(Bienvenida de nuevo, capitana)

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 ¡Y con esto ya quedó! — La pequeña morena de apenas 10 años se miró en el cristal roto que le servía de espejo y jadeó de total emoción, contemplando su reflejo con un peculiar brillo en sus ojos.  ¿Te gusta cómo te ves, Kale?

 ¡Me encanta, gracias Kyabe!  Exclamó totalmente emocionada, abrazando al mayor con fuerza, él la miró con cierta extrañeza en su semblante, pero no tardó en abrazarla también, feliz.

 De nada, pequeña.

(...)

Las primeras señales de que el día llegaba al planeta Sadala comenzaron a presentarse, Kale ya se encontraba despierta, aquel día no harían ningún atraco, con el motivo de que los soldados hacían alguna especie de ritual raro según Kyabe; por lo que se encontraba recostada al lado de su hermano. Sí, parecían una pareja haciendo eso, pero a la morena le gustaba estar ahí, conversando con el mayor cada noche antes de dormir y haciendo bromas, viendo el lado más suave del chico detrás de su posición como líder criminal. 

Mientras observaba el techo pudo escuchar al joven reírse, extrañada, lo volteó a ver.  Yo también te extrañé.  El joven abrazaba su almohada con una boba sonrisa en su rostro, sus mejillas ligeramente sonrosadas delataban su estado de ánimo, parecía estar teniendo un muy buen sueño como para sonreír de esa manera. — ¿Hermano?

— Te quiero tanto... Podría besarte hasta no poder más... — Sin embargo, su expresión muy pronto se deformó en una de horror puro; cerrando sus puños con fuerza. — No... Ellos no estaban haciendo nada malo, los estaba ayudando ¡por favor no los maten ellos no estaban robando nada! — La mueca de Kyabe reflejaba desesperación, Kale entonces se le acercó y lo abrazó con fuerza, intentando calmarlo.

— Hermano ya, ya pasó. — Continuó abrazándolo, sosteniendo su cabeza con sus delicadas manos, no era ni la primera vez ni sería la última en la que la morena escucharía esa misma frase una y otra vez, y aunque ya no era tan constante como antes su desesperación era la misma en cada ocasión. — Eso no fue tu culpa, tú trataste de ayudarlos lo más que pudiste. — Ella en realidad no sabía nada de lo que pasó, su hermano jamás se lo contó y sólo supo de aquello a causa de sus constantes pesadillas, una jugarreta de su mente que revivía el momento una y otra y otra vez.

— Yo... Yo no quería, yo sólo... — Su respiración comenzó a regularse, sus balbuceos se detuvieron y esa fue señal suficiente para que Kale se separara de él, ya totalmente quieto y con una expresión mucho más neutra dibujada en su rostro; la de coleta lo observó por un largo rato. Recorría cada rincón de su cuerpo con la mirada, observando todas las marcas que obtuvo a lo largo de su adolescencia, una de ellas destacaba de entre las demás, la única cicatriz de su cara, un soldado casi le deja tuerto al intentar dispararle en el ojo derecho, logró esquivarlo por muy poco y sólo rozó la sien.

La imagen que llegó a su mente la hizo bajar la mirada, no le gustaba mucho recordar todas las veces en las que un soldado le hizo daño, principalmente porque varias de ellas fueron por culpa suya. Kyabe fue arrestado incontables veces sin que ella pudiera hacer algo por apoyarlo, o al menos no para apoyarlo en el momento, porque sí, solía aprovecharse de la grandiosa velocidad con la que había sido dotada desde niña para ayudar a su hermano a escapar cada que los del ejército lo encarcelaban; claro que ella nunca, jamás se lo dijo, se consideraba menos que su hermano en varios sentidos incluso si él le decía que era la única persona en la que confiaría ciegamente y remarcara lo valiosa que la consideraba en cada oportunidad que tenía.

Hubo una época en la que llegó a gustarle, sí, pero eso fue hace bastante tiempo cuando aún era algo chica para comprender aquellos sentimientos, y al final desarrollaron un cariño bastante diferente y a la vez más profundo que esa atracción, comenzando a llamarse "hermanos".

— Buenos días Kale, ¿cuánto tiempo llevas despierta? — La morena se sobresaltó al escuchar esa voz, esta vez notando que el dueño de esta ya estaba totalmente consciente y sonriendo, al parecer no recordaba en lo absoluto lo desesperado que se veía hace algún rato. 

— No recuerdo... Pero no ha de ser más de media hora, hermano. — Respondió, el de flequillo se levantó y se estiró, bostezando en el proceso. — ¿Quieres algo de desayunar? 

— A-ah, no me gustaría molestarte, yo puedo hacerlo sola. — Dijo Kale con cierto nerviosismo, Kyabe rió. — Por supuesto que puedes, pero no tienes que hacerlo. Anda, últimamente le he prestado más atención de la necesaria a la soldadita, deja que sea un buen hermano por una vez. — La de coleta iba a decir algo, pero simplemente lo evitó y suspiró con resignación, asintiendo a manera de afirmación. — ¡Perfecto! Bajemos entonces.

(...)

— Bienvenida una vez más, capitana Caulifla ¿cómo la pasó en su semana libre?  — Preguntó el comandante que se encontraba de pie junto a la soldado, esperando a que los últimos preparativos para la ceremonia de bienvenida a los nuevos reclutas estuviesen listos.

— Normal, no hubo algo demasiado interesante, justo como debería ser considerando que es un descanso. — Respondió neutral, sorprendiendo a su superior. 

— Ya veo, espero que lo haya disfrutado, porque necesitaremos su ayuda para comenzar con la formación de todos esos chicos. Como usted ya sabrá, ellos fueron rescatados de redes de trata de personas, prostitución infantil, e incluso algunos comenzaban su vida como sicarios o simples ladronzuelos; la mayoría nos aceptó pero aún hay algunos que desean ir al territorio de... Ya sabes, dicen que él les daría una vida digna, seguro eso piensan al ver que el pueblo que tiene bajo su control es relativamente "feliz". — El saiyajin hizo comillas con los dedos.

— ¿En serio? Oh vaya, es una situación en serio preocupante. — Caulifla hizo una pausa, inhaló profundo y volvió a mirar a su comandante. — Y de hecho, en mi semana libre decidí hacer una especie de "trato" con el árbol torcido.

— ¿¡Qué ha dicho!? ¡E-eso no puede ser! ¿¡Usted haciendo un trato con ese traidor!? — Exclamó alarmado aquel hombre, pero ella se mantuvo en su semblante sereno.

— No es necesario que se altere, comandante, la situación está bajo control y le aseguro que Kyabe no se revelará... No si quiere tener la oportunidad de hacerse fuerte.

— Oh por el rey de Sadala, creo que es algo arriesgado de su parte el convivir con ese inmundo criminal y ayudarlo; pero supongo que podremos mantener la situación a nuestro favor el tiempo suficiente y si ambos se están volviendo fuertes al mismo ritmo incluso podríamos capturarlo, ejecutarlo como es debido y al fin arrancar a esa molestia de raíz. — Caulifla asintió un poco menos segura ¿ejecutarlo?

— Claro, personalmente me encargaré de él cuando sea prudente. 

— Por eso usted es el mayor orgullo del rey, capitana, leal y eficiente; justo como deberían ser todos. — La de cabellos alborotados comenzó a escuchar la música que anunciaba el inicio de la ceremonia comenzando a resonar en toda la base, lo que la alejó de sus pensamientos. — Oh Kami, ya comenzó.

— ¡Cierto! Debimos habernos entretenido demasiado con nuestra conversación. — El mayor soltó una risa. — Tome su lugar señorita, este día es para celebrar. — Y una vez se retiró, Caulifla bajó la mirada ¿era cierto lo que su superior le había dicho? Y si así lo era... ¿Eso significaba que Kyabe moriría? Negó con la cabeza, a ella no le importaba ya si ese era su destino, cosechas lo que siembras después de todo.

¿No?

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A cada bandido hay un soldadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora