El crujir de las llantas azotando los adoquines con prisa y llenando el aire del ruido que provocaba los envolvía. Era necesario que se moviera con rapidez pues no sabía cuánto tiempo estarían allí. Las criptas, las tan buscadas criptas habían aparecido delante de los ojos de Mathias como si supieran que debían ser encontradas. El llegar primeramente a la casa de Salvier había sido perder el tiempo, sin embargo tuvo la suerte de saber, por boca de Caesar, el paradero de Elio.
Tanto Caroline como su ayudante sabían de los lugares por donde se movía aquel ser. De hecho, sabían del único lugar que iría en tan repetidas ocasiones. Su aroma se volvía un camino para cualquiera que quisiera seguirle, así que eso hizo Mathias. Siguió el camino trazado por Elio en busca de su presencia, descendió cuantas calles el hombre pudo haber tomado hasta verse en las inmediaciones de la casa de William Blake. Mathias empezaba a alterarse, algo en él le decía que debía darse prisa. Tenía que ser muy veloz para llegar hasta las criptas, era un momento crucial pues estaban vivos. Él lloró de alegría al ver que había varias puertas atestadas del aroma de los suyos y que, aunque en un sonido muy bajo, podía escuchar los latidos, unos que necesitaban de sangre para volver a la vida.
Elio había sido sincero con Isabel, decir todo lo que eran y todo lo que podían hacer había causado cierto temor en ella. Sin embargo también tenía en cuenta que después de tanto tiempo, el temor era un sentimiento secundario, Gabriel le abrió los ojos a un universo distinto, uno en el que no son los humanos los últimos en la cadena, donde pueden ser tratados como alimento siendo seducidos por sus deseos más íntimos. Solo tenía que recordar cada una de las veces en que damas de noble procedencia llegaban a él y sus vidas, tan inocuas, sellada bajo sus labios.
Gabriel le enseñó los peligros de ojos zafiros como los de él y lo que se ocultaba tras palabras de belleza magnificada. ¿Y Elio? Ver sus ojos verdes dejándose llevar por su imagen habían logrado despertar la personalidad más cruel en aquel hombre. Tener a Graham cerca era tan peligroso como solo aquel hombre podía ser; causaba tantos efectos en ella, todos tan distintos y tan contrapuestos, no deseaba estar tan cerca, pero no podía negar que él al igual que Gabriel, tenían un aura que podía atraer hasta los animales más inocentes y aunque no lo quisiera admitir, ella pecaba de serlo.
Aun así se mantuvo de pie frente a él tratando de poner orden en sus ideas y en lo que deseaba hacer. Sí, seguir los pasos de Gabriel era seguir los pasos de un demonio, pero seguir los de Elio no era mejor que los del primero. ¿Y por qué plantearse seguirlos cuando antes anhelaba la libertad? Estaba tan inmersa en sus mundos y seducida por ello que no había cabida a más.
—¿Qué debo hacer? —susurró con los ojos puestos en sus manos. Elio la observó entristecido de tener la imagen de Loren frente a él. ella sobresalía en aquel cuerpo de vez en cuando, pero nada más y, aunque quisiera tener una razón, Isabel no podía entregarle más de lo que ya sabía.
—Escóndete —respondió en un murmullo. La joven abrió los ojos asustada—. De mí, de Gabriel, de ellos —dijo señalando la casa a varios metros.
ESTÁS LEYENDO
Aullando a la oscuridad
WerewolfEn el camino de la enfermedad y los callejones de la muerte algunas flores se esparcen. Entre las tablas de un ataúd y el silencio imperante de ciento de años, algunos esperan el líquido carmesí para renacer. Ella era un recuerdo, una vida. Él, un...