CAPITULO XLVII

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Clarisa

Decaída era como me veía.

Vacía era como me sentía.

Y rota era como vivía.

Era la penúltima semana de clases, y solo habían pasado dos días desde que hable con Tyler.

Dos días en lo que no podía concentrarme en casi nada, cuando debía hacerlo. La próxima, y última semana, iniciaban los exámenes finales.

Era poco lo que había estudiado y ya estábamos a viernes. Tendría que esforzarme este fin de semana para repasar todos mis apuntes.

Aunque lo positivo en todo esto, era el fin de esta semana tan caótica.

Los rumores se habían esparcido por todo el instituto. Y no dejaba de recibir comentarios y miradas, tanto directo como indirectamente, al respecto.

Como la conversación que estaba oyendo a mis espaldas mientras sacaba mis libros de la próxima clase del casillero.

—¿Ya viste? —susurra pocamente sutil—. Ella fue la que causo que Tyler y Bruce pelearan.

—Tan carita muerta que se ve. No me creo que le haya sido infiel a su novio.

—¿Cómo Tyler saldría con ella?

Como toda la semana solo las ignoraría, pero el último comentario enserio me enfureció. Aunque no era la primera vez que lo escuchaba:

—Lo dudo de parte de él. Pero no dudo que ella fuera quien se lanzara a sus brazos como una cualquiera.

Cerré el casillero de golpe, y voltee a verlas.

Ambas chicas, que apostaba eran de primer año, me miraban con ojos saltones, preocupadas de haberlas oído.

—Niñas —me acerco a ellas lo suficiente para que retrocedan y queden pegadas a los casilleros detrás de ellas—. ¡Cómprense una vida!

Les doy la espalda, verdaderamente furiosa.

Lo peor, y que enserio no podía tolerar, era que todos pensaran que fui yo quien se "lanzó" a Tyler como una ofrecida. Era verdaderamente indignante y denigratorio.

Alcance a escuchar otro comentario de otras personas cuando pasaba por su lado:

—Pobre chica. Se quedó como el perro de las dos tortas.

¡Ni siquiera entendía del todo esa expresión! Aunque tampoco era la primera vez que la murmuraban cuando me veían pasar.

Lo bueno –o eso pensaba– era que solo tenía que aguantar una semana más de todo esto. Y ya no tendría que soportar los comentarios y susurros sobre mí cuando le pasaba a cualquiera por el lado.

Sobre todo, no más miradas. Detestaba las miradas, sacaban a relucir todas mis inseguridades.

Entre al salón, y no miento al decir que todos guardaron silencio al verme.

Les dije, las miradas...

Quise desaparecer de la faz de la tierra.

Camine con la cabeza agachada sin mirar a nadie, y me dirigí hacia mi lugar de siempre.

Tan pronto como lo hice, el ruido normal comenzó a hacerse por el aula. Al menos, no alcanzaba a distinguir a nadie hablando sobre mí.

Mejor me dedique a rayar mi cuaderno con garabatos para perder el tiempo.

Faltaba poco para que la clase iniciara, y Jane aun no llegaba. No sabía si sentirme despreocupada o preocupada.

Ayer y de lo que va del día de hoy, la he estado evitando, y milagrosamente lo logré, pero no podría hacerlo en esta clase donde ambas somos compañeras de mesa.

El mejor amigo de mi novioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora