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-Así que pretendes que crea que compraste eso solo porque sí -April apuntó a mi mano y la miré.

-No sea entrometida -tomé a Harriet en mis brazos y me alejé.

-¿Tú crees que yo soy tonta, Arizona? -me miró graciosa- Tarde o temprano sabré a quién le andas comprando chocolates.

-Pues hoy no es el día en que lo sabes, April -Harriet haló mi cabello y sonreí- ¿tú apoyas a tu tía?

-Harriet apoya a mamá, ¿verdad cariño? -Harriet rió y reí.

El timbre sonó y terminé de ponerle la diadema a Harriet, April trajo la maleta de Harriet con ella y yo a Harriet, al abrir la puerta el guapísimo y tontísimo padre de mi sobrina estaba todo sonriente, Harriet apenas tenía nueve meses y adoraba a su padre, estiró sus brazos y él la tomó.

-Pasaré por ella al medio día -le dijo April a Jackson y él asintió- cuídate, princesa, mami irá por ti más tarde.

La llenamos de besos y Jackson se marchó, normalmente él la cuidaba los fines de semana pero yo empezaría las clases ese día y como eran de mañana de día por medio, iban a chocar con el trabajo de mañana de April, ella trabajaba en un restaurante italiano por los turnos de mañana, en la tarde cuidaba a Harriet y estudiaba en las noches, cuando yo me hacía cargo de Harriet, antes de hacerlo yo ella estaba con Jackson y cuando se separaron empezó a hacerlo su madre pero estábamos de acuerdo que era mala idea.

-¿Entonces no me vas a decir para quién es el chocolate?

-No.

-¿Tan fea está que no quieres que sepa quién es? -chilló y reí.

-¡No! ¡Deja de molestar, April! -rodé los ojos y ambas tomamos nuestros bolsos.

-Promete que no te vas a dejar ir demasiado deprisa porque me preocupa que te dañen el corazón -susurró y asentí.

-Te lo prometo -sonreí.

-¿Pinki Primise? -susurró extendiendo su dedo y reí.

-Pinki Promise -lo agarré con el mío y sonrió.

-Eres la mejor, cuidate y avisa cualquier cosa -me abrazó y la abracé.

Nos dividimos en la acera, caminé apretando mis manos y sonriendo, era emocionante, como cuando me gustaba una maestra y le metía cartas a hurtadillas a su bolso, era gracioso, estresante y me sentía ansiosa por verla en sus zapatos de plataforma, por ver sus piernas largas en esos pantalones de vestir t sus blusas flojas, suspiré con la mano en la puerta del edificio principal y empujé, ella estaba de pie frente a la puerta roja buscando en sus llaves, me apresuré y en segundos estaba a su lado.

-¡Oh, hola! -sonrió- ¿clases por la mañana?

-Bueno, por el momento intercaladas, pero creo que las pasaré todas a la noche -sonreó y ella asintió.

-¿Necesitabas algo?

-Emm... no, no -sonreí y saqué de mi bolso el chocolate- compré esto al venir para acá, no sabía si comías chocolates pero, bueno, lo compré y...

-Sí me gusta -me interrumpió y la miré.

-Oh, pues, tenga -sonreí- lo compré para usted.

-¿No come chocolate? -me miró extrañada y sonreí.

-No demasiado, tengo esperanza de no darme los dientes tan rápido -ella se carcajeo.

-¡Oh, por favor!

-¿Qué? ¡Es en serio! -me reí con ella.

-Bien, si usted lo dice -sonrió y pasó la llave de su oficina.

-¿Trabaja siempre?

-Casi, hay días que no vengo -me miró y sonreí.

-Pues nos estaremos viendo -sonreí.

-¿A sí? Este edificio no es el de sus clases -entrecerró los ojos.

-Nunca dije que aquí -me voltee y sonreí.

-¿Y dónde más si no? -dijo a mis espaldas y me voltee mientras caminaba para atrás viéndola.

-Humm, al menos anoche nos vimos en mis sueños -me sonrió y le guiñé un ojo.

Caminé deprisa a la puerta y cuando me voltee antes de cerrar, ella estaba apoyada en su puerta mordiendo una esquina de la barra de chocolate, le sonreí y ella me respondió de la misma manera.

Al lado empezaba una fila de edificios, en cada uno había área, el mío era el tercero, lo sabía por el mapa virtual que había estudiado antes de llegar, las clases eran buenas, leyendo sobre los horarios había optado por cambiarlos sin más, por los nocturnos, así trabajaría en las tardes y en las mañanas estaría con Harriet, además de acomodarlos de lunes a miércoles de 7 a 10, era necesario y lo haría. Al terminar mis clases de esa mañana me dirigí rápidamente al edificio principal y caminé a una recepcionista.

-Hola, me preguntaba con quién podría arreglar mis horarios -ella me miró y sonrió.

-La trabajadora social se está encargando de ella, es la...

-La puerta roja, ya lo sé -la miré y asintió.

Suspiré y traté de calmar mis nervios, caminé hasta la puerta roja, toqué dos veces y su voz me dio un "adelante" como respuesta, giré la manilla y empujé, entré y cerré a mis espaldas para luego mirarla, me miraba, sonrió y sonreí.

-Bueno, en la mañana me ha dicho que nos estaríamos viendo pero no imaginé que estuviera tan dispuesta a cumplirlo -me miraba con sus manos sobre su vientre, me reí.

-Bueno, si le sirve de consuelo, yo tampoco sabía que pasaría tan rápido.

-¿Y a qué se debe?

-Quería cambiar mis horarios, estaría bien si pudiera considerarlo con usted y...

-¿Para qué horario sería? -se enderezó y se puso a tocar cosas de su computadora.

-Todas las tutorias nocturnas de 7 a 10.

-¿Está segura? -dejó de teclear y me miró.

-Sí, segurísima -la miré y asintió.

-Apunte su correo aquí -me tendió una hoja- en lo que falta del día le estará llegando un correo con un documento Word, llénelo y me lo envía de nuevo, es la solicitud de cambio de horario -me sonrió y asentí- este es mi correo por cualquier duda -me tendió una tarjeta y asentí.

-¡Gracias!

-Para eso estoy, no hay nada por lo cual agradecer -sonrió y le sonreí.

Salí sin más y en lo que iba del camino le redacté un correo cuyo nombre del asunto era "Hola, soy yo, Arizona".

"Hola, soy yo" -Calzona.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora