8. El poder de un resfriado

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Siempre hay un momento en el que te sientes sin salida. Y no, el mío no fue en aquella situación incomoda en la tienda de lencería. Mi momento sin salida fue cuando el resfriado cobró fuerza sobrehumana y los administradores de NewBook decidieron hacerme una pequeña entrevista para conocer más acerca de su invitada. ¿Lo peor? Sería en vivo, donde miles de personas podían ver mi desastroso desastre.

—Tú puedes, Eileen —susurré en espera de que la llamada se concretara.

—¡Hola! —saludó el joven administrador acompañado de una chica de aspecto liberal—. Es un placer poder conocer a la famosa Eileen Larsson.

Quería sonrojarme, pero mi nariz, mis mejillas y mis orejas, ya lo estaban por culpa del resfriado. Mis ojos ardían, de mi nariz escurría el fluido desagradable y mi cabeza parecía que iba a estallar. Tenía que agregar los horrorosos escalofríos que me hacían sentir frío a pesar de estar a 35°.

—¡Hola! El placer es mío.

La entrevista continuó con preguntas fáciles de responder. Mi nerviosismo aumentó cuando Scott se unió al en vivo, siendo parte de los comentarios con un mensaje corto e inspirador: "Una más en la comunidad. ¡Bienvenida!". Scott me estaba viendo. Scott estaba viendo a una Eileen enferma con tres kilos de base para tratar de ocultar su enfermedad. ¿Le parecí linda? ¿Seguía como espectador? La entrevista iba bien después de todo. Mis respuestas eran de una chica segura de su trabajo y de sus decisiones.

—¡Eileen! —gritó Adrien. Abrió la puerta mientras se quitaba la ropa quedando en ropa interior. No se daba cuenta de lo ocupada que estaba y de la vergüenza que me hacía pasar frente a todos—. ¿Recuerdas a la hermosa enfermera que se había negado a mis encantos? ¡Tengo una cita!

Se cambió de ropa en un acto rápido, roció un poco de perfume en su cuello y volvió a tomar las llaves de la casa sin siquiera voltearme a ver.

—¡Nos vemos en un par de horas! —gritó para luego salir de la habitación.

La puerta se volvió a abrir, Dua asomó la cabeza y lanzó una caja de chocolates hacia la cama.

—¡Adrien me tiene harta! ¿Lo ves? ¡Se los ha acabado!

Sacó la cabeza y cerró la puerta con enojo. No quería voltear a ver los rostros de los administradores, quería bajarme poco a poco hasta desaparecer y finalizar la entrevista con una tonta excusa. Me armé de valor y regresé a lo que estaba.

—Vivo con mis mejores amigos —expliqué fingiendo confianza.

—¡Ahora sabemos de dónde proviene tu inspiración!

Suspiré en secreto al notar que no había sido una vergüenza. Después de asimilar un poco, agradecí que la mayoría de la comunidad de NewBook fueran jóvenes de mi edad. Tomaban las cosas a la ligera y cualquier anécdota vergonzosa en realidad era una anécdota divertida y perfecta para ser contada en cualquier momento.

La entrevista resultó un éxito, un maravilloso éxito. Después de cortar la comunicación corrí en dirección al baño y descargué los pastelillos que había comido en un asqueroso vómito. La pastilla que me dio Alex tenía efectos secundarios tales como vómito, mareos y dolores de cabeza. La suerte estaba de mi lado, mi estómago pudo soportar los últimos minutos sin descargar nada enfrente de las miles de personas que veían la entrevista.

Después de cepillar mis dientes y de una larga ducha, me senté en el borde de la cama para ver los comentarios en la publicación en donde anunciaron mi entrevista. La mayoría de los comentarios eran buenos, aunque otros solo preguntaban el nombre de Adrien y en dónde podían encontrarlo. No pude evitar reír. El comentario de Scott no hizo falta: "La entrevista más entretenida que he visto". ¡Había causado una buena impresión! ¿Qué más podía pedir?

—¿Estás mejor? —preguntó Dua mientras entraba a la habitación.

—Algo así. Siento que todo me da vueltas.

—¿Efecto de la pastilla?

—Tal vez consumí drogas.

—Wow... —musitó.

Dua aún no se encontraba del todo bien. Sus ánimos estaban por los suelos y su sonrisa no volvía. Adrien no colaboraba, seguía sin respetar los chocolates de Dua, el alimento que la mantenía con energía.

—No me quiero volver a enamorar.

—No quiero volver a tener un resfriado.

Las dos mirábamos un punto fijo en el espejo de la habitación. Éramos una clase de zombies pasivos en espera de que el virus nos atacara. Dua recargó su cabeza en mi hombro y comenzó a llorar.

—Espero que las cosas con Scott no terminen como el desastre que fue mi noviazgo.

—¿Recuerdas la frase que te dio la abuela cuando perdiste en concurso de animadoras?

—Las cosas buenas llegan después de un desastre —dijimos al mismo tiempo.

—¿Cuándo?

—Más pronto de lo que crees. Ahora solo tienes que disfrutar de la vida. ¿Dejarás que el recuerdo de Leo arruine tu viaje?

—¡No! ¡Todo menos eso!

—Entonces limpia tus lágrimas y vamos a comprar más chocolates.

Me levanté, le estiré la mano y ella no dudó en aceptarla.

—Si Adrien se los vuelve a comer, juro que lo mato.

—No hará falta, el chico tiene una deuda conmigo.

—¿En serio?

—Por poco arruina una entrevista.

Así fue como Dua se entretuvo escuchando mi anécdota mientras caminábamos hacia el supermercado más cercano. Cuando menos lo esperó, ya estábamos de regreso comiendo chocolates cómodamente en el sofá.

—¡Pero todo fue un éxito!

—Y tengo el presentimiento de que este viaje resultará igual —respondí alegre.

Un amor entre letras ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora