⒕ Final

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❝Una vida que se merecen❞

—Entonces... ¿tienes planes para este fin de semana? —husmeó Natasha, mirándolo de soslayo.

Él pensó su respuesta. Se estaba quitando el comunicador de la oreja y los guantes. La rusa creyó que el tiempo que se estaba tomando para pensar era demasiado largo, sus respuestas al ser cortas siempre eran rápidas.

—Aún no tengo planes.

—¿No? —inquirió, fingiendo sorpresa. Ella también se estaba quitando los guantes. Se detuvo para girarse en su dirección—. ¿Ninguna salida con amigos? ¿Ni una cita? —enfatizó más en la última palabra.

Él sonrió, con un ápice de timidez.

—No, Romanoff.

—Oh, vamos, me vas a decir que el gran Capitán América no tiene citas.

Steve se dio vuelta y se quedó mirándola.

—¿Por qué te sorprende tanto?

—No creí que se te dificultara tanto.

—Las cosas no son como antes. Aunque antes tampoco me iba muy bien...

Natasha le sonrió.

—Deberías volver a intentarlo.

—No te prometo nada.

—Diviértete un poco, Rogers. No todo es trabajo.

—Es lo único que se me da bien —replicó.

—Yo te puedo presentar a algunas chicas. Hill hace bastante que está soltera, o Sharon, la ag...

—Agradezco tu ayuda, Romanoff —le interrumpió, con una leve señal con la mano, intentando no ser irrespetuoso—, pero no creo estar listo.

Y se volvió al pequeño armario donde guardaba sus cosas. La pelirroja se acercó a él y se apoyó en la pared contigua con los brazos cruzados. Notó que al verla, Steve reprimió las ganas de poner los ojos en blanco. No llevaban mucho tiempo conociéndose, pero el soldado ya sabía que la espía era insistente. Sin embargo, nunca parecía que le molestara. Natasha, sin importarle que apenas llevaba unos meses trabajando junto a él, ya se sentía cómoda a su lado. Steve no era como los otro agentes con lo que había trabajado, era increíblemente estricto y eficiente, nunca nada salía mal con Rogers. En lo personal, desde el primer momento que entabló una conversación con él supo que, si quisiera, podría llegar a ser su amigo. Si querría considerarla una extraña, Steve tendría toda la razón en hacerlo, pero cuando hablaban siempre le era honesto, amigable y amable, como si se conocieran de años.

—Para estar listo quizá necesitas práctica —Natasha se encogió de hombros. Steve volvió a sonreírle. Sus sonrisas eran pequeñas, se reflejaban más en sus ojos.

—¿Qué tal tú? —fue su turno de ser curioso.

—¿Con qué?

—¿Estás saliendo con alguien?

—¿Por qué lo preguntas?

—Curiosidad. ¿Estás saliendo con un agente de aquí, no? —más que una pregunta sonó a una afirmación.

—Puede ser.

—Cuánto misterio, Romanoff. Muy pocos lo saben, ¿verdad?

—¿Cómo lo sabes tú?

ROJO PÚRPURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora