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Cuando tenía 12 fuimos a un viaje a una cabaña familiar no muy lejos del centro de la ciudad, papá la había comprado para retirarnos en vacaciones y ese invierno de aquel año, nos fuimos. La cabaña es grande, y hablo en presente porque existe y sigue siendo de nuestra familia, está en una pequeña montaña en la que neva  cada tanto y a la que recurrimos en navidad. Yo estaba sentada en mi habitación viendo una foto de aquél viaje en el que mi cabello parecía una explosión mientras yo, en un overall sobre dos capas de ropa roja, y unas botas, altaba con un pez en mis manos, recordaba a papá tomando aquella foto sumamente orgulloso y a mi hermano echarme pelea porque "Yo he sacado más grandes" ese invierno nos sentamos una noche a tomar chocolate en el porche mientras papá tocaba una vieja guitarra y mamá tarareaba una canción suave que relatava un amor imposible, y yo la recordé; en mi escuela había una niña de cabello muy rojo, era la prima de April, tenía nuestra edad y a mí el mundo se me ponía patas arriba, me gustaba pero no lo entendí hasta aquella noche que mamá canturreaba aquella canción, en casa nunca se habló de la homosexualidad, ni para bien, ni para mal, simplemente no se hablaba, mi hermano me estaba mirando mientras yo miraba al bosque de altos árboles a oscuras, iluminado a duras penas por las farolas amarillas colgantes a orillas de un camino que papá había iluminado para llegar a un río. Yo pensaba en Addison fervientemente, ya no era una niña pero tampoco podía terminar de comprender, aquella noche entendí que tomarnos la mano, dormir abrazadas y que me temblara todo cuando iba peinada con un lazo sujetando dos mechones atrás y su fleco despeinado a un lado, no era tan insignificante como parecía. Luego de llegar de aquél viaje familiar, cuando puse un pie en el suelo de la escuela y la vi, caminé decidida hasta ella, me dio un abrazo y lo siguiente que pude hacer fue besarla. Nunca había besado a nadie y mi primer beso fue ella, fue una cosa de nada pero cuando la vi verme y sonreír mi vida cambió. Salí con Addison hasta que cumplimos los 18, mamá estaba feliz y al presentarla a los meses de salir, como mi novia, con un nudo en la garganta y mis manos temblando, mamá y papá nos abrazaron y seguimos con nuestra vida, nunca fue un problema, ni un drama, era normal y aunque sé que es injusto que no a todos nos toque igual, me alegro de que a mí me tocara así.

-¿En qué piensas? -volví en mí, Callie estaba sentada frente a mí comiendo una papa frita.

Habíamos pasado del café en aquella cafetería tan fancy, a un restaurante de comida rápida en una calle lejana al centro comercial, decisión llevada a cabo porque el centro comercial era muy equis y queríamos caminar y tomar aire fresco.

-En una cabaña que tiene mi familia en una montaña -le sonreí y ella me sonrió de vuelta.

-Parecías estar en un viaje muy profundo -mordió la papa y suspiré.

Cuando Addison le comentó a su familia nuestra relación, la reacción no fue diferente a la de mi familia, la tuvimos sencilla, en realidad en nuestro tercer aniversario yo sentía que me casaría con aquella pelirroja alta y delgada, April también lo creía.

-Ten -me tendió una papa y la tomé con la boca- están muy buenas, ¿cierto?

-Cierto -me reí viéndola hablar con su boca llena de papas.

-¿Tú crees que nuestros signos del zodiaco sean compatibles? -soltó de la anda y me reí.

-¡Dime que no eres la loca del zodiaco, Calliope!

-Solo pregunto -sus mejillas se tornaron rosas y sonreí.

-No pasa nada -tomé su mano pero ella no me mirana- solo que no creo en eso y, bueno...

Addison odiaba el zodiaco, le parecía una estupidez, una vez nos dijeron que éramos opuestas en ello y su comentario cargado de odio e insultos me hizo reír y sí, yo decidí que tampoco creía. Era dependiente de ella, mi vida giraba en torno a Addison y cuando digo que terminamos a los 18, lo digo como fractura definitiva, porque entre lapsos de años, podíamos romper de dos a tres veces.

-Voy a leer tu horóscopo, tal vez seamos compatibles -me sonrió y le sonreí.

Calliope era distinta, aquella cita no podía parar de pensar que con Callie era distinto hasta ir a comer.

-A ver, tendrás que averiguarlo solita -apreté su mano y ella la abrió para entrelazar nuestros dedos.

-¿Si recuerdas que tengo acceso a tus registros, señorita Robbins? -me guiñó un ojo y le sonreí.

-Casi olvido que eres una chica grande y me tienes a tu merced -besé su mano y ella se carcajeo.

Addison odiaba la comida rápida, se cuidaba mucho y a decir verdad eso era admirable, pero, me agotaba, en realidad no sé hasta qué punto hablar de Addison y anotar las diferencias entre una y otra sirva, pero en aquél punto, mientras la veía con su cabello en parte rojizo, mi mente intentaba darme señales para alejarme, buscaba muy fervientemente una sola, una para soltarla antes de enamorarme porque Calliope Torres era de esas mujeres que una vez conoces, te vas a enamorar, y habíamos cogido, había sudo puro sexo, algo fantasioso, inesperado y a prisas, y aún así yo ya había subido un escalón y sabía que si eso que era pura y dura atracción física se embarcaba en conocerla, caería, y tenía miedo.

-¿Si encuentro tu signo me das permiso de ver si somos compatibles?

-Solo si prometes que eso no va a cambiar en ti tus ganas de invitarme a salir -le sonreí.

-Yo no creo que eso pase, ya estoy un poco perdida en ti, Arizona -susurró.

-Yo creo que yo también -susurré y sonrió triunfante y rodé los ojos.

-¡Lo sabía!

-¡Es que te manejas un ego!

Addison con su cabello rojo naturalmente no tenía nada que ver con la guapísima pelirroja a medias teñida que estaba frente a mí aquella tarde lluviosa.

-Te queda muy bien el rojo -le dije y ella sonrió.

-Cuando quieras te pinto el tuyo -soltó sin más y con tanta alegrís que me reí.

"Hola, soy yo" -Calzona.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora