8

783 76 29
                                    

Me veía y la veía, Callie estaba entrando a la universidad subida en unos lindos tacones azul marino y atrás: su novio. Creo que la respuesta era clara y tajante, yo no estaba realmente sorprendida, habían pasado dos días y algo en mí sabía que por más que lo deseara, ella no podría ser mía, no en ese momento y seguramente no lo sería nunca.

El problema cuando uno se acepta abiertamente homosexual es que ya no puede ni quiere volver a la oscuridad y anonimato por nadie, en ese punto estaba yo, yo que en mi casa la tuve muy sencillo, yo que había tenido varias novias, yo que tenía la mala costumbre de ponerme loca con mujeres indecisas, locas o, bien, que aún no se aceptan. Con Calliope no parecía haber atinado yo, tal parecía que estaba desbloqueando un nuevo bucle, uno llamado: me pongo loca por una miedosa. La chica sabía perfecto que el sujeto no la hacía feliz, de verdad que lo sabía, y tenía clarísimo que le encantaban las mujeres, que le encantaba yo, y no me importa si suena egocéntrico pero ella solo me tuvo porque yo lo permití, porque yo di paso primero y sí, aunque fue ella quien nos metió en el embrollo en el que estábamos inmersas mientras yo la veía avanzar hasta mí y por el mismo que ella apretaba sus manos y estiraba sus dedos uno a uno, era la misma que se disponía a regatear mis condiciones.

-Necesito hablar contigo -me dijo y elevé una ceja sonriendo.

-¿Ah sí? No creo -volví mi vista a mi celular.

-Tú impusiste sin más condiciones para ambas -se sentó a mi lado- como si importara solo lo que tú quieres.

-¿Entonces qué sugieres? -bloquee mi celular y la miré molesta- ¿Que seamos amigas que cogen ocasionalmente en el cuarto de mi casa? ¿Unas amigas que se insinuan relación estable pero que al final no pasa nada? ¿O unas que visitan a sus familias juntas?

-Amigas nada más -soltó y cerré mis ojos suspirando.

-Ya dije que no puedo.

-Inténtalo, por mí -susurró.

-Lo que me pides es injusto y lo sabes, Callie.

-Yo sé que es difícil, que requerirá de autocontrol pero...

-No, Calliope, tú hablas como si fueras capaz, como si no te incomodara -la miré- yo sé que te di la opción de no dejarlo pero quería que lo hicieras.

-No sé si lo que siento por ti es real -soltó y la miré.

-¿Cómo?

-Que no sé si es morbo o si de verdad quiero algo contigo, no sé si sea correcto dejar una relación de años por un desliz -no me miró, nunca me miró.

-Yo creo que sabes que no es solo morbo, porque por morbo no esperas a una persona a tardes horas de la noche, por morbo no prometes pensarlo, por morbo no haces ni dices ni actúas como tú lo haces -me levanté- pero si para ti es morbo y únicamente morbo, está bien, pero no vamos a ser amigas -la miré.

-Y eso porque lo decides tú y ya -me miró molesta.

-Pues es que tampoco se me antoja ser amiga de alguien que siente morbo de mí, y, mucho menos, seguir siendo participe de engañar a otra persona -empecé a caminar.

-¡Eres ridícula, Arizona! -soltó molesta y me voltee a verla y caminé hasta ella.

-Aquí la ridícula eres tú -puse mi dedo en su pecho- la que no acepta que le gusto, que le gustó acostarse conmigo, que es más que morbo y que te estás equivicando, la ridícula entre las dos, Calliope, eres tú -me alejé de ella y empecé a caminar de camino a mi edificio.

No dijo nada y yo no me voltee más, estaba cansada, se sentía como estar retrocediendo a la escuela cuando una de mis novias insistía en esconder todo y llamarme egoista por no querer hacerlo, como si yo hubiera salido a la luz como lesbiana para andarme escondiendo. Estaba bien, me sentía bien, solo cansada emocionalmente de pensar en lo que sería y astiada de ver que, nuevamente, no me equivocaba.

Pasó una semana, nos veíamos cada día, saliendo o entrando, pero siempre nos veíamos, su cabello estaba teñido de rojo en sus puntas y seguía desafiándome con la mirada, como si yo le estuviera debiendo algo, como si aquella conversación siguiera vigente y lejana a verse caducada. Ese día que se cumplía una semana yo estaba sentada en una pequeña mesa que quedaba entre recepción y el edificio de educación, el día estaba oscuro y yo leía en espera de mi primer clase de la noche cuando vi a Jorge entrar a la universidad, estaba vestido con ropa deportiva y traía en su espalda un lindo bolsito gris y un bombillo se encendió en mi cabeza, lo seguí hasta verlo entrar por la puerta principal, de seguro iba de camino a la oficina de Callie. Soy chismosa y he de aceptarlo, así que caminar hasta allí no fue difícil, me senté en un sofá esquinero que daba vista a la oficina de Callie y en diez minutos salió, le dio un beso en la mejilla a Callie y pasó sin más a mi lado, Callie ni esperó que saliera, ella sólo cerró la puerta en el momento en que él dio la vuelta. Me debatía entre si decirle o no a Callie mi descubrimiento, no sospechaba, yo estaba segura que ese noviazgo era una cuartada, un disfraz que se habían puesto los dos para ocultar su clarísima homosexualidad, pero, ¿por qué?

Toqué la puerta y ella abrió, elevó una ceja y le sonreí.

-Está bien, podemos ser amigas -le tendí la mano.

-Esto tiene truco -dijo mirando mi mano.

-Puede, o puede que no, no lo sabrás si no lo intentas -agité mi mano y ella me sonrió.

-Bien, me has convencido -apretó mi mano.

"Hola, soy yo" -Calzona.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora