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¿Seguimos siendo amigos?


No sabía qué iba a pasar ahora.

No sabía absolutamente nada. Ni qué decir, qué hacer, cómo actuar. Estaba constantemente esperando algo de Barton, pero no sabía con exactitud qué era. ¿Estará él pasando por lo mismo que yo?, pensó la espía.

Desde que se despertó supo que se estaba poniendo en juego su amistad con el arquero. Lo sentía. Detestaba que algo tan valioso como lo era ese vínculo que tenía con él corriera riesgo. Odiaba la confusión que le generaba, pero odiaba aún más haber dejado que sucediera y no saber cómo encarrilar la situación. ¿Por qué dejó que esa incomodidad ganara espacio entre ellos? ¿Por qué no solo lo dejó pasar para así seguir tratando a Barton como lo que era?

Clint Barton era su mejor amigo. Y cada vez que se lo repetía a sí misma soltaba un suspiro frustrado.

Cuando abrió los ojos aquella mañana de lunes recordó lo que había soñado: pequeños flashes de la fiesta; los besos húmedos del arquero en su cuello, las manos ansiosas e inquietas, sus piernas envueltas en la cadera de Barton y cada sonido placentero que había salido de su garganta. Se despertó sintiéndose agitada y calurosa, aunque el servicio meteorológico aseguraba que no hacía tanto calor en la ciudad.

Natasha Romanoff se dio cuenta de qué era lo que la perturbaba y lo afrontó; tenía miedo de perder lo más valioso que había construido en esa vida desde que se unió a SHIELD, esa conexión que no había nunca alcanzado con nadie más salvo con el arquero. También tenía miedo de verlo y recordar siempre lo que había pasado aquella noche. Pero, peor aún, tenía miedo de querer que se repita lo que había pasado aquella noche.

Se aseguró de hacer el primer café de la mañana bien fuerte y cargado. Ya sentía el peso del día sobre sus hombros, pero lo que más le pesaba eran los días que habían pasado. La fiesta, la noche y el viaje de vuelta.

El viaje de vuelta. No se olvidaba de lo que había hecho; Clint había querido afrontar la situación, con cierta incomodidad, y ella había huido como cobarde. «Esas cosas pasan», le había dicho. No, él tenía razón, esas cosas no pasaban entre ellos, o mejor dicho, no debía. Se dejó ver insegura, confundida, superada cuando nunca en su vida había actuado así.

Clint Barton había logrado surgir ese efecto en ella. Era el primero al que, inconscientemente, le había otorgado ese poder. Se sentía extraño, se conocían tanto y estaban tan acostumbrados a lo que uno le provocaba al otro que ahora con nuevas sensaciones merodeando entre ellos se sentían como si fueran desconocidos.

«No es algo que se tome a la ligera». Ella había dicho que no lo sabía. Pero lo sabía. No se lo estaba tomando a la ligera.

Se frotó el rostro, sintiéndose patética y estúpida. También se desconocía a ella misma.

Bebió el primer sorbo de café, con Liho sentado entre sus pies. Esperó que la bebida caliente acomodara sus ideas, esfumara las imágenes de su sueño que se invocaban solas. También esperó que Clint no estuviera teniendo su mismo problema, y que actuara indiferente ante la situación cuando la viera, porque si no era así, tratar de sobrellevar lo que pasaba entre ellos iba a ser muy, muy difícil.

┅┅┅

Maria Hill entró al vestuario de la espía sin pedir permiso, como si fuera suyo. Natasha sabía que era ella sin siquiera mirarla, cuando se dio media vuelta en su dirección, descubrió que Melinda May la estaba acompañando. Hill se recargó contra la pared, con los brazos cruzados. May se apoyó en el umbral, con el porte relajado, algo no tan usual en ella. Estaban entre amigas. Las dos le sonrieron, Natasha solo les mostró ese mohín que parecía una media sonrisa. Las sonrisas verdaderas se las guardaba para otras personas.

ROJO PÚRPURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora