15. El pago

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—¿Fue tan duro el golpe que le dimos al auto de tu padre? —preguntó Adrien en un tono lleno de furia—. Han pasado tres meses desde que eso sucedió y seguimos con los trabajos en la casa de tu abuela. ¿Sabes cuantas horas pierdo al día por culpa de esto? ¿Sabes cuantas tareas he sacrificado?

—No te engañes a ti mismo, Adrien. Tienes quien te haga las tareas —protestó Dua mientras bajaba las escaleras.

La casa de la abuela estaba pintada de un color blanco resplandeciente. Era sábado, por lo que decidimos pasar seis horas haciendo el trabajo para no tener que volver algún otro día y continuar la actividad. Anteriormente habíamos hecho esto, usando un color durazno que a la abuela le había parecido un poco extravagante. Después dijo que el blanco iba a resaltar el color de sus plantas y de sus flores. Tengo que admitir que fue una gran idea.

—Tres meses —murmuré.

Los tres guardamos silencio. Cada uno observaba hasta la más mínima mancha de pintura en nuestro cuerpo y en nuestra ropa. Hicimos un trabajo limpio en la casa, pero un trabajo sucio en nuestra persona.

—¿Qué pasó con Adler? —preguntó Dua.

Desde que entramos a la universidad, los trabajos con la abuela y los temas personales, ocupaban la mayoría de nuestro tiempo, dejando cuando mucho dos horas al día para poder platicar y aclarar temas de mayor importancia como la renta o la compra de víveres semanales.

—Consiguió un trabajo como modelo de zapatos y de ropa. Le ayuda a su egocentrismo. Dice que ahora que está en la cúspide de su vida, lamenta no buscarme más a como solía hacerlo.

—Como si eso te importara —respondió Adrien entre risas.

—¿Amelia?

—Está realizando nuevos proyectos, aunque por ahora se concentra más en la exportación de mi libro. Tengo que admitir que hizo un trabajo muy rápido.

Los tres asintieron con la cabeza, apoyando mi comentario.

—¿Cómo van las terapias, Adrien? —pregunté.

—Bien. El terapeuta dice que voy mejorando, aunque un periodo de abstinencia no me vendría mal.

Después de unos cursos impartidos por Gale, un terapeuta sexual muy reconocido, Adrien asimiló que tenía un problema sexual algo grave. Definitivamente no era adicto, pero poco a poco perdía la importancia y el placer por haber descubierto el mundo sexual desde muy temprana edad y poniéndola en práctica muchos días a la semana. El terapeuta dijo que eso le perjudicaría en un futuro, pero existían soluciones ya que era joven.

—¿Y cómo van las cosas con Marco? —preguntó Adrien.

Marco era el nuevo pretendiente de Dua. Dua se hacía del rogar, cuando por dentro moría porque el chico de tez morena y ojos verdes, le pidiera matrimonio lo más antes posible. Dua superó el trago amargo con Leo, aunque eso dejó una pequeña mancha en su corazón, haciéndola desconfiar un poco en las palabras bonitas y la seguridad que le brindaba Marco.

—Dijo que esperaría el tiempo necesario.

—Marco es un buen chico —comentó la abuela mientras salía de la casa.

—¿En serio? —preguntó Dua con emoción. El comentario de la abuela solo significaba una cosa: Estaba a punto de darle uno dr sus consejos sabios.

—¿Quieren pasar?

En ese momento me llegó el mensaje de aviso que tanto esperaba, por lo que era imposible que Adrien y yo nos quedáramos y degustaramos una rica limonada hecha por Alex.

—Tendrás que disculparnos, abuela, pero Adrien y yo necesitamos irnos.

La abuela y Dua comprendieron a qué me refería. Ellas dos conocían mi maravillosa sorpresa, una sorpresa que hoy sería revelada.

—¿Por qué tenemos que irnos?

—Ya lo verás.

Nos despedimos con ansias. Después de unos minutos llegamos al estacionamiento libre de la plaza comercial favorita de Adrien. Miraba el área un poco desolada en espera de la sorpresa.

—¿Qué hacemos aquí? —preguntó Adrien con tanta insistencia. Parecía un pequeño niño en espera de un regalo.

A lo lejos observé el reluciente auto rojo conducir hasta nosotros. Este se estacionó enfrente y Scott salió con los brazos alzados y la llave del auto en su mano derecha.

—¡¿Te gusta?! —preguntó Scott con emoción.

—¿Me trajiste aquí para que viera el nuevo auto de tu novio?

—En realidad, te traje aquí para que vieras el nuevo auto de mi mejor amigo.

Scott se paró enfrente de nosotros y le ofreció las llaves con una gran sonrisa. Adrien las miró dudoso y después estalló en risas como si de una broma pesada de tratara.

—No sé qué te hace gracia.

—¿Esto es verdad?

—¡Sí! —respondimos los dos al mismo tiempo.

—¡Oh por Dios!

Adrien tomó las llaves, se acercó al auto y con las manos sobre su nuca dio un par de brincos. El auto era mejor que el Jeep antiguo que vendió, razón por la que se sentía tan emocionado.

—Pero, ¿cómo?

—Eileen me contó acerca de tu gran sacrificio para que ella y yo nos conociéramos.

—Yo te prometí que si todo resultaba favorable, te daría un nuevo auto.

—Juntamos el dinero que ganó la venta de nuestros respectivos libros y he aquí el pago —finalizó Scott.

—No debieron hacerlo.

—Ya está hecho —respondí.

Adrien me cargó sobre el aire y después me volvió a depositar en el suelo con delicadeza y rapidez. Miró a Scott con seriedad y le tendió la mano. Acto el cual fue aceptado por Scott con una gran sonrisa. Pesé a la rivalidad que Adrien sentía por Scott, Scott le había tomado un cariño incondicional.

—No esperes más y ve a dar una vuelta.

—Eso haré.

Adrien se subió a su nuevo auto y encendió el motor.

—¡Gracias!

Nos despedimos con la mano, viendo como Adrien se alejaba a una velocidad altamente moderada. Veíamos la escena con orgullo y felicidad.

—¿Cuando le dirás que compraste ese auto con el dinero que te dio Amelia a cambio de que borraras el personaje de Adrien?

—Cuando se digne a leer mi libro, se dará cuenta —respondí.

Scott y yo nos miramos unos segundos sin decir nada. Me resultaba imposible tenerlo enfrente, ¡pero estaba sucediendo! Scott retiro un mechón de mi rostro e intentó quitar una mancha de pintura de mi mejilla.

—Es la segunda vez que pintan.

—La abuela es insaciable.

—Y tú igual —respondió con una sonrisa pícara.

Ese era el Scott coqueto que escribía las escenas románticas de las novelas que tanto me gustaban. Ese era mi propio amor, un amor entre letras.

Un amor entre letras ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora