CAPITULO XXI

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—Espera no —digo colocando mis manos sobre sus hombros, empujándolo hacia atrás.

—No espero —quita mis manos y las coloca alrededor de su cintura mientras vuelve a besarme.

Cierro los ojos y continuó con el beso.

Ay madre santa...

—Ya no —digo recorriendo mi cara hacia un lado pero él continúa besándome en la mejilla para después descender hasta mi cuello—. Tyler no.

—Solo disfruta.

—¡Tyler he dicho no!

Mi tono de voz, uno de pánico, fue como activar un botón en él porque al instante se separó, creando una gran distancia entre nosotros.

—Perdona. —dice cabizbajo.

Sentía el corazón en la garganta y unas terrible ganas de llorar.

Tyler levanta su cabeza y en sus ojos puedo notar que se siente apenado consigo mismo.

—De verdad lo siento princesa. Debí detenerme cuando me lo pediste. Lo siento.

Me muerdo el cardenal del labio para no dejar que las lágrimas resbalen por mi mejilla.

Que no se haya separado o detenido cuando se lo he pedido no es lo que me tiene así.

"Eres alguien confundida" dijo Jane y sus palabras hasta el día de hoy no se sentían más certeras que nunca.

Soy alguien confundida.

Confundida con Bruce. Confundida por Tyler. Por las cosas que me hace sentir y por las cosas que hago. Confundida conmigo misma.

Siento que en cualquier momento todo me va a explotar en la cara. Necesito pensar, lejos de Tyler y lejos de cualquier persona. Solo necesito estar sola.

Di media vuelta, retomando el camino que seguía antes de... bueno ustedes saben.

—Princesa, ¿a dónde vas?

Ni siquiera puedo mirarlo, tengo miedo de lo que yo haría. Tengo que pensar, necesito pensar.

—Princesa. —me sujeta del brazo.

Sin voltear a verlo, digo: —Solo quiero estar a solas.

—Princesa...

—He dicho que quiero estar a solas. —repito con voz neutra.

Su agarre en mi brazo se aflojó, por lo que continúe caminando y agradecí al cielo que Tyler no me haya seguido.

***

La roca en la que llevaba ya rato sentada comenzaba a incomodar a mi trasero. Me levante y tome una piedra del río.

Había perdido todo rastro del tiempo después de que el camino de tierra me trajera aquí: un lago.

Un lago muy hermoso. El suelo alrededor de él no era Tierra o algo semejante, todo a su alrededor eran piedras de distintos tamaños; algunas tan grandes o amplias para poder sentarse en ellas y otras un tanto pequeñas, como la que tenía en mi mano.

Se oía una leve corriente que había logrado tranquilizarme en el momento que pude detenerme.

Llore. Grite. Lance piedras. Y luego volví a llorar.

El mejor amigo de mi novioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora