(La ilusión de una victoria)

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—¡AAAAAAH! —Caulifla se retorcía sin parar conforme Oren entraba a su herida de una forma dolorosamente lenta. Los espasmos musculares incrementaban el sufrimiento experimentado, y poco a poco el invasivo proceso la desconectaba de sus propios sentidos. —¡SAL DE MI CUERPO! ¡SAL AHORA!

Conforme la capitana perdía poco a poco el control de su cuerpo el saiyajin de orbes violetas no despegaba la mirada de la grotesca escena que ahora se presentaba. Su inacción desesperó al resto de sus compañeros, quienes finalmente salieron del trance ocasionado por la intensa pelea para intentar hacer algo.

—¡Eh, eh! Alto ahí. —Kamin se interpuso entre la agonizante saiyajin y el resto de su equipo, quienes retrocedieron debido a la evidente diferencia de poder entre ellos y la creación tsufuru, ella sonrió. —Así me gusta. ¡Oren! ¿¡Cuánto tiempo te va a tomar para tener control de ese cuerpo!? ¡Apresúrate!

Oren no respondió, ya que este aún luchaba con la fuerte voluntad de Caulifla a no dejarse controlar. Las memorias de la saiyajin comenzaban a fluir en la mente compartida, pero el parásito se veía incapaz de leerlas con claridad al sentir la fuerte negativa de su huésped a mantenerlo dentro de su cuerpo.

Sin embargo, esta resistencia se estaba haciendo cada vez más y más endeble, señal de que Caulifla estaba cediendo a su control, aun si esto era en contra de su voluntad.

—Capitana... —Murmuró Sabzi luego de unos segundos llenos de agonizante silencio. Ella no podía sentir más que una impotencia apabullante por la grotesca escena.

Sabía que debía actuar, pero no sabía exactamente cómo hacerlo.

—¡Ya déjala! —Serori fue el que se lanzó al ataque, esquivando a Kamin para poder ayudar a su superior; pero cuando intentó hacer algo, la mirada de esta ya había cambiado y lo único que él recibió de la chica fue un golpe incapacitante en el estómago, así como una sonrisa siniestra. —¡N-no!

—Ah, al fin. Se siente bien tener un cuerpo que valga la pena. —Ahora, la voz de la saiyajin se escuchaba extraña; lo que salía de sus cuerdas vocales era una extraña mezcla entre una voz masculina y la voz femenina que caracterizaba a la capitana, ambas en constante lucha por sobreponerse una a la otra.

(...)

Planeta Sadala.

Una sensación extraña interrumpió al criminal más peligroso en el planeta en medio de sus clases de lectura y escritura con tacto, como si algo le hubiera perturbado y acaparado sus pensamientos. Extrañada, la terrícola invidente encargada de enseñarle dejó su punzón y tablilla al lado de ella, llamando la atención del contrario.

—¿Qué pasó? —Sin respuesta. —Kyabe, ¿estás bien?

El mencionado se mantuvo quieto, completamente paralizado, con la mirada perdida en el inmenso paisaje desértico. La humana suspiró pesado, tomando lo que ella creía era el brazo del contrario, y al parecer sí se trataba de dicha extremidad, ya que sentía los huesos de su muñeca además del tacto suave de las vendas envolviendo esa parte de su cuerpo.

—Sigues preocupado por ella, ¿no es así? —La terrícola percibió un cambio en la energía del contrario al abrir un poco los ojos. Todavía le costaba acostumbrarse a poder ver esas extrañas masas brillantes entre la infinita nada de sus ojos; pero desde que aprendió a sentir el ki empezó a percibirlas y, hablando con toda sinceridad, esta resultaba ser una habilidad bastante útil.

El saiyajin por su parte se mantuvo tenso, el contacto físico no era mucho de su agrado y realmente poca gente podía tocarlo sin hacerlo sentir incómodo, por lo que intentó apartar con suavidad la mano de la humana pelirroja.

A cada bandido hay un soldadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora