Capítulo 9

554 78 26
                                    

Amanecía un día en cuya noche anterior Horacio no había podido descansar con facilidad pero, a diferencia de las pesadillas habituales sobre la guerra, esa no era la causa que le había tenido dando vueltas en la cama toda la noche. Después de la charla que había tenido con el capitán Greco, se había prometido a sí mismo no tomar una decisión apresurada sobre ayudar a los veterinarios con el voluntariado, por mucho que la idea le fascinara inicialmente. Aquello se debía a que Horacio había notado que su humor era muy cambiante desde que la guerra había finalizado, y no quería comprometerse a ayudar para después no tener ganas de salir de cama. Sin embargo, los días transcurrieron y la idea de hacerse amigo de muchos cánidos era algo que le seguía ilusionando.

Se volvió a poner en contacto con Greco, quien avisó a los veterinarios que un nuevo voluntario perteneciente a su unidad iría a ayudar en los próximos días.

Aunque entre las indicaciones estaba la posibilidad de no tener que acudir en uniforme (habían voluntarios civiles), Horacio no creía que fuese a sentirse cómodo entre militares si él iba con ropa de calle. Pensaba que sería una sensación agridulce volver a vestir el uniforme militar, pero no fue así.

Había sido ascendido tras la guerra, ahora ocupaba el mismo cargo que en su día le habían otorgado a Viktor: Teniente. Su uniforme era nuevo, tenía sobre sus hombros unos símbolos que destacaban su nuevo rango, e impoluto, su apellido estaba bordado en su pecho.

Teniente Pérez.

Quizás se sentía exageradamente positivo al intentar enfocar su vida de otra forma, pero quería aferrarse a esas ideas por el momento. Era como si la vida le diera la oportunidad de ser un nuevo Horacio, y realmente se había sentido muy mal con su propia persona en los últimos meses como para no tratar de sacar partido ahora que su vida podía cambiar un poco hacía mejor. Existía una pequeña duda en su interior sobre si podría ser de ayuda; después de todo, él nunca había tenido animales a su cargo e iba a ser una nueva experiencia.

Sin dejar que las dudas se apoderaran de él, se dirigió al edificio donde vivían todos aquellos animales que algún día habían prestado servicio en el ejército y que ahora, esperando a que una nueva familia les adoptara, vivían en aquellas instalaciones en tranquilidad. Era un gran edificio de varios pisos al que se le notaban los estragos de la guerra, pero dadas las circunstancias no se le podía pedir más. Había un guardia en la puerta que anunció de la llegada de Horacio, quien esperó en una sala que estaba seguro que los militares emplearían para descansar en sus ratos muertos.

No le hicieron esperar demasiado hasta que apareció una muchacha que aparentaba ser un poco más joven que él, de largo cabello castaño que caía sobre sus hombros. No reconoció el uniforme que traía puesto, pero más tarde, Horacio descubriría que los veterinarios vestían de distinta forma.

Muy buenas, soy la Alférez Kylie Johnson, una de las veterinarias que está al cargo del refugio — las maneras de dirigirse a Horacio, como superior en rango que era, fueron excelentes. Algo que no le dejaba de impresionar porque seguramente él nunca sería capaz de seguir de una forma tan estricta —. El Capitán Greco me había comentado que tendríamos un nuevo voluntario, pero no había mencionado que se trataba de usted. Será todo un honor que nos ayude con las tareas más básicas. Parece que no, pero al final hay mucho que hacer.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Una vez más le trataban de aquella forma especial, porque al final no era una figura desconocida, pero no iba a tolerar que le dieran un trato diferente por ser un héroe de guerra. Aunque para su suerte, Horacio había aprendido lo suficiente de la vida como para ya no guardarse las palabras.

No es necesario que me trate con las formas que tocan por reglamento, lo del uniforme es una mera formalidad... De hecho, agradecería si me tratase de Horacio.

Черный ✬ дельтаDonde viven las historias. Descúbrelo ahora