6. Plaga de preservativos

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—¡Fue tanto tiempo, Eileen! —gritó Dua entre sollozos.

Pensamos que nada podía suceder en la espera para ir a la convivencia, pero nuestra conclusión se convirtió en una errónea cuando Leo decidió terminar con Dua porque la inteligente mujer se negó a tener relaciones sexuales sin preservativo. "¿Acaso no me tienes la suficiente confianza?" fue la pregunta que estalló la bomba. Claramente Dua no iba a permitir un embarazo no deseado o una enfermedad de transmisión sexual. Confiaba en él, pero en Dua vivía una semilla de desconfianza que la obligaba a rechazar tal propuesta. Tal vez porque Leo era muy pícaro y habían muchas chicas detrás de él.

—¿Por qué no aceptó mi decisión?

—Mira el lado bueno de esto.

—¿Cuál?

—Te diste cuenta de lo ignorante que puede ser un chico desesperado.

Mi respuesta la hizo llorar aun más. El sofá estaba totalmente húmedo gracias a sus lágrimas y los pañuelos usados estaban regados por doquier. En verdad le afectaba el hecho de que su ser amado ya no fuera más su ser amado. Habían planes de por medio que hacían más duro el período de aceptación. Dua estaba a tan solo un par de meses de abandonar el apartamento e irse a vivir con él.

—¿Sabes qué es lo que más me duele de todo esto?

—¿Qué?

—Que nuestros gastos serán mayores —respondió entre risas.

—Cierto. Su apoyo económico era de gran ayuda.

Adrien abrió la puerta principal, entró con una gran sonrisa la cual se desvaneció al ver a su hermana con los ojos hinchados y la nariz llena de mocos. Los pañuelos se habían terminado y yo me había negado a darle la manga de mi blusa para que se limpiara.

—¿Leo? —preguntó.

—Así es.

—¿Qué sucedió?

—Dua se negó a tener relaciones sin preservativo —respondí, ganando una mirada asesina por parte de Dua.

—¡Hijo de...!

—¡No lo vayas a matar! —advirtió Dua entre sollozos.

—¿Crees que iría a prisión por culpa de ese idiota? No. Tengo una mejor idea.

Adrien se quedó pensante algunos segundos. Sus planes eran de temer, no porque tuviera una mente sádica, sino porque cada que éramos partícipes, terminábamos mal, muy mal.

—¿Estás dispuesta a sacrificar todo por Dua?

—¿Sí?

—Ve por el auto de tu padre. Las veo en la casa de Leo.

El plan comenzó cuando para nuestra suerte, papá y mamá salieron a caminar por el vecindario, dejando a nuestra total disposición las llaves del auto. Conduje lentamente para que Dua disfrutara del paseo. Su rostro carecía de maquillaje, haciéndola ver dos años más joven.

—¿Es el auto de Leo?

Efectivamente era el auto de Leo, cubierto con sobres de preservativos. No pudimos evitar reír. Adrien se subió al auto con una sonrisa y no dudó en admirar su obra de arte por algunos segundos.

—Es una plaga de preservativos. Justo lo que él se merece.

—¡Es maravilloso! —gritó Dua.

—Pero falta el toque.

Los dos me miraron con complicidad. No entendía muy bien hasta que sus ojos se dirigieron al acelerador.

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