, ahora se encontraba bebiendo agua y tratando de calmar sus nervios, no se sentía nada bien, había estado muy estresada últimamente; Vados ya le había notificado que muy probablemente los saiyajin del universo 7 vendrían pero lo que no sabía era ¿cuándo?

- Agh maldita seaaa... - La soldado se recargó sobre el respaldo de la silla en la que se hallaba sentada, siempre ha odiado con ganas a todas las cuestiones administrativas de su cargo, tantos expedientes de reclutas nuevos la mareaban. En esos momentos ella desearía estar entrenando o haciendo alguna misión local, sentía que era mucho más útil en eso que haciendo papeleo, siendo que ella, como parte de su formación, había aprendido a hacerlo.

- ¡Capitana, dos personas vinie...! - En eso, la puerta se abrió de golpe y a la oficina entró una saiyajin de rango menor, la de cabellos alborotados dio un respingo y terminó cayéndose estrepitosamente de la silla, soltando un grito tremendo de dolor. - ... ron... ¡oh por el rey de Sadala! ¿¡Se encuentra bien capitana!? - Caulifla se levantó de un salto, sacudió rápidamente su uniforme y acomodó la silla.

- Pffft, por supuesto, ¿qué necesitas? - Respondió retomando su compostura, la contraria observó por unos instantes a su capitana, luego negó frenéticamente con la cabeza y aclaró su garganta. - Hay dos tipos que quieren verla, se hacen llamar... - La joven volteó hacia su portapapeles, leyendo algo que había escrito rápidamente con bolígrafo. - ... Kakarotto y Son Vegeta, vaya nombres más extraños.

Fue en ese instante que Caulifla quedó pasmada durante unos segundos en su mismo sitio, para luego tomar bruscamente de los hombros a la soldado de menor rango.

- ¿¡QUÉ DIJISTE!? - Esta por supuesto se asustó, notando lo sorpresiva de la reacción por parte de su superior ante sus palabras.

- B-bueno, le dije que unos tales Kakarotto y Son Vegeta vinieron a verla. - Fue entonces que la de cabellera más alborotada jadeó sorprendida, miró hacia la ventana de la habitación brevemente. - ¿¡Y qué esperan!? ¡Dejenles pasar!

- ¡A la orden capitana! - La chica sacó una especie de manos libres que se colocó en su oreja derecha, presionó un botón y comenzó a hablar. - La capitana dice que los dejen pasar, son conocidos suyos. - Se escuchó a alguien diciendo "entendido" desde el otro lado, Caulifla suspiró cuando la otra soldado colgó. - Ah, y por cierto, el rey solicita su presencia; parece ser que sus contactos con el traidor ya le trajeron problemas. - Esas últimas palabras le causaron un escalofrío desagradable, pero trató de pasarlo por alto y siguió con su camino.

(...)

- Vaya, al fin llegó. - Murmuró el pelipalmera al notar a la joven capitana, que ahora se encontraba frente a los saiyajin del universo 7. Todos los otros soldados que les impedían el paso se apartaron al verla.

- Maestro, señor Vegeta, no... esperaba su visita tan pronto. -La risa de cierta ángel se escuchó en el sitio, Vados se abrió paso entre los presentes, quedando frente a Caulifla.

- Señorita Caulifla, lamento no haberle notificado que llegarían hoy mismo, pero todo ocurrió de improviso, mis disculpas. - La menor forzó una sonrisa en su rostro, pero luego suspiró tranquila. - No se preocupe señorita Vados, de hecho ellos pueden hacerme compañía aprovechando que el rey me mandó llamar.

- Nos encantaría conocerlo. - Interrumpió Kakarotto con una sonrisa ladina, la de cabellos alborotados entonces aclaró la garganta.

- Uh... ¡claro! Síganme. - El recorrido por la interconexión desde la base militar hacia la sala del trono fue algo silencioso al punto de resultar asfixiante, cada uno de los tres saiyajin se encontraba en sus propios monólogos mentales, Caulifla miraba al suelo un tanto nerviosa por lo que le dijo aquella soldado, Kakarotto miraba al frente como si el sitio le resultara de lo más familiar y Vegeta observaba lo que se encontraba detrás de las ventanas, le había llamado la atención lo aterradoramente similares que eran las ciudades de Sadala a las de la Tierra. Le resultaba curioso cuánto menos.

A cada bandido hay un soldadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora