Horacio se encontraba nuevamente en un camino sin salida. No podía ser que Claudio se hubiera desvanecido de Los Santos. Aunque también existía la opción de que se hubiera ido de la ciudad, negándose a la idea de que el médico hubiera muerto. Claudio estaba con vida cuando la guerra finalizó, así que quería aferrarse a la idea de que tenía que estar en un lugar u otro.
Recordaba que Armando le había mencionado días atrás que fuera a ver a Greco para intentar que le tendiese una mano y le ayudase con su búsqueda, pero lejos de no hacerlo por cuestiones relacionadas con el orgullo, Horacio no lo había hecho porque no quería ser una molestia para nadie. También había una pequeña parte que se debía a qué no conocía personalmente a Greco. Si bien había trabajado con él en la última batalla de la anterior guerra, sólo conocía su voz y no su aspecto. Sin embargo, tocaba admitir nuevamente que no todo lo podía conseguir por sí solo.
Era consciente de que la soledad no le hacía bien y, aunque a veces lo único que le apetecía era estar a solas en su habitación, dejando transcurrir el tiempo sin hacer nada productivo, tampoco quería estar solo para el resto de sus tiempos. Sentía que necesitaba volver a tener un amigo cercano en su misma ciudad, no era suficiente con las llamadas de Nikolai de vez en cuando, siendo que éste vivía en otro continente.
A veces sentía que era un deseo egoísta por su parte el volver a encontrarse con Claudio, pero inconscientemente le buscaba porque él tenía un tipo de personalidad que probablemente era el que ahora necesitaba para sentirse apoyado. Gustabo había sido su mejor amigo durante gran parte de su vida, pero ahora su mentalidad había cambiado e, independientemente que Gustabo le ignorase, Horacio no necesitaba las peleas, problemas ni todas aquellas consecuencias que desencadenaban los actos del rubio. No tenía muy claro qué era lo que quería en la vida, pero después de todo lo turbulenta que había sido la guerra, necesitaba un poco de paz.
Golpeó la puerta del despacho de Greco con sus nudillos y una voz masculina desde su interior le informó que podía pasar. Al ingresar al interior de la habitación, ciertamente le recordó a la misma distribución que tenía el despacho de Conway. Tras el escritorio, se encontraba un hombre de pelo castaño y una larga barba que impedía que Horacio pudiera calcular la edad aproximada que tendría Greco. Con un primer vistazo, Horacio podría decir que el aspecto de Greco imponía al ser un hombre de espalda ancha y musculado, pero su vocabulario corporal no era para nada intimidante, lo que hacía un choque bastante singular.
A pesar de que Horacio no hubiera reconocido a Greco en los pasillos del cuartel, éste sí que pareció reconocerle al instante, pero llegados a estas alturas, estaba más que acostumbrado a que esto sucediese.
— Eres Horacio, ¿verdad? Un placer conocerte en persona. — Greco se levantó para aproximarse al chico y extender su mano para estrechársela. A Horacio le pareció curioso que un militar pudiera transmitir esa aura de calma —. Lamento lo ocurrido con tu compañero.
Cada vez que alguien le daba el pésame por Volkov, no sabía cómo reaccionar: ¿debía dar las gracias? ¿Decir que también lo sentía? ¿Agachar la cabeza y no decir nada porque el corazón se le hacía un nudo? Aunque, para suerte o desgracia, en aquella ocasión Horacio no tuvo que decir nada porque un extraño ruido lo desconcertó y, al girar el rostro hacia un rincón de la habitación, se encontró a un pug durmiendo sobre un pequeño colchón que estaba en el suelo. Horacio ni siquiera sabía que los perros roncaban.
— Esa es Soyla. No te preocupes por hablar, seguirá durmiendo tan tranquilamente.
Greco intuyó que si Horacio había ido a verle a su despacho era por alguna cuestión en concreto, así que volvió a ocupar su asiento, invitando a que su visita hiciera lo mismo tomando asiento en una de las sillas del lado opuesto.
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Черный ✬ дельта
Science FictionPacific Rim AU. Tras dos arduas guerras que enfrentaron a los Kaijus contra la humanidad y en la que estos últimos vencieron, nos encontramos en una sociedad que tiene que aprender a volver a vivir sin el miedo constante a ser atacados. En especial...