CAPITULO XXXIII

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Me encuentro hecha un ovillo dentro de las frazadas de la cama, con los audífonos puestos y la música a todo volumen.

La música ayudaba a relejarme y a concentrar mi atención en otro lado.

Toc, toc.

Creí escuchar, pero no quise confirmarlo.

Toc, toc.

Más fuerte. Preferí ignorarlo.

Toc, toc. Y la puerta se abrió.

Cerré mis ojos, fingiendo estar dormida para que mi madre saliera de la habitación.

—Clarisa —llama por lo bajo. No respondo y ella habla más fuerte—. Sé que estas despierta. No puedes dormir con los audífonos puestos.

Solté un suspiro y abrí los ojos, aunque no la mire.

Sentí como el colchón se hundió detrás de mí. Y luego sus brazos abrazándome desde atrás.

—Jane me conto todo.

Me mordí el interior de la mejilla para no romperme frente a ella.

—¿Quieres que hablemos? —pregunta.

Me abstengo de contestar. Ella se limita a abrazarme más fuerte, y una lágrima sale.

—Debo admitir que cuando Jane comenzó a contarme lo que Tyler hizo, juro que quise tomar las llaves del auto e irlo a golpear yo misma. Aunque su nana me golpeara después por golpear a su niño valdría la pena —rio cuando termina y otra lagrima resbala.

Mi madre acomoda mi cabello detrás de la oreja y puedo sentir su mirada en mí.

—Pero a como Jane continúo, mis ganas de golpearlo aminoraron... sinceramente no del todo. —agrega al final sacándome otra risa.

Me acomode mejor y por fin la mire.

—¿Y te conto lo de su idea?

—Sí. —no dice nada más.

—¿Y qué piensas?

—Aunque ahora ese muchachito no me agrada del todo... —mira hacia un punto vacío dejando al aire lo demás. Parece volver en si cuando la empujo leve—. No parece tan descabellada su idea.

—¿Enserio mamá? ¿Tú también estas en el lado de "ayudarnos"? –hago comillas con los dedos, pero sin sonar molesta.

—No saque las garras —dice jugando— Aun me lo estoy planteando. Su manera de actuar estuvo muy mal y no me agrado. —comienza a jugar con mi cabello—. Pero en parte es entendible, y sé cómo es desde niño, así que era de esperarse viniendo de él.

—Yendo más al punto, ¿qué piensas?

—Que enserio debe quererte para sentirse tan herido y hacer esa estupidez. —dice cruda.

Quererme...

La quiero. Fueron las palabras que, según Jane, él menciono. ¿Pero podría creerlo?

—Tú, Jane, Evan, Nana... siempre dicen que me quiere, ¿pero por qué todos ustedes dicen algo que él jamás me ha dicho?

—¿Tú se lo dijiste? —me quedo callada cuando lo pregunta— Tal vez él tenía miedo de decirlo primero.

—¿Y por eso yo debía decirlo primero? —contrataco irónica—. No me parece justo.

—Tienes razón. —asiente volviéndome a abrazar—. De hecho, la cabeza de ese mocoso es muy rara.

El mejor amigo de mi novioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora