Prólogo

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El aire gélido golpeaba su rostro y, a pesar de que no estaba acostumbrado a aquel clima tan desolador, no se sentía como si en Rusia hubiera sido la primera vez que Horacio alcanzaba a tocar la nieve con sus manos desnudas, ya que en Estados Unidos nunca había tenido ese tipo de experiencias.

El tiempo había transcurrido muy rápido y, al mismo tiempo, muy lento. Había sido un golpe muy duro el ser un sobreviviente de la guerra teniendo que dejar atrás a la persona que su corazón más atesoraba, por mucho que fuera el deseo del propio Volkov. No había ayudado en absoluto que en el momento de su vida que más necesitaba tener a personas preciadas a su lado, Gustabo hubiera decidido desaparecer por completo porque no sentía ningún tipo de afinidad con el ejército.

Quizás si las circunstancias hubieran sucedido de otra forma, Horacio hubiera decidido acompañar a Gustabo en su nuevo camino en la vida: pero ahora era incapaz de ello. Quizás había perdido a Volkov en una guerra y podía inculpar al propio ejército de ese desenlace, sin embargo, Horacio sabía más que nadie lo importante que era aquella institución para Volkov. Ser un piloto de Jaeger no era un orgullo para el ruso sino una obligación, era su función en el mundo: tenía muy interiorizado que si él tenía que cumplir algún tipo de misión en el mundo, era trabajar duro para que la sociedad pudiera llegar a ser feliz cuando la guerra cesara. Pues la felicidad era un sentimiento que Volkov experimentó por un periodo muy breve en su vida.

¿Cómo podía Horacio alejarse del ejército conociendo toda esa información? El ejército en lo personal no le atraía, pero aquella parte de Volkov que había quedado en su interior era incapaz de alejarse de aquel camino en la vida.

Aunque Horacio también se tenía que enfrentar a una novedad en su vida y no se trataba de la soledad. De hecho, sonaba bastante contradictorio en ese sentido, pues se trataba de la fama.

Al igual que Horacio cuando era un cadete conocía los nombres de todos los pilotos que habían participado en la anterior guerra, ahora los civiles conocían que él era lo que consideraban un héroe de guerra, a pesar de que él no se sentía de esa forma. El único que podía considerarse un héroe de los dos, era Volkov, y de estar con vida, Horacio estaba seguro que el ruso tampoco habría aceptado ese calificativo hacia su persona.

La cuestión era que la prensa había intentado contactar con Horacio en múltiples ocasiones y él solo sentía que quería esconderse bajo tierra y que nadie pudiera realizar un comentario que pudiera hacer una relación directa con todas las vivencias más trágicas en su memoria.

Quizás ese era el motivo por el cual decidió quedarse en Rusia tras viajar a aquel país para ser partícipe del funeral de Ivanov y Volkov. Los rusos por lo general eran mucho más reservados y le trataban con tanto respeto que no podía pedir vivir en un sitio más tranquilo. Sin embargo, la soledad era irremediable por el mismo motivo: no sentía que encajara en ese lugar, ni pudiera ser cercano con su gente.

Enfrascado en sus propios pensamientos, se sobresaltó al sentir una mano ajena sobre su hombro y alzó el rostro en consecuencia; encontrándose con la mirada preocupada de Serjay.

Deberíamos regresar al interior. —propuso Serjay, en ningún momento intentando presionar para imponer su voluntad.

Si bien Horacio había perdido casi todo contacto con su grupo de amigos, es decir, Gustabo y los Escobilla; era cierto que tenía que agradecer la compañía del equipo que había formado en Cherno. Serjay había decidido continuar en el ejército y actualmente coincidían mucho, por no decir que iban juntos en casi todos sus viajes. En el caso de Nikolai, ya no formaba parte del ejército. Se había mudado a Japón con Yuu y tenía un uso horario totalmente distinto, pero incluso así solía llamar de vez en cuando para ponerse al día con sus vidas.

Horacio asintió levemente con el rostro, dirigiéndose junto a Serjay al interior de la base militar. Quizás Horacio no era capaz de apreciar que no estaba solo en el mundo, pero no importaba, porque aquellas personas tratarían de cuidar del chico aunque fuera desde las sombras.

Horacio ya no era el mismo Horacio que años atrás. No era aquella fuerza irrefrenable de felicidad y energía; se había vuelto mucho más sombrío e incluso, su aspecto tampoco era extremadamente vistoso. Era extraño verle con ropa que no fuera el uniforme militar y su cresta morada había desaparecido, luciendo ahora un rapado que sus amigos más cercanos nunca hubieran imaginado como parte de sus 'looks'.

El chico ni siquiera se planteaba la posibilidad de volver a ser el mismo Horacio de antes, probablemente ni siquiera había cabida para felicidad o estabilidad emocional en su vida actual.

Un día más significaba un día menos.

Черный ✬ дельтаDonde viven las historias. Descúbrelo ahora