En movimiento

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Una embarcación se alistaba para partir en plena medianoche. Los hombres iban y venían cargando con todo lo necesario para zarpar tan pronto como les fuera posible. Clarisse observaba con tristeza la gran estructura de madera que se alzaba frente a ella imponente. Odiaba partir, tenía el deseo incesante de pedir por quedarse, no obstante las palabras de Vincent calaban hondo en ella. Toda su dignidad se estaba perdiendo tan solo por querer amarrar el cariño que podía sentir Gabriel por ella, algo tan efímero que probablemente ya se haya perdido. Se vio suspirando al vacío con la sensación revolcándose en su fuero interno. Aquella no era precisamente la mujer que siempre había estado al lado de Gabriel Grasso y Vincent LonStein, no, era sin duda vestigios de algo que se estaba pudriendo bajo su piel.

Caminó por el puente hasta verse en la pasarela de madera vieja que llegaba a la entrada de la embarcación, con las manos hechas puño y el rostro lleno de sensaciones de ira y dolor, veía tal transporte como su partida hacia ningún lugar. Vincent siguió sus pasos hasta verse a su lado. Ella olía su aroma y notaba su presencia con la vaga idea de querer que fuera Gabriel quien estuviera allí, pero aun necesitando esa pequeña muestra de afecto sabía bien que nada cambiaría. Gabriel seguía tan lejos de ella como la estuvo desde que Isabel apareció. Al lado del carruaje, el hombre se había cruzado de brazos esperando a que ella, inmutada, se adentrase y marchara.

Una punzada se clavaba en su abdomen como si hubiera sido atravesado, la mirada fría y certera de Clarisse lo amenazaba sin decir palabra alguna. Él comprendía lo que su mirada dictaba, era lo que esperaba en ella después de atreverse a enviarla a Europa. Aun así, había más que solo el sentimiento de odio acentuándose sobre él, también abrigaba cierto rencor. Aquella fémina había sido la razón de sus días por tantos años que se escapaban al aire como si nunca hubiera sucedido ¿Dónde habían quedado esos días?, ¿volverían a él? Le gustaba pensar que sí, que si algún día ella lo aceptase, los viejos años se encarnarían; aunque su mirada distaba de ser así.

Vincent hizo un ademán con el cual Gabriel ya sabía que la partida era inminente. Notó a ambos abordar y mantenerse cerca del barandal de la cubierta donde la mirada de aprecio y resguardo de su amigo lo hizo sonreír de manera fugaz hasta que los ojos de Clarisse desaparecieron de aquella escena. No lo perdonaría y, aun cuando no lo deseara, su cólera pudiera acrecentarse aún más. Fuera como fuera, el barco empezaba a moverse retirándose del muelle, por lo que debía empezar a moverse.

Tenía presente lo sucedido con Berckell, tanto que le era imposible no hacer nada pues el chico estaba tan cerca de los clanes que pudiera poner en peligro al resto. Por fortuna, la mayoría de sus iguales habían abordado varios días antes y encaminado a distintos puntos de Europa, un movimiento suspicaz a manos de Mikail y los suyos. Serían pocos los que, como él, quedarían en Nueva Orleáns.

Dentro del carruaje partió hacia la ciudad con el solo deseo de encontrarse con un hombre: Carl Thompson, pero también con la intención de buscar a la mujer que le estaba robando todo de sí

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Dentro del carruaje partió hacia la ciudad con el solo deseo de encontrarse con un hombre: Carl Thompson, pero también con la intención de buscar a la mujer que le estaba robando todo de sí.

Aullando a la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora