(Recuerdos amargos)

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- ¡Maldita sea, llego tarde! - Gritaba alarmada Caulifla mientras corría por toda la ciudad, tomando impulso para empezar a volar, había tenido que hacer un recorrido para los nuevos reclutas y este tardó más de lo que ella tenía planeado. Por lo tanto, ahora se encontraba volando desesperadamente tratando de llegar al punto de reunión en el que un seguramente furioso Kyabe le estaría esperando para reclamarle.

- ¡Demonios! - La soldado aterrizó de forma violenta en el suelo de textura tierrosa, para después encontrarse con la sorpresa de que ni Kyabe ni Kale se encontraban allí.

- ¿Ahora dónde carajo se metieron esos dos? ¿Me apresuré tanto para nada? - Maldijo Caulifla entre dientes, buscando la energía de alguno de esos dos, y la encontró, pero se encontraba en el pueblo.

- ¡Agh! - Gruñó la chica emprendiendo vuelo nuevamente, a su mente llegaron múltiples escenarios en los que Kyabe se burlaba de ella junto a Kale por su impecable "disciplina de soldado" pese a que ellos no le habían tratado de una forma tan cruel aunque fuera la más pura encarnación de todo lo que ellos odiaban de los saiyajin al servicio del rey Sadala.

Tras un recorrido relativamente corto, la de armadura descendió esta vez de una forma mucho más refinada, yendo a pasos furiosos en dirección al ki de Kyabe, en el camino vio a Zerya y Kale conversando con muecas de preocupación, las cuáles se transformaron en muecas tanto de incomodidad por parte de Kale como de desprecio, esta vez por parte de Zerya al percatarse de su presencia.

- Señorita Caulifla mi hermano tiene muchos asuntos importantes ahora. - Dijo la chica de piel morena con un tono firme y un semblante mucho más seguro que el que tenía anteriormente.

- ¿Qué clase de asuntos? - Le preguntó molesta la de cabellera alborotada.

- Asuntos que a usted no le incumben, señorita. - Le volvió a decir igual de firme, llegando a tener algunos aires de superioridad.

- Por supuesto que me incumben, niñita, Kyabe y yo teníamos un acuerdo; no está cumpliendo su parte y yo no tengo el tiempo del universo. - Caulifla empujó a Kale y se abrió paso hacia una estructura como todas las que se encontraban a su alrededor, entró sin siquiera llamar a la puerta con ira, esta se desvaneció al instante con lo que había frente a sus ojos.

- ¡Aleera tranquilízate, vas a empeorar los hematomas! - La terrícola ciega se retorcía en la pequeña cama individual donde se encontraba, sus gritos llenos de dolor y agonía intentaban ser calmados por el líder criminal, quién intentaba inmovilizarla para inyectarla, su cuerpo estaba lleno de moretones y su rostro estaba enrojecido y sudoroso, la mente de la soldado hizo "clic" al instante.

- ¿Tiene fiebre violeta? - El chico volteó a verla con algunos tintes de sorpresa en su mirada, luego sonrió esperanzado, tomándola del brazo.

- ¡Por favor ayúdame, está muy grave! - Le suplicó, Caulifla quiso negarse, más la expresión llena de angustia de Kyabe terminó por suavizarla y optó por ayudarlo sosteniendo el cuerpo de Aleera, quién seguía gritando del dolor.

- Tranquila, todo va a estar bien, sólo este piquete y te sentirás mucho mejor, lo prometo. - La soldado hizo una mueca al presenciar la escena de aquel criminal acariciando una de las palmas de la chica humana antes de dirigirle la mirada nuevamente, decidido.

- Muy bien, a la cuenta de tres. Una... - Caulifla hizo más firme el agarre. - Dos... ¡Tres! - Y así, el de flequillo clavó con cuidado la aguja y vacío su contenido con rapidez, al soltarla, la humana dejó de gritar y poco a poco su respiración terminó de regularse hasta quedar profundamente dormida; Caulifla no habló en todo el proceso.

A cada bandido hay un soldadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora