Bailando con la luna - Parte Final

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Un cisne que se había evadido de su jaula,

Y, con sus patas palmípedas frotando el empedrado seco,

Sobre el suelo áspero arrastraba su blanco plumaje.

Cerca de un arroyo sin agua la bestia abriendo el pico.

EL CISNE

EL CISNE

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El baile la tomó desprevenida, pero su alma estaba preparada. Sentía la dicha bajo la sonrisa que mostraba el hombre frente a ella. Sentía el momento único y especial así como el silencio de la canción al terminar una nota más. Ellos dos solos, acompañados; eran dos partes de un cuerpo fundiéndose con los pasos de una danza de movimientos rápidos, certeros, volátiles.

Los sueños la consumían.

Los sueños la consumían

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Ella empezaba a correr a su lado. Ella empezaba a tararear su voz en su recuerdo.

Oculta entre los muros su mirada se iba en aquellos que, como hombres de armas y honor, luchaban sin contemplación. Ahogó sus miedos teniéndolo a él frente a ella quien la devoraba con la mirada y ultimaba con sus labios. Sin embargo, la suerte le sonreía.

Parecía siempre sonreírle.

Hasta que lo vio y no hubo dudas, la suerte cambió.

Se movía cual serpiente, caminaba entre los retazos de aquello. Él parecía un espejismo que acusaba con volverse real con cada paso que daba. Y lo era. Tanto como para causar estados de estupor en ella y dejarse caer sobre sus rodillas.

Nadie le había dicho que lo volvería a ver, mucho menos que su rostro luciría tan cambiado.

—Isabel —murmuró y ella tembló. Se ahogaba en sus propios temores—. ¿Se han olvidado de ti? —prosiguió viendo su alrededor nefasto, destruido, corroído—. ¿Ves lo que causaste?

Aullando a la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora